Gabo Ferro falleció este jueves en Buenos Aires a los 54 años dejando una obra artística que exhibe sus indómitas búsquedas y que, en el terreno estrictamente musical, regaló nuevas posibilidades para la canción como género.
Pero además de ese fenomal aporte autoral e interpretativo, Gabriel Fernando Ferro, tal el nombre con el que nació el 6 de noviembre de 1965 en el barrio porteño de Mataderos, fue historiador, narrador, dramaturgo y docente, todas facetas que abrazó con hondura y pasión.
La canción es el fantasma
“Como yo siento la canción no es ni más ni menos que el fantasma y qué es el fantasma: Una energía fina buena o mala que anima todas las cosas y que aparece cuando quiere, se expresa y se va; y el disco es una pretensión de atrapar ese fantasma”, definió Ferro su experiencia creativa a Télam en septiembre de 2016 cuando recién publicaba “El lapsus del jinete ciego”.
Sobre aquella experiencia registrada en un teatro vacío, apuntó: “Me interesó para captar y pensar el vacío de un teatro si es que eso es posible. Algunos piensan que eso redunda en la fidelidad del audio y yo entiendo que, al contrario, como en la vida real, esa ausencia puede parecer que atenta contra la buena vida real de nosotros y de las cosas, pero hay que hacerse amigo de esa aparente ausencia, de ese aparente vacío en la grabación y en la vida real”.
En relación al modo de inscribir su obra en el tiempo, sostuvo que “todos los discos que tienen una pata en el momento histórico en el que fueron hechos y son urgentes. Y a mí me gusta mucho el interjuego que se da entre la realidad y la fantasía, entre lo político peligroso y lo fantástico supuestamente falto de peligro y me gusta que se crucen esas cosas. Como la fantasía puede ser tremendamente peligrosa y como ciertas cuestiones políticas pueden ser completamente inofensivas y no hay tal cosa ni en un lado ni en el otro”.
En materia literaria y ensayística figuran el poemario “Recetario panorámico elemental fantástico & neumático” y los ensayos “Barbarie y Civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas” y “Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino”, además de “200 años de monstruos y maravillas argentinas”.
En su faceta interpretativa más allá del rock y la canción, participó junto a Haydée Schvartz en la puesta de “Four Walls”, de John Cage, para el Centro de Experimentación del Teatro Colón, protagonizó la ópera “Ese grito es todavía un grito de amor”, sobre textos de Roland Barthes con música y libreto de Gabriel Valverde, dirección musical de Juan Carlos Tolosa y regie de Rubén Szuchmacher, y junto a Emilio García Wehbi “Artaud: lengua madre”
También en clave performática protagonizó “Diabólico. La partitura y el mapa” compuesta junto con Pablo Lugones, “Derivas de La Tempestad” y la ópera contemporánea “El astrólogo”, con música y libreto de Abel Gilbert y dirección de Walter Jakob.
En 2015, mereció el Premio Konex como una de las cinco mejores figuras de la década 2005-2015 en la disciplina Canción de Autor y en abril del año pasado fue reconocido como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.