Náufrago (Movistar Play)
Tom Hanks, en una interpretación que le valió una nominación al Oscar, interpreta a Chuck Noland, un empleado de FedEx (la película fue duramente criticada en su momento por el excesivo uso de la publicidad integrada al relato), quien emprende un viaje por motivos laborales, y sufre un accidente. Cuando el avión cae por una tormenta en el Océano Pacífico, Chuck, único sobreviviente, intentará ser rescatado pero, al notar que sus intentos son fútiles, se vale de los recursos de la isla, al tiempo que su sanidad empieza a disiparse. Si bien hay una subtrama romántica que involucra a su exnovia Kelly (Helen Hunt), lo más notable de Náufrago es todo lo que sucede con ese hombre solo, acostumbrado a vivir bajo la presión del reloj, en un lugar donde no corre el tiempo, y donde hasta una pelota de vóley se puede convertir en un símbolo de preservación de la cordura. El director de la película es Robert Zemeckis, con quien Hanks también trabajó en Forrest Gump y posteriormente en el largometraje de animación, El expreso polar.
Réquiem por un sueño (Movistar Play, Amazon Prime Video)
La segunda película de Darren Aronofsky tras la aclamada Pi ya mostraba los puntos fuertes y las debilidades de un director sumamente desparejo. Por un lado, nos encontramos con el innegable impacto visual que genera -apuntalado por su gran colaborador, el director de fotografía, Matthew Libatique-, con secuencias indelebles, abrumadoras. Por el otro, con su afán de creerse, por momentos, superior al espectador, inyectando a su obra (junto al coguionista, Hubert Selby Jr.) con una moralina innecesaria que le quita fuerza a historias que eran contundentes por sí solas. La trama que involucra a Harry Goldfarb (Jared Leto), y a su novia Marion Silver (Jennifer Connelly), dos adictos que no pueden salir del espiral, es la más endeble, con Aronofsky cargando las tintas para ver hasta dónde soportaremos. Algo de eso sucede también con el personaje de Sara Goldfarb (Ellen Burstyn), quien consume pastillas para bajar de peso de manera compulsiva, por su obsesión con ganar un concurso televisivo. Sin embargo, la poderosa actuación de Burstyn -por la cual recibió una nominación al Oscar- y ese tono pesadillesco, casi lyncheano, le da otra (bienvenida) tesitura al film, que tiene una enorme banda sonora de Clint Mansell, uno de sus aspectos más destacables.
Miss Simpatía (Amazon Prime Video)
Si el carisma de Sandra Bullock tuviera que rastrearse solo en una comedia, esa sería Miss simpatía. El largometraje del realizador Donald Petrie -quien en su filmografía nunca se movió del género, con resultados dispares- tuvo en su equipo de guionistas a Marc Lawrence, quien luego dirigiría a Bullock en Amor a segunda vista, una pequeña joyita en la que la actriz brilló junto a Hugh Grant, y que está disponible en Netflix. En Miss Simpatía se toma un recurso propio de las comedias del universo teen (el clásico makeover/transformación física que se le realiza a la protagonista) y se lo cruza con una historia policial de infiltrados y lobos con piel de cordero. Aunque esa combinación de factores está mucho más lograda en otro film con Bullock a la cabeza (Chicas armadas y peligrosas, con una hilarante Melissa McCarthy), la película de Petrie cosechó ese estatus de obra de culto que resiste el paso del tiempo. Asimismo, se agradece el guiño a Educando a Rita con la presencia de su protagonista, Michael Caine, el hombre encargado de sacar lo mejor de Gracie Heart.
Traffic (Movistar Play)
El hombre que conquistó el indie con Sexo, mentiras y video en el umbral de los 90, Steven Soderbergh, arremetió en 2000 con dos producciones bien diversas e igual de exitosas al momento de su estreno. Por un lado, el realizador filmó Erin Brockovich, la biopic que le valió el Oscar a Julia Roberts; y, por el otro, la más ambiciosa Traffic (por lo cual el cineasta cosechó la estatuilla dorada), donde ya despuntaban las inquietudes de su guionista, Stephen Gaghan, que luego plasmaría en su propio film, Syriana. Traffic, basada en la homónima serie británica, es el perfecto ejemplo de cómo los intereses de Gaghan y Soderbergh colisionaron en el proceso de creación de un film que comenzó a gestarse mientras el cineasta estaba inmerso en una obra superior: Vengar la sangre. Si bien se muestra la guerra contra las drogas con varias aristas -el principal interés de Sodebergh-, por momentos se subestima al espectador, con el uso de la fotografía de Peter Andrews que pretende diferenciar cada relato, y con algunas secuencias “con mensaje” que Soderbergh iría abandonando a medida que su filmografía fue regresando al indie, con ciertos toques pulp y depalmianos que lo volvieron más atractivo en los últimos años.
Billy Elliot (Netflix)
Billy Elliott tenía todos los ingredientes para ser un crowd-pleaser (aquellas que dejan a gran parte de su audiencia satisfecha), y efectivamente supo cómo llevarlos a buen puerto. Dentro de sus aspiraciones, se trata de una producción encantadora, con el ADN británico en cada fotograma y una ajustada dirección de Stephen Daldry. Ambientada en la huelga de los mineros en el Reino Unido a mediados de los 80, el film se centra no tanto en las ambiciones como bailarín del Billy del título (Jamie Bell) sino más que nada en la relación que entabla con su padre Jackie (Gary Lewis), cuando le expresa sus deseos de estudiar danza y no boxeo como él pretendía, y es puesto de cara al machismo. De todas formas, el joven sigue adelante con las clases (dictadas por Sandra Wilkinson, interpretada por una gran Julie Walters), y termina conmoviendo a su papá en una secuencia final que podría haber caído en lo cursi, pero a la cual el guionista Lee Hall afortunadamente le encuentra el tono justo. En 2005, el drama fue adaptado por Hall al teatro musical y la obra, con música de Elton John, obtuvo 10 premios Tony.