Primero tímidamente, luego con mayor soltura, los hijos van explorando y habitando mundos nuevos que, en la pubertad y la adolescencia, cobran creciente importancia ya que abren la puerta para saber, como decía la canción, "qué hay más allá de acá". Grupos, códigos, ropajes, en ese universo los jóvenes van generando ese ambiente tribal que les va agregando identidad, sumando experiencia a un mundo afectivo que antes era monopolio de los padres. Los chicos y chicas suelen defender mucho esos avances "territoriales" y es un clásico el "tironeo" entre el límite del resguardo parental, y el afán de avanzar y generar nuevos espacios por parte de los chicos.
En ese contexto, Internet es una nueva "calle" a la cual los chicos salen para marcar territorio y novedad. Es una calle (un "afuera") que, a diferencia de antaño, no siempre los padres conocen, aunque, digámoslo también, a veces ocurre que los padres tampoco tienen "calle" en su currículum, y en esos casos pasan cosas parecidas a cuando los hijos, antes a resguardo, asoman a un universo en el cual hay riesgos sobre los cuales esos padres no tienen demasiada noción.
En términos estrictos, los hijos son muy refractarios no ya a la presencia de los padres en ese nuevo terreno ganado a la vida, sino a un estilo de intrusión paterna en dicho terreno. El fisgoneo, el control ansioso, la crítica a mansalva de las nuevas costumbres, entre otros, son estilos de acercamiento que promueven el blindaje de los chicos, lo que pone más y más ansiosos a los padres que pretenden controlar las cosas, sintiendo que ése es el único sistema para evitar los riesgos del caso.
Se dispara así el circuito de control-rebeldía-mayor control-mayor rebeldía, lo que, en condiciones normales, no es demasiado útil a la hora de criar a los hijos. Ese circuito se rompe con autoridad, siempre que ésta se base en la confianza y el lúcido discernimiento (para decir que sí, para decir que no), no en el miedo. Como a la calle, a Internet hay que tenerle respeto, no miedo, frase que bien usara Ariel Torres en su reciente artículo en LA NACION. Eso deberán entender los chicos, pero también los grandes.
Entrar en el universo de los hijos con curiosidad, preguntando para saber, no para fiscalizar, recordando los valores de la vida, que sirven para todo, inclusive para transitar Internet, forma parte de la acción parental ante los nuevos caminos que los hijos emprenden. Es un saludable acercamiento a ese mundo de los chicos, sin ansiedad, con firmeza del que confía, aprendiendo, enseñando, pero siempre padres, para que la "calle" sea transitada de la mejor manera.
El autor es psicólogo y psicoterapeuta @MiguelEspech