La estabilidad de la República Popular China atraviesa por estos días uno de los desafíos más importantes de las últimas décadas, con la declaración del gigante inmobiliario Evergrande de estar al borde de la quiebra, con una deuda de 305.000 millones de dólares que está impactando en toda la economía del país.
La deuda del conglomerado fundado en 1996 representa por sí sola poco más del 1% del mayor Producto Interno Bruto del planeta, estimado en más de 25 billones de dólares, y amenaza con consecuencias en el plano bursátil, con una caída de las acciones de la compañía del 80% en la Bolsa de Shangai, y financiero, ya que involucra a unos 250 bancos y entidades crediticias.
Pero el impacto también puede hacerse notar en el plano laboral y en el social, si se tiene en cuenta que la empresa tiene unos 200.000 empleados en diferentes ciudades chinas, 3.800.000 contratistas y es uno de los principales constructores de viviendas para sectores medios de la población. Por si fuera poco, es propietaria (junto a Alibaba) del club de fútbol Guangzhou Evergrande, dirigido por el ex defensor italiano Fabio Cannavaro.
El riesgo de una reacción en cadena que termine afectando a toda la economía desvela en estos momentos a las autoridades políticas y económicas del país de mayor crecimiento del siglo XXI, al punto de llegar a desafiar el liderazgo mundial a los Estados Unidos. Por lo pronto, ya hubo protestas de clientes de Evergrande en Shenzen, la quinta ciudad del país con más de 17 millones de habitantes, y las autoridades temen que los reclamos se propaguen a otros centros urbanos.
Los apremios de Evergrande son relacionados por los analistas de la economía china con la decisión del gobierno del presidente Xi Jinping de poner restricciones a la “fiebre del crédito” que desató una ola especulativa en las últimas décadas, al compás del crecimiento de la economía del país (precisamente a “tasas chinas”) y la acelerada urbanización de una nación con una tradición rural milenaria. Esa urbanización fue aprovechada por las constructoras e inmobiliarias y en ese proceso Evergrande estuvo entre los más beneficiados.
Desde su creación hace 25 años, la compañía apoyó su crecimiento en el crédito y la construcción de viviendas para la creciente clase media china, sustentada en la expansión del mercado de capitales y vendiendo millones de inmuebles en las principales ciudades chinas. Pero la decisión del gobierno chino de ponerle un freno a la “fiebre del crédito” con nuevas regulaciones derivó en una crisis de la empresa abrió un debate entre economistas y analistas financieros sobre cuál será la actitud del régimen comunista de Xi Xinping sobre su futuro.
Al respecto, según analistas del centro Sinoinsider, con sede en Estados Unidos, Pekín “no dejará que Evergrande vaya a la quiebra” porque minaría la estabilidad del régimen. Para otros, como el economista jefe de Capital Economics en Asia, Mark Williams, un rescate es poco probable, porque Evergrande “es el símbolo del apalancamiento excesivo de un sector donde los gobernantes quieren imponer más disciplina”.
Si Evergrande colapsara, sostuvo Williams, el gobierno priorizaría la ayuda a los compradores para evitar que el golpe derive en malestar social, uno de los principales temores de régimen, aunque no el único, por las extensas ramificaciones del grupo en toda la economía del país.
Al respecto, la consultora Capital Economics estimó que el conglomerado tiene 1.400.000 propiedades por terminar, con finales de obra condicionados a los problemas para vender activos y obtener liquidez.