Pocos conocen el hecho de que Steve Jobs, el inmortal creador detrás de los productos de tecnología más emblemáticos de la historia y probablemente el principal "culpable" de nuestra actual dependencia a los smartphones gracias al iPhone, imponía estrictas reglas de uso de dispositivos electrónicos a sus hijos.
Cuando en 2010 le consultaron al fallecido creativo de Apple —durante la presentación de la revolucionaria iPad— sobre la reacción de sus hijos ante el nuevo dispositivo, Jobs no tardó en responder al periodista del periódico New York Times que lo entrevistaba.
A pesar de haber sido uno de los mayores impulsores de la incorporación de dispositivos de tecnología de consumo dentro de los hogares y hacerlos parte indispensable de la rutina diaria —desde el lanzamiento de su primer modelo de computadora personal masivo allá por 1984 con la legendaria Macintosh—, Jobs no dudaba en hacer de público conocimiento sus reservas sobre el uso y potencial abuso de dichos dispositivos.
Son muchos los padres que han seguido los pasos de Jobs y hoy limitan el uso de teléfonos celulares, computadoras, tabletas y otros dispositivos dentro del hogar. Es que lo que hasta hace solo décadas podía ser controlado de manera sencilla, dado que en los hogares sólo existía un televisor o, en el mejor de los casos, dos aparatos, hoy día la cantidad de pantallas y gadgets existentes en un hogar medio de cualquier ciudad del mundo hace necesario encarar una nueva estrategia de control parental.
Los riesgos que representa el acceso de menores a contenidos dañinos como pornografía y el auge del ciberbullying hacen que sea necesario plantear límites y condiciones a la hora de acceder al mundo online.
Según estudios realizados sobre adicción a la tecnología, los niños menores de 10 años son los más susceptibles a generar una dependencia tecnológica potencialmente perjudicial para su desarrollo tanto mental como físico, pero no son sólo los menores los expuestos a la nueva droga de la era del silicio.
Gracias al auge de las redes sociales, aplicaciones para citas y otros íconos de la sociedad moderna, millones de adultos alrededor del mundo han desarrollado una relación de dependencia a sus dispositivos que expertos aseguran puede generar ansiedad y hasta depresión.
Las reglas informales planteadas en el mundo de Facebook, Instagram o Snapchat —por sólo nombrar algunas de las plataformas más populares a nivel mundial— obligan a sus usuarios a proyectar mediante posteos fríamente calculados una imagen de éxito y felicidad constante, evitando a toda costa mostrar un costado más humano o espontáneo.
El lamentable aumento de casos de suicidios online que se han dado a conocer alrededor del globo transmitidos en vivo mediante plataformas como Facebook Live, sumado al incremento de los casos de depresión entre jóvenes, obligan a reconsiderar el nivel de responsabilidad de las redes en la creciente presión por llevar adelante —al menos de manera online— una vida perfecta.
Vivir el día a día a través de un lente nos ha llevado a creer que lo que no se ve en redes realmente no ha ocurrido, provocando que en la actualidad no se conciba una reunión social, evento masivo, o cualquier otro tipo de acontecimiento en el que no exista al menos un teléfono encargado de inmortalizar el momento, por más rutinario que pueda ser.
Es por ello que las zonas libres de smartphones ganan cada vez más popularidad en los Estados Unidos y Europa, parte de una tendencia que obliga a personas dependientes de sus dispositivos a desconectarse al menos por un momento de lo que sucede en el mundo virtual.
Fiestas libres de tecnología, como la bautizada "You Had to be There", que se celebra en Brooklyn y próximamente llegará a Miami, o el tour de stand up "Total Balckout" del comediante Chris Rock —que prohíbe el acceso con teléfonos al teatro—, sumados a más de 350 escuelas de EEUU, están utilizando una solución no tecnológica para atacar la creciente adicción moderna. Un estuche de neoprene gris con ribetes verde flúo desarrollado por Graham Dugoni —CEO y fundador de Yondr— es la principal herramienta utilizada hoy día para tratar a los "adictos 2.0".
Al ingresar a una zona libre de smartphones, se debe colocar el teléfono en la bolsa en cuestión y luego asegurarla con una traba similar a las alarmas utilizadas en las tiendas de ropa. Una vez terminado el evento, se procede a desbloquear la traba para poder retomar el control del dispositivo.
A diferencia de un guardarropas tradicional, donde uno debe dejar en manos de terceros la prenda, mochila o cartera en cuestión, los propietarios del teléfono nunca dejan de tener consigo sus aparatos, simplemente se les limita el acceso a este.
Lo que para muchos podría parecer una medida extrema cuasi totalitaria resulta indispensable en escuelas y teatros, donde, a pesar de las normas que prohíben el uso de celulares, alumnos y espectadores suelen ignorar por completo los lineamientos, despertando la ira de maestros y actores.
Yondr permite que cualquiera pueda rentar sus estuches y dispositivos para desbloquearlos con un costo promedio de dos dólares por unidad y puede ser utilizado tanto en el hogar de una familia tipo como en un estadio con capacidad para veinte mil personas.
Artistas de la talla de Alicia Keys, Guns N'Roses y los Lumineers han utilizado Yondr en sus conciertos con la finalidad de no distraer al talento sobre el escenario, pero también con el objetivo de generar otro vínculo con la audiencia y, no menos importante, evitar indeseables grabaciones que luego aparecerán en YouTube u otras plataformas.
El auge de los "ex conectados", aquellos que han decidido librarse de la adicción a los teléfonos y redes sociales, probablemente se consolide como una tendencia a seguir en el mediano plazo, con cada vez más personas buscando volver a las raíces y poner el foco en las relaciones reales y humanas y no en las generadas online mediante comentarios, emojis y likes.