Este aniversario encuentra al Taller con una renovada energía que busca profundizar y dar mayor visibilidad a un proyecto educativo y cultural fuertemente enlazado en nuestra identidad. Taller de la Guardia, Cerámicas del Litoral, es nuestra ciudad, nuestro barro, nuestro río, nuestras manos, nuestra historia y nuestro presente. Es un modo de hacer, de aprender, de enseñar y de compartir.
En ese sentido, el secretario de Educación y Cultura de la Municipalidad de Santa Fe, Paulo Ricci, destacó en este nuevo aniversario, “la mirada que tiene el Taller hacia toda la región Litoral como un espacio cultural, histórico y antropológico que nos vincula con culturas regionales que se extienden desde el Paraguay hacia el sur, y tienen que ver con una tradición de trabajo, con esa materialidad tan particular que es la del barro y la cerámica”.
Ricci explicó que “desde esta gestión estamos impulsando un proceso de descentralización de la educación y la cultura. Este taller, ligado a un barrio muy particular de la zona de la costa, tiene por delante la tarea de conectarse con todos los otros barrios de Santa Fe. La Guardia, como taller de Cerámica del Litoral, es muy importante para llevar ese lenguaje y esa materialidad, ese arte de trabajar un material tan particular que es el barro, a todos los otros barrios de la ciudad de Santa Fe”, concluyó.
Por su parte, Huaira Basaber, subsecretaria de Educación y Cultura del Municipio, se expresó en el marco de estos festejos y sostuvo que “es una escuela que hace al barrio de donde es y le da una impronta compartiendo costumbres, ya que el barrio también hizo y hace nacer la escuela”. Además, describió al espacio como “una escuela barrio y barro; una escuela río y manos; una escuela de las personas que la hacen y la dejan crecer; un homenaje al tiempo artesanal de la costa y una manera de perderse en el tiempo de las manos y el agua; una escuela de fuego, humo y ramas; una escuela que enorgullece al litoral”.
Los comienzos
En tiempos lejanos, antes de la llegada de los españoles, anónimas manos de artesanos de estas tierras modelaron la arcilla que encontraban en la costa del río, creando bellas representaciones plásticas donde lo decorativo se entrelazaba a lo utilitario. Con el devenir del tiempo, la continuidad de esas expresiones típicas del Litoral se fue diluyendo hasta desaparecer casi por completo. En este sentido, los talleres artesanales transmiten estas técnicas para preservar el patrimonio tradicional de nuestros primeros artesanos.
El 28 de mayo de 1960, el taller de cerámica artesanal de La Guardia abrió sus puertas por iniciativa de la Municipalidad de Santa Fe. En una zona privilegiada por este recurso natural nacido del lecho del río, la arcilla, iniciaba este proyecto que no sólo buscaba revitalizar la práctica de un arte popular íntimamente consustanciado con la realidad de su medio natural y geográfico sino transformar este saber en un modo de subsistencia para la gente del lugar.
Juliana Frías, su actual directora, mencionó que “este taller nació exclusivamente para la gente de la zona, pensando en la continuidad de una tradición cerámica lugareña. Había otros emprendimientos que tenían que ver con el barro, con la materia prima, pero faltaba un espacio donde los jóvenes y los niños pudieran trabajar creativamente”.
Al principio se realizaron piezas a mano que luego eran moldeadas para ser producidas en serie y vendidas en distintos puntos del país. Así surgió la típica cerámica zoomorfa negra y bruñida que identificaba a nuestra ciudad y a nuestra región. Se trabajó en forma intensa, evolucionando visualmente a través del conocimiento y el dominio de las técnicas de preparación de la arcilla local, del modelado, del pulido y la cocción. La orientación de la producción, que buscaba un estilo regional, se inclinó hacia una temática enlazada con la realidad circundante, a través de la reproducción de la fauna fluvial.
Formación y producción han sido los dos pilares fundamentales del taller municipal de cerámica artesanal de La Guardia. Más de un centenar de niños, jóvenes y adultos se preparan en el oficio de la producción de artesanías cerámicas tradicionales, aprenden acerca del reconocimiento de la materia prima adecuada y de los antiplásticos necesarios, el buen amasado y el perfeccionamiento en el modelado de las formas.
Los alumnos investigan y difunden la cerámica prehistórica arqueológica del lugar. Observan, estudian y experimentan las técnicas de fabricación utilizadas. Obtienen y preparan la materia prima, modelan a mano por la técnica de rollos, preparan sus propios engobes sobre la base de tierras locales, confeccionan gran parte de las herramientas para la decoración de las piezas y practican la cocción. Producen formas que identifican el acervo cultural de la zona y son destinadas a la exposición en el Museo de Cerámica Regional y a la venta.
En este sentido, Frías recordó que a partir de 2000, el taller se vinculó con el Museo Etnográfico y Colonial “Juan de Garay” y se comenzaron a investigar y a estudiar las piezas cerámicas de los primeros artesanos de la región: “Que nuestros alumnos pudieran llegar al museo, tocar esos fragmentos y pensar en generar otras piezas para dar continuidad a esa tradición que se había perdido en el tiempo es muy importante”, expresó. Y agregó que esa relación dio origen a las piezas que hoy forman parte del patrimonio del Museo de Cerámica Regional “Alfredo D’Auría”. El camino recorrido por el Taller a lo largo de su historia hace que las producciones sean “muy identitarias y representen realmente la cerámica santafesina, la cerámica litoraleña”, según señaló.
Frías también destacó el valor de «instalar este espacio en La Guardia, un barrio más de Santa Fe, pero muy alejado de la ciudad, en un momento en el que los chicos y los jóvenes no tenían acceso al trabajo del arte y la artesanía”, y agregó que era “un espacio donde además de aprender un oficio, se pudiera cultivar la pasión y el amor por piezas únicas, bellas, inspiradas en el entorno del lugar, en la fauna y la flora ribereña. Actualmente, muchos vienen desde barrios alejados o desde otras ciudades a formarse en este oficio. Se trata de lo público al servicio de la gente del lugar, y al servicio del arte y del oficio, de la artesanía nuestra y de continuar una identidad regional”, concluyó.
Es importante destacar la colaboración que se recibe desde 2008 por parte de los Amigos del Taller Municipal de Cerámica Artesanal La Guardia, que colaboran con las tareas y la difusión de la actividad.
Cecilia Cavaglia expresó lo que muchos alumnos encuentran en La Guardia: «Manos mágicas, maestros artistas muy generosos que transmiten su conocimiento de una manera cuidada y responsable. Me encontré con un río al que no había visto bien de cerca, con conocimientos nuevos, constantes y continuos. Descubrí que La Guardia es la guardiana de la cultura de la región. Conocí compañeros entrañables; qué más que agradecer la oportunidad que me ha dado este lugar de descubrir en mí una pasión que no sabía que tenía».
Cerámicas del Litoral, el momento presente
Basaber expresó que “como desarrollo de las pedagogías culturales, La Guardia tiene la posibilidad de profundizar y visibilizarse como una experiencia educativa en sí misma, y como una acción cultural ya que comprende muchos aspectos integrales que no sólo están relacionados al arte sino a las culturas que nos antecedieron, a las formas creativas de actualizar esa matriz histórica de nuestra cultura, de nuestros pueblos originarios y potenciar un desarrollo en la técnica que también tiene una especificidad vinculada a la mano que piensa, esto es, seguir trabajando desde la educación y la cultura en juntar la forma y el contenido, en no tenerle miedo a los conceptos, a las ideas y a los pensamientos”.
Asimismo, la funcionaria sostuvo que “la Guardia es un espacio educativo y un espacio de producción de una cerámica que lleva en su matriz el paisaje, el río y al mismo barrio. Esto la hace ser única, en diálogo con ese espacio”. Y agregó que desde la gestión “se busca poner en valor un máximo bien cultural de nuestra ciudad que es el barro y las manos que durante todos estos años han moldeado y también han recolectado, en tiempos de cosecha, la arcilla necesaria para hacer una cerámica única en Santa Fe y en el país, específica y personalizada”.
En relación a la educación y la cultura, Basaber afirmó que “si no desarrollamos contenidos que nos puedan hacer pensar, algo lo va a hacer por nosotros. Seguramente la educación se modificará durante este tiempo que estamos viviendo, pero tenemos el gran desafío de que no nos gane la imposibilidad de seguir pensando y profundizando. Y que tenga posibilidad de acceder al conocimiento la mayor cantidad de personas, porque el conocimiento permite transformar la realidad de cada uno”.