La postura que adoptamos influye notablemente en la forma en la que nuestro organismo asimila los nutrientes. En lo que respecta a comer de pie, no beneficia demasiado a nuestra salud.
Un estudio realizado en 2013 por la Universidad de Chester, en Reino Unido, determinó que aquellas personas que lo hacían eran más propensas a hacerlo más deprisa y masticando menos, lo que a su vez conlleva una mala digestión y menor sensación de saciedad.
“Comer de pie no es nocivo, pero no es una manera recomendable. Este momento debe ser relajado, en el que disfrutemos y nos sintamos cómodos. Cuando comemos de pie suele ser algo improvisado y rápido sin prestarle la atención suficiente. Queremos acabar pronto porque nos cansamos de estar de pie y eso hace que comamos rápido, lo que puede dificultar la digestión”, indica la dietista-nutricionista Jessica Hierro
Por lo general, provoca que los músculos no estén relajados. Esta tensión se traslada al estómago, que puede generar dolores una vez finalizada la comida. El motivo es que el cerebro ordena llevar más cantidad de sangre a los músculos de las piernas, que son los que más están trabajando, por lo que el bombeo es inferior en los músculos que participan en la ingesta de alimentos, como el tracto intestinal.
Lo normal es que en este tipo de situaciones, el individuo escoja un tipo de comida muy concreta, como el fast food, que es mucho más calórica.
Algunos expertos relacionan también esta postura con una cuestión psicológica u hormonal. Si comemos de pie, no bloqueamos la circulación y la hormona del estrés, el cortisol, campa a sus anchas hasta llegar al cerebro, provocando que estemos en un estado de alerta constante.
Por otro lado, el mismo estudio desarrollado por la Universidad de Chester asegura que comer de pie podría disminuir la variabilidad glucémica tras la ingesta en las personas con diabetes.
Esta postura provoca que comamos más deprisa y mastiquemos menos los alimentos. Esto causa a su vez que traguemos más aire, el estómago se dilate y nos sintamos satisfechos antes de tiempo. El problema es que se trata de una falsa saciedad que después desaparece y nos empuja a comer de nuevo.
Lo adecuado es comer sentado, eligiendo un lugar agradable y tranquilo. Debemos evitar distracciones como móviles o televisión para poder centrar nuestra atención en lo que estamos comiendo. Es importante comer despacio, masticar muy bien y saborear cada bocado a través del olor, sabor o la textura.