Karl Schmieder, un consultor en biotecnología de 53 años, mira la tradicional cena del Día de Acción de Gracias, un ritual sagrado que paraliza a Estados Unidos, con bastante menos entusiasmo que antes. Como todos los años, planea ir con su mujer, Kristen, y sus tres hijos a la casa de su cuñada, en el norte de Nueva York. "Ella no quiere, pero vamos a ir. Sabe que votaron por Donald Trump ", confiesa Schmieder.
Historias como éstas abundan hoy en Estados Unidos. Después de una agria campaña, que deshilachó al país, y del triunfo de Trump, que desató protestas y provocó un brote en denuncias de crímenes de odio, el Día de Acción de Gracias será el próximo jueves la primera oportunidad para descomprimir la tensión del último año y medio. Pero muchos ya anticipan que esa tensión los estará esperando en la mesa, junto al gigantesco pavo horneado.
La creciente polarización política que sufre el país desde hace meses -y que comparte rasgos con la argentina o la venezolana- rompió amistades y relaciones familiares y llevó a muchos a recluirse en sus enclaves ideológicos para evitar mayores disgustos.
Más notas para entender este tema
Dominique Picard: "En épocas de desorientación, la gente busca al salvador"
La sombra de Trump planea sobre la última cumbre de Obama
Kelly Q. (33), norteamericana hija de colombianos, no quiere ni por asomo sentarse a comer con toda su familia. Ya la Navidad pasada le dejó un recuerdo amargo: discutió con el novio de su prima, un policía, cuando al pasar en medio de una conversación anunció que pensaba votar por Trump. "¿En serio? ¿No lo decís irónicamente?", le preguntó ella. "Sí. Dice las cosas como son", justificó.
Muchas personas que hicieron su vida en ciudades cosmopolitas, bastión de Hillary Clinton, viajarán para el feriado a sus pueblos rurales natales, donde Trump construyó su histórico triunfo en las elecciones del 8 de noviembre pasado.
El fenómeno, que recuerda a las peleas que se hicieron más frecuentes en la Argentina durante los años del kirchnerismo, incluso ha trasvasado las fronteras del país.
Erika Montoya, una colombiana de 40 años que vivió más de 10 en Nueva York antes de regresar a Bogotá, liquidó el vínculo con un amigo cercano, "muy espiritual", devoto de la meditación, con un simple click en el perfil de Facebook. La primera alarma fue la seguidilla de artículos difamatorios y de dudosa credibilidad sobre la candidata demócrata, una campaña "con un vocabulario violento", describe Montoya.
Antes de las elecciones, cruzaron comentarios en Facebook en un post que escribió su amigo en el que alentaba a la gente a "tomar la decisión correcta". En uno de esos comentarios le reveló a Montoya que iba a votar al magnate inmobiliario.
"Vi una grieta muy grande entre lo que yo veía de él, lo que decía de sí mismo, y su discurso sobre la meditación y la compasión versus el resultado de las elecciones, y cómo se comportó antes y después", afirma Montoya.
Ese "después" se refiere a otro mensaje en la red social en el que se jactaba del triunfo de Trump, y le decía a sus seguidores que podían darle las gracias por el desenlace electoral. Para Montoya, fue la gota que rebalsó el vaso: "Me pareció arrogante y agresivo, y falto de cualquier tipo de compasión. Lo borré".
Facebook también fue el espacio donde Kelly Q. comenzó a distanciarse de su prima. Su novio la sumó como amiga, y pronto quedó atónita con sus mensajes y comentarios. "Todo era a favor de Trump", dijo.
Su prima, que antes había estado casada con un mexicano, no estaba a favor ni de Hillary ni de Trump. Pero, con el correr de los meses, se inclinó por el republicano. Muchas de las discusiones fueron virtuales, con consecuencias reales. Al final, su prima votó a Trump.
"Yo, de verdad te digo, después de las elecciones hacer una cena con todos, no. Yo en este momento no los quiero ver. Estoy tan sensible y tan destrozada que en cuanto digan una estupidez, voy a explotar. No los puedo mirar del mismo modo. Son otras personas. Me duele mucho porque es mi prima, pero está totalmente siendo influenciada por él", afirmó Kelly.
Este tipo de cruces cobraron tanta notoriedad que el podcast "The Run-Up", del diario The New York Times, uno de los más populares durante la campaña presidencial, decidió dedicarle todos sus últimos episodios, llamados "Diálogos", hasta el Día de Acción de Gracias. Allí reúnen a amigos o familiares, unos a favor de Hillary, otros a favor de Trump, con una guía de 19 preguntas para facilitar el diálogo y unir las grietas.
La premisa es que las personas que votaron por "el otro bando" no son tan extrañas, tan desconocidas como parece, sino que, como dice uno de los locutores "eran nuestros padres, nuestros colegas, nuestros amigos", personas sentadas al otro lado de la mesa, o en el cubículo de al lado. Un intento por desterrar la polarización.
Karl Schmieder cuenta que la brecha política entre su mujer y su hermana apareció con las protestas de Ferguson, en el verano de 2014, por el asesinato del joven afroamericano Michael Brown a manos de Darren Wilson, un policía blanco. El marido de su cuñada es un policía retirado. "Ferguson las dividió", dice Schmieder. Trump profundizó la brecha.
"Creo que es ridículo porque no creo que la política deba dividir a la familia", dice Karl. Un segundo después, agrega: "Pero estoy totalmente de acuerdo con mi mujer, y estoy sorprendido que no nos hayamos separado antes de la familia".