En una cena con amigos o en un almuerzo familiar resuena la famosa frase “Cada año es un nuevo comienzo”. Esto que solemos repetir, cual si fuera de memoria, significa que una vez más tenemos la oportunidad de replantearnos nuestros viejos proyectos, modificar las metas, enfocarnos en cosas nuevas o dedicarle más tiempo a aquellas resoluciones que no pudimos concretar el año que dejamos atrás. Pero ¡ojo! Esto mismo lo podemos realizar en cualquier momento del año. Es saludable descartar aquellas resoluciones que, si bien consideramos esenciales al principio, pierden valor unos meses después.
Las expectativas son el motor de la motivación. Algunas veces son conscientes, otras influyen en nosotros sin siquiera darnos cuenta. Una expectativa optimista nos permitirá actuar con más seguridad y sentirnos más satisfechos con nuestras acciones. Sin embargo, cuando se frustran pueden generar desilusión, hostilidad y angustia –sobre todo si dejan de ser meras probabilidades y se convierten en certezas absolutas–.
Entonces, ¿qué debés tener en cuenta a la hora de elaborar tus resoluciones del nuevo año?
-Nunca deben alejarse de la realidad: si nos proponemos objetivos que excedan nuestras posibilidades difícilmente los logremos y solo conseguiremos aumentar la frustración;
-deben ir acompañadas de nuestra propia actividad: no basta con fijarnos metas si no elaboramos un plan para la concreción de las mismas;
-enfocarnos en el futuro sin descuidar el presente: el día a día también se disfruta;
-tienen que ser concretas y específicas: si queremos abarcar muchas cosas será poco factible que logremos todo lo que deseamos;
-que la concreción de las mismas dependa de nosotros mismos, no de terceros;
-las resoluciones deben ser acorde a nuestros intereses: no puedo pretender convertirme este año en un gran futbolista si nunca me gustó realizar deportes;
-ser flexibles y comprender que si no se logra llegar a la meta, existen otras alternativas;
-las resoluciones pueden cambiar a lo largo del tiempo: lo que hoy queremos lograr puede que no sea lo que mañana queramos alcanzar.
Que el comienzo de un nuevo año no signifique únicamente el cambio de calendario, sino el hacer nuestra la decisión de que sea un año mejor. Construyendo buenas expectativas y apartando los pensamientos negativos facilitaremos el cumplimiento de las resoluciones que nos propongamos.
(*) La autora es Licenciada en Psicología (MN 68.245).