El kirchnerismo se lanzó a la conquista del poder. La estrategia “helicóptero” está en marcha, un objetivo que sus principales promotores no disimulan, al punto que manifiestan regocijo y orgullo por militar en la causa que se propone, lisa y llanamente, derrocar a Macri. Los comandantes de este objetivo tienen nombre y apellido: en primer lugar la Señora, de quien sus exabruptos se pueden disculpar ya que la chica está luchando sencillamente por su libertad y la única alternativa que le han dejado para no terminar entre rejas es que caiga el gobierno.
En la línea de comandantes de campaña se suma el señor D’Elía, quien a través de su agrupación “Miles”, y en el mejor estilo de los Toranzo Montero, Onganía o Videla, emite comunicados convocando a tomar el poder. También ganó tribunas en los recientes combates el señor Fernando Esteche, un caballero del cual nunca se supo con certeza si era un delirante de la ultraizquierda o un escurridizo agente de los servicios de inteligencia.
En esta singular trinchera de la causa nacional y popular combaten los compañeros Amado Boudou y Guillermo Moreno. ¿Hace falta agregar los nombres de Mariotto, Larroque y Cabandié? En todo caso, si algún nombre ilustre hay que sumar a la lista es el de Hebe Bonafini, la energúmena responsable de estafar a trabajadores, de propiciar el racismo y la xenofobia más desvergonzados y de fundar universidades en las que no se estudia, mucho menos se investiga, pero sí se aprende a desestabilizar gobiernos constitucionales, un ensayo pedagógico que -dicho sea de paso- a los argentinos nos costó cientos de millones de pesos, de los cuales no sólo nadie se hace cargo, sino que sus responsables se niegan a declarar ante la Justicia.
La resistencia está en marcha, pero si cambiamos el nombre de resistencia por el de guerra no cambiaría demasiado el diagnóstico. Guerra integral que le dicen. Es lo que expresó el compañero D’Elìa cuando manifestó que el objetivo es alentar todo tipo de protesta, sin importar su origen o legitimidad. Los planes de lucha de la CGT en tiempos de Illia eran prolijos manifiestos republicanos al lado de las manifestaciones de los energúmenos del kirchnerismo. Como se dice en estos casos: el peronismo siempre tiene capacidad para superarse a sí mismo, fiel a su verdad número veintiuno: cuando estamos en el gobierno robamos, cuando pasamos a la oposición, incendiamos.
Al objetivo de la denominada “Marcha de la resistencia”, lo expresó la compañera Hebe con su habitual delicadeza: “Contra la desocupación”. ¡Qué maravilla! Ahora están preocupados por los desocupados. Los que siempre estuvieron ocupados en los despachos oficiales y vivieron como jeques árabes del Presupuesto, ahora lagrimean por el drama de las desocupación, una visita que según el relato K recién llega a estos pagos.
El problema de los kirchneristas es que el pasado que ellos se empeñan en olvidar está demasiado cercano. Como se recordará, en tiempos de los Kirchner la desocupación era una palabra ausente en el relato nacional y popular. Y cuando el señor Kicillof se encontró acosado por las cifras eludió la pregunta con una respuesta que es la antología del cinismo y la desvergüenza: “No decimos el número de desocupados para no estigmatizar a los pobres”. Qué sensible.
“Inflación”, era la otra palabra prohibida en tiempos kirchneristas, como también estaba prohibido hablar de corrupción, porque se trataba de un invento de Magneto o, como dijera un cráneo de Carta Abierta: la corrupción existe, pero no es la contradicción principal. Una maravilla. Tampoco se podía hablar de federalismo o impuesto a las Ganancias, dos actuales banderas de lucha de los resistentes.
El país no anda bien y el kirchnerismo se ha propuesto que vaya mucho peor. Guerra integral que le dicen. Todo vale. Piquetes, cortes de rutas, saqueos, marchas, pero también agresiones a las autoridades, guiños a las bandas extremistas para que hagan de las suyas. No concluye allí la resistencia. Después está la actividad legal, la de superficie como les gusta decir a los combatientes. Los jueces y fiscales de Justicia Legítima; los legisladores que bloquean, traban y ensucian la cancha; los políticos mañosos que ahora han descubierto las virtudes republicanas y reclaman todo lo que no reclamaron en los últimos veinte años: federalismo, control institucional, división de poderes.
Macri hoy es la encarnación del mal. Según se mire, puede ser un oligarca, el rostro de la dictadura, un agente del imperialismo, el retorno de los gorilas de 1955. Lo que importa es que no gobierne, pero lo que más importa es que no concluya su mandato. Y para cumplir con esas adorables y civilizadas metas todo vale.
Y semejante despliegue, esas movilizaciones, para que la mujer titular de la cleptocracia más escandalosa y desvergonzada que padeció el país se salga con la suya. Pobre Marijuan. Un fiscal cuyo objetivo precisamente es acusar, debe explicar por qué dijo que la Señora estaba al borde de la prisión, cuando en realidad, si fuéramos exigentes, lo que debería explicar es por qué esta mujer sigue libre, por qué con todas las pruebas acumuladas en los expedientes aún no está entre rejas.
¿Y si los K se salen con la suya? ¿Vuelve la izquierda? Qué va. Si la distinción de derecha e izquierda la hacemos de acuerdo con los clásicos, la murga golpista esta cómoda no sólo en la derecha sino en su versión fascista y neofascista ¡Qué nadie tenga dudas al respecto!: Si los K se salen con la suya regresan D’Elía , Guillermo Moreno y Amado Boudou. De Vido será ministro, los Oyarbide se harán cargo de la Justicia con el guiño del juez regente de prostíbulos, el Morsa Fernández será designado para luchar contra el narcotráfico, y los periodistas modelos podrían llamarse Diego Brancatelli o Roberto Navarro.
Si esto ocurriera, ¿alguien podría sorprenderse de que nuestro destino fuera Venezuela?, el país que hasta tanto alguien demuestre lo contrario parece ser La Meca de los militantes kirchneristas. Por supuesto, si los K retornan la luz verde para robar, no se apaga más. Dicho con palabras más claras: la hipotética interrupción institucional, la eventual destitución de Macri, significaría el retorno de lo peor del kirchnerismo, de sus expresiones más corruptas, sus manifestaciones más violentas y facciosas.
¿Se puede hacer algo para eludir ese destino? Siempre se puede hacer algo, pero es necesario disponer de la decisión política para hacerlo. Por lo pronto, la Argentina decente, la Argentina que trabaja y estudia, debe preguntarse, como planteara Kennedy en su momento, qué está dispuesta a hacer para defender al país, para impedir que la Argentina que queremos degrade en una republiqueta bananera.
El gobierno también debe hacerse cargo de sus responsabilidades. Es verdad que quienes defienden el Estado de derecho no tienen la “ventaja” de los fascinerosos. Pero un gobierno no puede rehuir las exigencias de la autoridad, el derecho a defender el derecho. Si el gobierno en algún momento pensó que mirando para otro lado o eludiendo confrontaciones iba a desactivar a los facciosos, los hechos hoy le están demostrando que el problema a enfrentar es mucho más complicado que propagar discursos ponderando las buenas ondas o emitiendo recetas dignas de Bucay y Coelho.
El gobierno debe hacerse cargo de que no está luchando contra adversarios políticos sino contra enemigos jurados. Después habrá que ver cómo se debe procesar este diagnóstico, pero no debe perder de vista que quienes tiene enfrente no quieren ejercer la oposición o ganar elecciones, sino derrocarlo. La respuesta a este desafío Macri puede empezar a encontrarla apoyándose en los millones de argentinos que se resisten a admitir que el destino del país se tiña con las excrecencias del kirchnerismo.
Un gran acierto de Macri fue decidir no valerse del poder para despertar miedo; pero ahora, para hacer realidad un país sin miedos, es necesario que sepa usar del poder que brinda la democracia no para intimidar sino para hacerse respetar. Los facciosos se merecen esta respuesta, pero en primer lugar la merecen quienes respaldan a este gobierno y esperan una señal para saber que no están solos, y mucho menos a merced de ladrones y violentos.