En un mensaje difundido a través del L' Osservatore Romano para la Argentina, el Papa Francisco le pidió a los argentinos que se pongan "la patria al hombro". "Esta patria necesita que cada uno de nosotros, le entreguemos lo mejor de nosotros mismos; para mejorar, crecer, madurar" aseguró el Sumo Pontífice.
Francisco confesó además que "para mí, el pueblo argentino es mi pueblo, yo sigo siendo argentino, todavía viajo con pasaporte argentino; como pueblo, son el mayor tesoro que tiene nuestra patria".
Se lamentó además no poder volver a la Argentina ni en el transcurso de este año ni en el próximo. "Hubiera querido ir a la Argentina a beatificar a Mama Antula y a cononizar al Cura Brochero, pero no puedo hacerlo, no es posible. Ustedes no saben cuánto me gustaría volver a verlos", dijo y explicó "ya están compromisos fijados para Asia, África, y el mundo es más grande que Argentina, dejo en manos del Señor que Él me indique la fecha". Desde que dejó la Argentina en marzo de 2013 para participar del cónclave en el que finalmente resultó electo para suceder a Benedicto XVI, Francisco no volvió a pisar suelo argentino.
Dirigiéndose al pueblo argentino como "queridos hermanas y hermanos", subrayó que "a mí me llama la atención que a la Argentina se le alaba por su geografía, su riqueza, tenemos de todo: montañas, bosques, llanuras, costas, todas las riquezas en minería. Tenemos todo. ¡Qué país rico! Pero la riqueza más grande que tiene nuestra Patria es el pueblo, ese pueblo que sabe ser solidario, que sabe caminar uno junto a otro, que sabe ayudarse, que sabe respetarse, es ese pueblo argentino que no se marea, que sabe encontrar sabiduría, y cuando se marea, los otros lo ayudan a que se le vaya el mareo. Yo a ese pueblo argentino lo respeto, lo quiero, lo llevo en mi corazón, es la riqueza más grande de nuestra Patria. Y aunque no podamos estrecharnos la mano, cuenten con mi memoria y mi oración para que el Señor los haga crecer como pueblo. Pueblo que se reencuentra, trabaja unido y busca la grandeza de la Patria, esa Patria que es propia, es nuestra, no es de los otros, es nuestra. Gracias por todo lo bueno que hacen cada día" , concluyó.
Por último recordó que "estamos en el Año de la Misericordia, y como despedida de esta charla, me atrevo a proponerles, como las maestras de antes, los deberes para la casa. Les propongo que en este Año de la Misericordia hagan alguna obra de misericordia todos los días o cada dos días si no pueden todos los días; y no se enojen si yo se las leo para recordárselas. Están las obras de misericordia corporales y las espirituales. En su mayoría, se toman una lista que el Señor hace en las Bienaventuranzas, en Mateo 25, en todo el Evangelio. Son obras concretas de misericordia que si cada uno de nosotros hace una al día o una cada dos días, ¡el bien, el bien, que haremos a nuestro pueblo!".
Y recordó:
- Visitar a un enfermo, visitar a los enfermos, es una obra de misericordia.
- Dar de comer al hambriento. Hay gente que tiene hambre.
- Dar de beber al sediento, tiene sed material y espiritual, a veces.
- Dar posada al peregrino, es decir, darle lugar al que no tiene casa, al que no tiene techo.
- Vestir al desnudo, es decir, que la gente tenga vestido, que no pase frio en invierno.
- Visitar a los presos. Tantas veces la Iglesia insiste sobre esto.
- Y enterrar a los difuntos.
Estas serían las siete obras de misericordia corporales.
Y otras siete espirituales:
- Enseñar al que no sabe.
- Dar un buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que se equivoca.
- Perdonar al que nos ofende. ¡Qué difícil es perdonar! Todos hoy en el mundo necesitamos perdonar mucho y ser perdonados.
- Consolar al que está triste.
- Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Hay gente que a veces nos hace perder la paciencia, y sufrir con paciencia sus defectos, es una obra de misericordia.
- Y rezar a Dios por los vivos y por los muertos.
Finalmente el Papa se despidió: "No sé, queridos hermanos, queridos compatriotas, me siento hablándoles como en casa, me acerco a ustedes en esta ocasión, donde todavía se respiran los aires de los festejos del Bicentenario y donde están estos dos hechos de la canonización del Cura Brochero y la beatificación de Mama Antula, dos personas, un hombre y una mujer, que trabajaron por la Patria y por la evangelización. Así que en medio de todo esto los saludo, les doy mi cariño, y les digo – parece un poco raro, pero lo estiro el tiempo como el elástico – hasta pronto, y no se olviden de rezar por mí. Gracias. Señor los bendiga".