Por segundo año consecutivo el mundo festeja una Nochebuena en pandemia, con las vacunas ofreciendo un panorama de esperanza ensombrecido por las nuevas olas de contagios que provoca la variante Ómicron, ya detectada en 110 países de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las restricciones llegaron hasta el propio corazón de la Navidad: en la ciudad palestina de Belén, lugar de nacimiento de Jesús según la tradición cristiana, el sector hotelero que esperaba la llegada de turistas se mostró decepcionado.
Con una economía basada principalmente en el turismo en esta época del año, la llegada de peregrinos cristianos se vio afectada ya que tras un confinamiento casi total hace un año, Israel, que ocupa la localidad ubicada dentro de Cisjordania, volvió a cerrar sus fronteras.
Otro punto central del culto católico, el Vaticano, no fue la excepción: como en 2020, la misa de gallo encabezada por el Papa Francisco estuvo reservada a un pequeño círculo de fieles, solo bajo invitación.
La expansión de Ómicron también afectó a miles de pasajeros en todo el mundo que tenían intenciones de viajar a su casa para Navidad y no pudieron hacerlo por los más de 2.000 vuelos cancelados ante la falta de personal.