Como tantos otros emprendimientos nació en el quincho de una casa. Pero hay algo que lo hace distinto: su apuesta es por la ciencia. Se trata de una familia de químicos que con sus conocimientos lograron posicionarse como los únicos productores del mundo de thimerosal, un conservante que se aplica en todas las vacunas, tanto humanas como de animales. Por eso la fundación de Bill Gates y la Organización Mundial de la Salud (OMS) los contactó para llevar a cabo su plan de inmunización que se desarrollará en África y Asia. Aunque cuentan con reconocimiento internacional, pocos saben que son una empresa argentina, radicada en Mar del Plata y que tienen 25 años de trayectoria.
Los orígenes no fueron fáciles. Sin fondos, los bancos se negaron en un principio a financiarlos. Vendieron sus autos, el padre de la familia hipotecó la casa y uno de los hermanos renunció a su puesto en la universidad. Los Chevalier fundaron laboratorios Gihón en 1991 y recuerdan de aquellas épocas el ingenio de su mamá para hacer comidas económicas. El arroz se convirtió en el plato por excelencia. Cuando recibieron su primer fax, con una operación de compra de US$ 26.000, fue el primer momento de festejo.
"Somos una pyme de origen familiar. Empezamos con mi hermano, mi papá y yo. Yo me había doctorado ya. Tenía la posibilidad de hacer el posdoctorado o arrancar un emprendimiento. Sabíamos que queríamos sintetizar moléculas que pudieran ser usadas en la industria farmacéutica. Tratamos de hacer algo que no hacían los demás. Con el thimerosal vimos una oportunidad por su bajo volumen que facilita la etapa de desarrollo y el salto a la escala industrial. Nos pusimos a trabajar en optimizar un proceso para que el producto fuera de alta calidad, muy uniforme, con poca desviación estándar y más rentable", dice Alberto Chevalier, uno de los fundadores.
En sus inicios había una multinacional europea que también producía el conservante (se aplica hace más de 60 años), pero lograron imponerse. Nunca quisieron patentar el proceso por miedo a que los copien. Después llegarían otros desarrollos, con los que fueron nuevamente vanguardistas. Fabricaron el único endulzante natural que existe en el mundo que, a diferencia del azúcar, no posee calorías y no tiene los problemas de toxicidad atribuidos a otros edulcorantes.
"Fuimos los primeros en América del Sur en lograr extraer glicósidos de esteviol de la hoja de estevia sin usar solventes, sólo con agua. Lo hicimos en 2006, lo desarrollamos y lo sacamos al mercado, pero adquirió un volumen tan grande que nos dimos cuenta de que no era para nosotros. Había además empresas muy grandes que estaban interesadas en el producto y no podíamos competirles. Por cuestiones confidenciales no podemos decirlo, pero todos saben cuáles son las dos empresas de bebidas más grande del mundo que la usan", dice Chevalier.
El crecimiento de la empresa fue lento, pero constante. En el 2014 la facturación fue de US$ 2,6 millones y en 2015 llegaron a US$ 3,3 millones, de los cuales el 57,6% correspondió a la exportación. Este año para la compañía será de una fuerte inversión. Para poder cumplir el pedido de la ONG del magnate tecnológico deberán aumentar 40% la producción del thimerosal, lo que les demandará una inversión de US$ 1,5 millones.
La oficina de Alberto Chevalier está en el primer piso de una de las fábricas que tiene 1700 m2, en el Parque Industrial. Con un guardapolvo blanco cuenta que actualmente el laboratorio desarrolla varias iniciativas y que para ellos el futuro pasa por la nanotecnología. Hace cinco años empezaron a trabajar en un proyecto con nanoarcilla en el que interviene YPF, para mejorar la vida útil de las tuberías en un 50%. La idea es que en vez de diez años duren, al menos, 15. La asociación con la petrolera surgió de manera casi natural, ya que posee el 60% de los caños que hay en el país.
La planta de incipientes de Gihón Laboratorios fue calificada por la OMS como una de las mejores del mundo y tiene auditorías constantes. Eso, aseguran, certifica la calidad, pero otra de las claves del éxito es el trabajo autónomo y bien diferenciado de cada uno de los fundadores. Cuando Chevalier padre murió, hace 14 años, Alberto y su hermano Ricardo (técnico químico), que se ocupa de la parte financiera y comercial, se hicieron cargo. Uno habla de innovación, desarrollo y diseño; el otro, de números.
Durante el gobierno kirchnerista tuvieron problemas para importar, pese a ser exportadores, comenta Ricardo Chevalier que se enoja al recordarlo. Pero siempre salieron adelante y además se expandieron. "Vivimos invirtiendo acá. Ahora tenemos productos nuevos que aumentaron la producción a nivel local como el Omega 3", dice.
La empresa desarrolló aceites encapsulados a partir de los desechos de la industria pesquera. Los ácidos grasos que están adentro del aceite de pescado son cardioprotectores, sirven además para prevenir problemas cardiovasculares y son buenos para las articulaciones y el sistema cognitivo neuronal, así como para retardar problemas degenerativos como el Alzheimer. Y ahora van a instalar la primera planta en América del Sur de concentrados moleculares de ácidos grasos polisaturados, los famosos Omega 3.
En todos los años de existencia recibieron muchos ofrecimientos para instalar la planta en Brasil e incluso México. Pero en su momento era difícil trasladar a su papá y ahora lo descartan por completo.
De los tiempos iniciales todavía siguen estando algunos empleados como el jefe de planta, con el que jugaban repetidamente picados de fútbol. Para ellos los afectos son fundamentales y además lograron trabajar en conjunto con la universidad, donde Alberto es profesor y de donde surgen muchos nuevos emprendimientos. Mar del Plata es su lugar y no lo quieren abandonar.