Exámenes orales: odiados por unos, amados por otros, para algunos estudiantes son una posibilidad de mejorar las notas, mientras que otros, menos dados a la hora de hablar, los padecen como una tortura y no hacen más que tartamudear de nervios.
Para la mayoría de los profesores consultados, un examen oral no debería ser un cuestionario que el alumno tenga que responder sino una conversación sobre un tema puntual, mantenida entre dos personas que dialogan a la misma altura.
Para que eso suceda, es importante que el alumno retenga lo que lee. En realidad, a la hora de estudiar, prepararse para un examen oral no difiere de la preparación para uno escrito. Sin embargo, es muy útil practicar la oralidad para evitar quedarse en blanco durante el examen por no haber ejercitado determinadas formulaciones.
Se puede practicar solo en voz alta o con la ayuda de alguien, da igual. También sirve simular el momento de la evaluación con el grupo de estudio. No hace falta que el que toma examen a modo de práctica sea un experto. A fin de cuentas, las preguntas de las personas no especializadas exigen respuestas claras, que ayudan a ordenar los conceptos. Es una buena forma de darse cuenta de si uno entendió el tema.
Una vez llegado el día del examen, hay que tratar de mantener la calma y no sentirse inseguro, ya que quienes toman examen lo notan. Es importante parecer interesado y tampoco viene mal vestirse bien.
En algunas facultades de carreras como Abogacía, por ejemplo, no está mal visto presentarse en traje o en jeans y chaqueta. En otras, como la de Letras, ese look podría quedar un poco raro. Lo mejor es preguntarles a los compañeros, antes del examen, si en la universidad hay un código tácito de vestimenta.
Luego hay que mostrarse relajado y entregarse a la situación. Ningún examen se atiene a un guión que se conoce de antemano, con lo cual, al plantearse una pregunta que queda algo abierta, se recomienda mencionar primero los términos más importantes y luego fundamentarlos.
Las interrupciones del profesor no son necesariamente una mala señal: la mayoría de las veces denotan que se da cuenta de que el estudiante domina el tema. ¿Y qué pasa si no se conoce de inmediato la respuesta? Pensar en voz alta no es mala idea. Todos los científicos lo hacen. Eso demuestra que el alumno no sólo estudió de memoria, sino que puede llegar a la respuesta mediante un razonamiento más deductivo.
Por su parte, los profesores también deberían cumplir con ciertas reglas y dirigirse al alumno con respeto y buena predisposición. No deberían dejar que su propio comportamiento influya en el rendimiento del alumno. Por eso muchos profesores se muestran más bien serios, pero eso no debe poner inseguro a nadie.
Al inicio del examen, se suelen requerir nociones generales. Una vez que el profesor nota que el alumno sabe, aumenta el grado de dificultad de las preguntas. Quien, a final de cuentas, logre transmitir lo leído y valorar determinadas informaciones, seguramente obtendrá una buena nota.