Stevie Wonder, en su carácter de genial músico, niño prodigio, estrella de un sello que homogeneizaba estrellas negras para consumo del público blanco, artista que se rebela y trabaja nuevas formas sonoras, crítico social o fenómeno comercial, es el personaje central de un ensayo escrito por Edgardo Scott.
Como una entrega más de la saga “¿Por qué escuchamos a...?, editada por la Editorial Gourmet, que ya analizó por ejemplo la obra de Led Zeppelin, este nuevo trabajo se centra en el artista estadounidense que creó piezas tan disímiles como “Superstition”, “Living in the city”, “You are the sunshine of my life”, “Isn't she lovely?, “Part time lover” o “I just called to say I love you”.
Precisamente, todas esas aristas fueron abordadas por el autor quien, en el recuerdo de su niñez en los años '80, cuando el músico era un número puesto en los rankings radiales y sus canciones alcanzaban el rango de grandes hits, y en su gusto personal en la madurez, encontró la explicación de su elección.
“Supongo que lo elegí por intuición formal. Había dudado bastante porque el único gran criterio era que fueran músicos insoslayables. Dudé con Paul McCartney y Nirvana, que por distintos motivos escuché con igual o mayor intensidad que Stevie. Pero algo me dijo que para este libro y para mí, Stevie iba a ser el 'tema', el 'argumento' adecuado y, una vez elegido, fue una gran inspiración y entusiasmo escribir metido en su música”, contó Scott a Télam.
Apoyado en constantes citas a escritores y pensadores, el autor propone un punteo que deja entrever que detrás de la simpleza melódica del artista y de su actual perfil, que ronda lo caricaturesco, se esconden facetas que connotan una historia compleja.
La reconstrucción de la historia de Stevie Wonder, según Scott, da cuenta del genio de 12 años lanzado por el sello Motown, su liberación de la discográfica que lanzaba a notables artistas pero no dejaba mucho margen para su desarrollo personal, su experimentación con sonidos electrónicos, el swing en sus canciones, su crítica social, su espiritualidad, sus canciones más “fáciles” que lo posicionaron como un producto de la industria y, como ya se mencionó, la caricatura de sí mismo que resulta al ver su actual perfil.
Télam: ¿Cuál de todos los aspectos que destaca cree que define mejor a este artista ante un lector u oyente ajeno a su historia?
Edgardo Scott: Lo que mejor lo define a Stevie es su estilo. Y el estilo está hecho de todo eso y la música. Todo eso afuera y adentro de su música. El estilo es todo: ética y estética. Tal vez algo del ensayo busque captar o al menos indagar en eso. Escribir sobre o a partir del estilo de Stevie. Quien escuche la música de Stevie, sobre todo si la escucha desde los dos guetos, desde los dos regímenes que mencionaba antes, se me ocurre que queda paralizado por esas dos formas de enunciación. Lo musical remite entonces a esos dos discursos. En cambio, si intentamos restituir su música a su estilo y el estilo se vuelve un devenir histórico y vital, me parece que todo se vuelve más verdadero y menos tosco, tiene más gracia. O por lo menos eso es lo que quise hacer.
T: En el prólogo menciona que la de Stevie Wonder es una música que lo “asaltó” de niño y que, de grande, forma parte de sus gustos personales. ¿Por qué sus análisis parecieran priorizar esta última lectura en vez del recuerdo emotivo de la infancia?
ES: La emoción del niño es irrecuperable. La evocación de esa emoción, la elaboración de esa emoción es lo más cerca que podemos estar de ella en realidad. Hubiera sido mucho más convencional, más fácil, más políticamente correcto si yo escribía sobre Kurt Cobain o David Bowie, o sobre Horacio Salgán o Ella Fitzgerald, porque en el corte de época están absolutamente prestigiados. En cambio, Stevie suponía algo un poco incierto, un poco indeterminado, un poco abandonado, incluso. Algo que se mira de reojo y que con eso es suficiente. Además de un cierto muro de Berlín. Porque está Stevie como una playlist de grandes éxitos populares de a lo sumo 15 temas. Y el Stevie de culto, negro, funky, de los años ´70 que suelen samplear los DJ's. A su vez, esas dos partes de la ciudad se ningunean y aborrecen mutuamente. Entonces me atraía la idea de hacer como el tour completo, tomando esas dos grandes zonas de la ciudad, pero también, todos los márgenes y suburbios.
T: Apelando a una vieja frase que dice que “escribir sobre música es como bailar un cuadro”, ¿cómo encaró este desafío, potenciado aún más en que no se trata de una biografía ni de un análisis estrictamente musical?
ES: Me gusta ese libre comercio, ese tráfico múltiple que no quita que cada arte tenga su lenguaje, de hecho yo nunca creo ni espero que haya continuidad alguna, por ejemplo, cuando un libro se “lleva” al cine. Lo que espero es que sea una buena película. Por eso decía antes que para mí escribir sobre la música de Stevie, pero con la música de Stevie y en la música de Stevie fue como tener un “tema” en una novela. Ese motivo es sólo una parte de la forma total que será la novela.
T: Si ampliamos la pregunta anterior, es notable que opta citar a escritores o pensadores para analizar al músico más que cruzarlo con pares. ¿A qué se debe esa elección?
ES: El ensayo musical no deja de ser ensayo. Y el ensayo es un género literario, que tributa a la literatura. Tal vez sería distinto si la perspectiva hubiera sido periodística, si yo fuera periodista, y sobre todo, periodista musical, pero mi perspectiva era literaria y modestamente, el conocimiento de ciertas nociones como músico.
T: Más allá de todo, ¿por qué escuchamos a Stevie Wonder?
ES: Porque su música es preciosa y altamente emotiva, y yo creo que hay que salir de lo conceptual y recuperar la emoción en todas las dimensiones estéticas.
Cultura - Novedad editorial
Lunes 16 de Marzo de 2020 - 10:14 hs
"¿Por qué escuchamos a Stevie Wonder?", facetas del genial artista
La edición forma parte de una colección dedicada grupos y artistas que en este caso fue escrita por Edgardo Scott que analiza la obra del autor de éxitos como "You are the sunshine of my life", "Higher ground" y "Youn haven´t do nothing".
Fuente: Telam