Las masivas marchas contra el gobierno de Dilma Rousseff y del ex presidenteInácio Lula Da Silva copaban las principales ciudades de Brasil. Río de Janeiro, San Pablo, Belo Horizonte, Brasilia, repletas de manifestantes que piden Justicia contra las fuertes denuncias por corrupción de los máximos dirigentes de la última década.
En su mayoría vestidos con camisetas de la selección nacional de fútbol y con banderas brasileñas en alto, los manifestantes teñían las calles de las principales ciudades de verde y amarillo, convocados por grupos civiles como Movimiento Brasil Libre y Vem Pra Rua, y, por primera vez, respaldadas abiertamente por los principales partidos de la oposición.
Se veían todo tipo de carteles que responsabilizaban al oficialista Partido de los Trabajadores (PT) por la recesión económica que sufre el país y por la crisis política que tiene en jaque al gobierno de Rousseff desde que comenzó su segundo mandato el año pasado. No faltaban las alusiones en contra del padrino político de la presidenta, el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva , quien en las últimas semanas ha sido muy salpicado por el escándalo de sobornos en la petrolera estatal, y en respaldo del juez federal Sergio Moro, de Curitiba, quien lleva adelante el caso del "petrolão".
En Brasilia, más de 50.000 personas se juntaban en la Explanada de los Ministerios, frente al Congreso, y cantaban el himno nacional, mientras que en Río de Janeiro, unos 20.000 cariocas bloqueaban la Avenida Atlántica, en Copacabana, y gritaban "¡Fuera Dilma!". Similares actos se repetían en Belo Horizonte, Salvador, Porto Alegre, Recife y Belem. La más esperada de las protestas era la de San Pablo, que se realizará por la tarde, aunque grupos de manifestantes ya se podían ver llegando a la tradicional Avenida Paulista.
La expectativa es que las marchas de hoy sean igual o mayores a las que el 15 de marzo del año pasado reunieron más de dos millones de personas en todo el país e iniciaron una oleada de protestas durante todo el año que modificaron la agenda política del país y colocaron al gobierno a la defensiva.
Aunque el PT canceló la semana pasada las contra-marchas que había convocado, en la ciudad paulista de São Bernardo do Campo, militantes del PT se congregaban frente al edifício donde vive el ex presidente Lula.
Por temor a que se registren enfrentamientos violentos entre los grupos pro y contra el gobierno, la presidenta Rousseff reiteró en los últimos días llamados a la calma y a evitar los choques. El Palacio del Planalto reunió un comité especial para monitorear los actos de hoy.