Una facción del Ejército turco asegura que tiene el control del país después de que haya tomado la televisión pública, el aeropuerto internacional Ataturk, infraestructuras básicas como los puentes sobre el Bósforo y el palacio presidencial. Sería un golpe de Estado en toda regla, como admitió el propio primer ministro, Binali Yildirim, en una comunicación en la que aseguró que se trata de un "grupo perteneciente a los militares". Los golpistas han tomado como rehén al jefe del Estado mayor, Hulusi Akar.
Aunque las autoridades llaman a la calma y aseguran que mantienen el control, lo cierto es que el Parlamento está rodeado de tanques y se escuchan disparos en los alrededores del aeropuerto y explosiones cerca del Estado mayor.
A través de la televisión local, los militares rebeldes han anunciado que se ha impuesto la ley marcial y el toque de queda. Mientras tanto, fuentes presidenciales contradicen estas palabras al asegurar, casi al mismo tiempo, que el presidente Erdogan y el Gobierno continúan en el poder.