Cuatro minutos de deliberaciones, dos cambios de decisiones, controversia infinita. El desenlace del partido del sábado en Murrayfield sumó un ladrillo más al debate sobre la utilización (o mala utilización) del TMO en el rugby. Los escoceses se fueron furiosos. Francia ni siquiera atinó a festejar. El árbitro Nic Berry y el TMO Brian MacNeice quedaron en el ojo de la tormenta.
Repasemos. En la última acción del partido, pasados los 80 minutos reglamentarios, con Francia al frente por cuatro puntos, Sam Skinner cruza la línea y se zambulle en el in-goal. Queda sepultado en una montaña de cuerpos franceses y el australiano Berry no puede dilucidar si llega a apoyar o no. Sentencia que la pelota quedó arriba, que no hay try y, por ende, el partido se termina con la victoria de Francia, pero acude al TMO para revisar la acción y comprobar si, efectivamente, no hay contacto de la pelota con el suelo. Se observa que inicialmente Skinner apoya sobre el botín de un rival, pero luego hace un movimiento hacia un costado que deja en claro que la pelota toca el suelo, aunque no se llega a observar porque el brazo de Posolo Tuilagi se interpone delante de la cámara.
En un momento, al ver las repeticiones en la pantalla gigante, Berry le avisa al TMO que va a otorgar el try y, en consecuencia, la victoria para Escocia. En el banco escocés empiezan los festejos. Un triunfo los mantiene en carrera por el título del Seis Naciones. Pero MacNeice lo detiene. “Tengo que ver que la pelota toque el suelo. No veo en ninguna toma que la pelota toque el suelo”, le advierte. “Entonces mantengo la decisión que tomé en el terreno de juego”, responde Berry. Conclusión: no hay try. Escocia se queda con las manos vacías.
De las múltiples repeticiones se desprende los siguiente:
-Es evidente que la pelota toca el piso.
-En ningún momento se ve que la pelota toque el piso.
El debate entonces queda abierto. ¿El árbitro debe guiarse por la letra del reglamento o por el sentido común? La tendencia dicta seguir la primera línea de conducta. Es la misma línea que hace que, por ejemplo, un choque de cabezas fortuito termine decidiendo el desenlace de un partido por tarjeta roja automática. Los ejemplos abundan.
Por otro lado, debe primar la decisión que tomó el árbitro en el terreno de juego. Allí también le cabe la derecha a Nic Berry: la decisión inicial del árbitro es suprema. Revocarla requiere una prueba incontrovertible. Sin embargo, esto no se repite con igual frecuencia
En esta situación, al menos, el uso del TMO estuvo justificado. Una acción de try en la que no está nada claro, ni siquiera con las múltiples repeticiones, que la pelota haya tocado el piso. Y en la última acción del partido. El abuso del TMO ocurre cuando se lo utiliza para decisiones menores.
Por ejemplo, durante este mismo partido, al inicio del segundo tiempo, en una acción el árbitro había cobrado scrum-5 cuando Damian Penaud anuló en su propio in-goal. Estaban a punto de formar cuando el TMO interviene y dicta salida de drop in-goal. La resolución fue justa. La intromisión, innecesaria. El excesivo uso del TMO en cada acción del juego, los largos debates que se generan sobre si hay peligrosidad o no, si hay contacto con la cabeza, si hay algún factor mitigante, las repeticiones en cámara lenta, la decisión en función de la consecuencia y no de la naturaleza de la acción, son todos factores que no hacen más que contradecir la vocación de hacer un juego más fluido y dinámico y hasta revocar la condición de deporte de contacto.
El árbitro se puede equivocar. El TMO también. Entonces, mejor jugar más al criterio del árbitro y respetarlo y quitarle incidencia al TMO, una instancia que le quita fluidez y sentido común al juego.