Una familia de emprendedores santafesinos diseña y fabrica juguetes sustentables a partir de residuos plásticos cotidianos, como botellas de shampoo, bidones o tapitas de gaseosas, para educar sobre el cuidado del medio ambiente a través del juego.
"El emprendimiento nació con el propósito de evitar los basurales a cielo abierto repletos de plásticos y de educar a través del juego a los chicos del mundo", dijo a Télam José María Rodriguez, uno de los creadores del emprendimiento que forma parte del catálogo 100% Nuestro, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que muestra juguetes desarrollados por cooperativas, empresas recuperadas, trabajadores y trabajadoras registradas en el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Renatep), además de productores y productoras independientes.
"Buscamos resignificar los residuos y descartes a través del diseño para darle un nuevo uso que además suma un alto valor agregado", enfatizó.
En ese sentido, consideró: "Nuestra propuesta es divertida porque transforma objetos ordinarios en cosas extraordinarias".
Rodríguez contó que comenzó en 2016 con el emprendimiento, junto a su "compañera de vida" Daniela Czajkowski, en su pequeño taller de la localidad de Carmen, a 320 kilómetros de Santa Fe; hoy, sus juguetes se comercializan en Chile, Perú, Colombia, Panamá y México.
Actualmente, los diseñadores ofrecen una línea de robots articulados llamada Bo-Tito, y otra dedicada a autitos y camiones íntegramente hechos con plásticos de descarte, que obtienen gracias al aporte de donaciones particulares, centros de reciclados y fábricas que les proveen las piezas falladas que no se pueden comercializar.
"Con Bo-Tito, nosotros tomamos residuos del mercado y lo resignificamos con una planificación de diseño que lo convierte en un nuevo producto que volcamos de nuevo al mercado, esta vez como una herramienta educativa", describió el diseñador.
"Elegimos la figura de un robot porque entendemos que es atemporal, no pasa de moda, no respeta una morfología determinada y no tiene género", explicó.
Cuando lo lanzaron al mercado, pensaron que habían creado un objeto para divertimento de los niños, pero los usos resultaron ser múltiples, "se está usando como muñeco de apego en adolescentes y ancianos, también como objeto de colección y como escultura para exponerlo".
El diseño de los diferentes juguetes utiliza al objeto original -un envase de crema o una tapita- sin modificarlo sustancialmente, para que sea notoria la función que cumplía en la vida cotidiana antes de formar parte del juguete.
"Buscamos que se note que son elementos reutilizados y recuperados del descarte, es la forma que tenemos de dar a entender que hay una resignificación del valor de las cosas", apuntó.
"No solo producimos juguetes, también generamos una herramienta de educación que resignifica las cosas y produce una experiencia social sanadora y lúdica", indicó.