Un grupo de científicos hipotetizó que "esta reacción podría haber ayudado a nuestros ancestros a recolectar comida en ambientes húmedos".
De chicos, nos fascina ver cómo nuestros dedos se convierten paulatinamente en pasas de uva si los dejamos un tiempo prolongado debajo del agua. Mostramos nuestras manos con orgullo al descubrir que el tiempo que pasamos en la pileta esta vez sí fue suficiente para que las yemas “envejezcan”. Pero, ¿por qué se produce este fenómeno?
Según la dermatóloga Adriana Raimondi, “los dedos se arrugan porque se hidrata la capa córnea, es decir, la capa de piel más superficial”, indica la especialista. “Es como poner una esponja en el agua, y a medida que la zona se deshidrata, vuelve a la normalidad”, completó.
Ya hace unos años, un grupo de científicos de la Universidad de Newcastle ahondó en esta cuestión y descubrió que las arrugas que nos aparecen están asociadas a una contracción de los vasos sanguíneos, controlada por el sistema nervioso autónomo. Lo curioso de esta investigación, publicada en la revista científica Biology Letters, es su teoría acerca del motivo detrás de este mecanismo: mejorar el agarre bajo el agua.
¿Cómo lo supieron? Pues les pidieron a 20 personas que trasladen canicas, algunas mojadas y otras secas, de un recipiente a otro. Los resultados demostraron que la piel arrugada de las yemas mejoraba el manejo de los elementos. Incluso, aventuraron en un comunicado que “hace mucho tiempo, esta reacción podría haber ayudado a nuestros ancestros a recolectar comida en ambientes húmedos. De igual forma, que se arruguen los pies constituiría una ventaja para asirse al suelo en la lluvia”.