El uso de las pantallas puede afectar al cerebro de los menores, aumentando el riesgo del retraso en el lenguaje, también está relacionado con problemas de atención en el colegio, dificultando el desarrollo de una lectura de forma temprana y de las matemáticas, entre otros efectos, según advierten neuropediatras.
Los expertos instan a no exponerlos a dispositivos digitales entre los 0 y los 3 años. Desaconsejan también su uso entre los 3 y los 6 y sólo recurrir a ellos en caso de necesidad y de forma puntual para mantener un contacto social o familiar, siempre bajo la supervisión de un adulto.
Cuando el cerebro está en desarrollo el impacto de las pantallas puede ser muy acusado, sobre todo en menores de seis años. De hecho, estudios científicos han descrito que se producen alteraciones estructurales y funcionales del cerebro con su uso.
A nivel estructural se identificó menor volumen, menor tamaño de ciertas estructuras en el cerebro de los menores que se exponen a pantallas; y a nivel funcional, se ha visto que determinados circuitos cerebrales, que están conectando distintas regiones cerebrales, no se están desarrollando bien en un cerebro que está en este proceso.
Son los “circuitos” que se encargan del lenguaje, el aprendizaje, de la atención y de la regulación de las emociones. “No sabemos el tiempo que se necesita para que las pantallas impacten en el desarrollo del cerebro de los menores, lo que sí se sabe es que solo con que estén expuestos ya aumenta la probabilidad estadística de terminar como un problema en el desarrollo”, indica Andrade.
A partir de los seis años, pueden tener menos probabilidad de desarrollar la lectura de forma temprana, y más dificultad de aprendizaje de las matemáticas. Además, con la visualización de las pantallas, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que produce sensación de placer, de forma que se obtiene una “gratificación inmediata”.
Así, cuando está sometido a estímulos repetidos que liberan dopamina, percibe sensación de bienestar. Eso termina activando el circuito de recompensa cerebral, que es el mismo que se pone en marcha en otros comportamientos adictivos como el de las drogas o el juego. Por ende a quienes se les ha interrumpido el uso de pantalla pueden ocurrir síntomas similares a los del síndrome de abstinencia.
Pueden tener impacto en el rendimiento académico, en la atención y el patrón de sueño de los adolescentes, así como un aumento de la ansiedad y el estrés.
Las recomendaciones son:
De 0 a 6 años:
– Cero pantallas, no existe un tiempo seguro.
– Como excepción y bajo supervisión del adulto se puede usar para el contacto social con un objetivo concreto. Por ejemplo, que quien está al otro lado de la pantalla le cuente un cuento o le cante una canción.
De 7 a 12 años:
– Menos de una hora (incluyendo el tiempo escolar y los deberes).
– Limitar el uso de los dispositivos con acceso a Internet.
– Priorizar los factores protectores: actividades deportivas, relaciones con iguales cara a cara, contacto con la naturaleza, sueño, alimentación saludable, etcétera.
– Si se decide que usen un dispositivo es recomendable que sea bajo la supervisión de un adulto, con dispositivos fijos y evitar el baño y dormitorio.
– Pactar límites claros previamente tanto en tiempo como en contenidos adaptados a la edad.
De 13 a 16 años:
– Menos de dos horas (incluyendo el tiempo escolar y los deberes).
– Si se permite el acceso a dispositivos -sin ser la única medida que se tome- instalar herramientas de control parental.
– Priorizar el uso de teléfonos sin acceso a internet.
– Retrasar la edad del primer móvil inteligente (con conexión a internet).