El caso Seinfeld y Soprano
Los conflictos salariales que muchos actores y actrices mantienen con los canales de televisión, no son algo nuevo. Desde hace casi dos décadas o más, desconocidos actores que se encontraban de golpe y porrazo protagonizando exitosas series, buscaban ajustar sus sueldos para ponerlos a tono con los miles de dólares que esa ficción podía cobrar por publicidad. Para muestra, basta un botón: cuando Seinfeld, una serie protagonizada por tres comediantes efectivos pero casi desconocidos y un humorista creativo pero alejado de las grandes luces, pasó de ser una tímida serie "acerca de nada" para convertirse en una imperdible sitcom que revolucionaria el canon televisivo, los sueldos de los Fab Four comenzaron a crecer notablemente. De los pocos miles de dólares que ganaron en sus primeros años, la situación cambió y hacia el final de la serie Jerry obtenía un millón por episodio, y sus tres compañeros 600 mil. Si hacemos números y calculamos que cada temporada tenía más de 20 capítulos, no se trataba de un número menor.
El episodio final de Seinfeld, emitido el 14 de mayo de 1998, dejó unos números para el asombro: los 30 segundos de publicidad tenían un valor de un millón de dólares, una cifra solo alcanzada en aquel momento por el Super Bowl. ¿El rating de ese capítulo de cierre? 76 millones de televidentes. Dicen los rumores que las ganancias eran tan suculentas, que a Seinfeld le ofrecieron realizar una décima temporada por el sueldo más alto que jamás recibiría una estrella de televisión: cerca de dos millones por episodio, número que sin embargo el comediante rechazó en pos de bajar la cortina al considerar que la serie ya había dado lo mejor de sí. El brutal sueldo de Jerry por esa sitcom, sería solo superado varios años después por Charlie Sheen, que llegaría a cobrar por Two and a Half Men, un millón ochocientos mil dólares. Un número astrónomico que al día de hoy, nadie superó.
Lejos de ser insignificante, el sueldo de Seinfeld finalmente puso sobre el tablero las batallas gigantescas que hay entre actores y actrices versus canales y productores, batallas que en algunos casos hasta pueden demorar o directamente hundir a una ficción. Para el año 2002, Los Soprano era el gran drama televisivo. Su estreno había dado comienzo a la segunda edad de oro de la televisión, y su brutal retrato de la mafia de New Jersey, sumado a un moderno enfoque del drama televisivo, había generado unos cuantiosos ingresos a HBO que ningún enfrentamiento de boxeo (hasta ese momento, el gran negocio de la señal) parecía capaz de superar. Envalentonado por el éxito, James Gandolfini, protagonista de la saga mafiosa, decidió pedir un considerable aumento de sueldo que lo llevó a ganar de 400 mil dólares, a un millón por episodio. Pero hasta llegar a un acuerdo, la disputa del actor con HBO fue considerablemente extensa, y Gandolfini no dio el brazo a torcer en la negociación, logrando que el estreno de la quinta temporada se demorara un año entero (lejos de ser egoísta, luego el actor le daría de su propio bolsillo a todos los miembros del elenco, 33 mil dólares en concepto de indemnización por el trabajo perdido, e incluso peleó para que muchos de sus compañeros dejaran de cobrar 20 mil dólares por episodio, para llevarlos a obtener hasta 100 mil). El enfrentamiento de Gandolfini estableció un difícil precedente en la industria, porque a partir de ese momento, las peleas salariales serían algo habitual en muchas ficciones de éxito. Pero la pregunta más importante sería la siguiente: ¿quién regularía los sueldos de las estrellas televisivas? En ese momento, sería el rating y únicamente el rating la brújula que definiría esa situación.
Las sitcoms: millones y más millones
Las sitcoms son un negocio peligroso, porque si bien son extremadamente económicas en su realización (solo se necesitan un par de decorados y un guión sólido), muchas veces los protagonistas de una comedia exitosa suelen tener pretensiones salariales bastante abultadas. Es sabido que actualmente, las presiones de los protagonistas de The Big Bang Theory (Johnny Galecki, Kaley Cuoco y Jim Parsons) está generando una fricción que puede derivar en la cancelación del programa. El trío central, luego de mucho pelear, logró el millón de dólares por episodio, aunque pretenden ir por más (no fue un mal negocio para Parsons, que en la primera temporada ganaba apenas 60 mil por capítulo). El resto de los secundarios, atentos a estos aumentos, también está en una lucha similar.
En el contexto mencionado, resulta llamativo comparar el sueldo de Kaley Cuoco (que si bien es muy divertida en su rol de Penny, su currículum no va mucho más lejos) con el de actrices como Emma Stone o Drew Barrymore, que más allá de sus diferencias, son artistas convocantes por su nombre en sí. Y esa comparación deja en evidencia la curiosa forma de regular el sueldo de los actores y actrices. La protagonista de Santa Clarita Diet, que ya lleva más de treinta años en la industria y que protagonizó películas éxitos de taquilla, logró con Netflix un convenio considerablemente menor que el de Parsons y compañía. Por cada episodio de esa comedia caníbal, Barrymore obtiene unas ganancias de 350 mil dólares. Emma Stone y Jonah Hill, que en agosto comenzarán a grabar Maniac, su nueva comedia para Netflix, obtuvieron el mismo contrato.
Eso deja en evidencia dos cosas: por un lado que una estrella de cine como Emma Stone puede pedir un sueldo terriblemente alto en su desembarco en la tele (consideren que Taylor Schilling, de Orange Is the New Black, con varias temporadas al aire todavía ganas menos de 50 mil); y en segundo lugar, que una estrella nacida en la televisión y protagonista de un éxito, procurará siempre obtener el mayor margen de ganancias posible sabiendo que su carrera podría ser apenas un one hit wonder (porque reconozcámoslo, ¿cuántos protagonistas de sitcoms lograron dos o tres éxitos televisivos que les representaran los mismo ingresos? Para ellos, la mejor evolución en la carrera es mudarse definitivamente a la cine, cómo lo hizo Jennifer Aniston, una comediante que manejó con gran habilidad su carrera post-Friends). Lo más injusto del asunto, es que la televisión incluso tiene pésima memoria, porque una actriz como Julia Louis-Dreyfus (que con Seinfeld se convirtió en la verdadera reina de la comedia televisiva), en la actualidad y con Veep tiene un sueldo de 250 mil dólares por capítulo, menos de la mitad de lo que ganaba con Seinfeld.
La conclusión que dejan estos salarios, es una doble lectura. Por un lado, cuando se trata de desconocidos el verdadero poder lo tiene el rating, y que al contrario de lo que sucede en el cine, la televisión se maneja con las ganancias en la mano. En el cine, artistas como Tom Cruise o Julia Roberts (por poner ejemplos canónicos), suelen ser sinónimo de ventas, y sus caras en los afiches son muchas veces la mejor garantía de éxito. Y justamente por eso, es que la contracara de esa situación es que ahora la tele busca estrellas de cine para garantizar un piso de rating. Y en esa búsqueda, la trampa está en que los sueldos se dispararon considerablemente.
Cómo son los salarios en Netflix, HBO y el excepcional sueldo de las Gilmore Girls
El caso de Los Soprano no fue muy distinto al de otros dramas cuyos protagonistas también vieron crecer sus sueldos. El verdadero rey de los salarios de un drama en televisión, fue Hugh Laurie con Doctor House, que logró subir su pago y en el momento de mayor popularidad de la serie, pasó de 400 mil dólares por episodio a 700 mil, una cifra astronómica para un programa que se emitía en un canal de cable básico. En la actualidad, el actor que logró un sueldo similar aunque un poco más bajo, es Andrew Lincoln, que con su protagónico en The Walking Dead obtiene 650 mil.
Volviendo a HBO, esa señal actualmente es la que paga los mejores sueldos a estrellas televisivas de drama. El arrasador éxito de Game of Thrones, llevó a varios de sus protagonistas a pelear su salario. Peter Dinklage, Lena Headey, Emilia Clarke, Kit Harington y Nikolaj Coster-Waldau, cobraban alrededor de 500 mil dólares, y para la séptima y octava temporada, lograron ascender al codiciado millón de dólares por episodio, una cifra que los empata con aquel máximo alcanzado por Gandolfini en Los Soprano. Por fuera del elenco de Game of Thrones, el segundo actor mejor pago de HBO es Dwayne Johnson, que por su personaje en Ballers obtiene 400 mil. El salario del ex luchador resulta también notablemente curioso si se lo compara con el de Nicole Kidman y Reese Witherspoon, ambas grandes actrices que por su desembarco en HBO a través de la miniserie Big Little Lies, obtendrán por capítulo 350 mil. El último lugar de este podio de salarios de HBO lo obtiene Sarah Jessica Parker, que en su gran vuelta con Divorce, consiguió un contrato por 275 mil. Comprensiblemente, el elenco de peor número es el de Westworld, quizá la serie con mayor infraestructura y producción (junto a GOT). Debido a la enorme inversión que significa esa ficción, los actores y actrices protagonistas de esa historia (entre los que se encuentra Anthony Hopkins) recibieron un promedio de 150 mil dólares por capítulo.
Mientras tanto, Netflix se consolida a pasos agigantados en términos de inversión y coloca también la vara en lo más alto con respecto a los salarios. Cuando en 2013 debutó House of Cards, mucho se habló de lo que significaba la llegada de un actor como Kevin Spacey a la pantalla chica. Para una señal streaming que en ese momento estaba procurando consolidarse con ficciones de producción propia, incluir una estrella de ese calibre era un verdadero riesgo, pero sin dudarlo le pagaron a Spacey 500 mil dólares por episodio, quizá la cifra inicial más alta para un actor de drama televisivo.
Otro caso de Netflix que marcó un hito en términos de salario, fue el de Lauren Graham y Alexis Bledel, las Gilmore Girls. Cuando la señal streaming comenzó las negociaciones para producir cuatro episodios nuevos, se encontró con una realidad innegable: solo Lauren y Alexis son las chicas Gilmore, y sin ellas, simplemente no habría serie. Pero los ejecutivos de la señal, confiados en el éxito que podía reportarles esa vuelta a Stars Hollow, no vacilaron en cerrar la negociación por 750 mil dólares por episodio, un número gigantesco que dio sus frutos, porque la nueva temporada de Gilmore fue el segundo show de producción propia más visto de Netflix en el 2016. Ese ejemplo es probablemente el único en su especie, ya que ninguna otra estrella protagonista de algún regreso televisivo logró jamás un sueldo tan abultado, y ningún canal tradicional estuvo dispuesto a pagar una cifra tan elevada por tan pocos episodios (los actores de la vuelta de Prison Break, sin ir más lejos, apenas lograron cerrar trato por 175 mil por capítulo).
Y las monedas, para los anónimos
Con sueldos que con comodidad oscilan entre los 250 mil, los 400 mil, el millón y más, ¿qué queda entonces para esos actores y actrices que huérfanos de un nombre importante, aún están construyendo su carrera? Pues nada, o casi nada. Una de las quejas más recurrentes en la industria televisiva norteamericana, es que los salarios para las estrellas escalaron tanto, que terminó quedando muy poco margen para los actores desconocidos, que por esa situación no logran continuidad en las pantallas ni vivir de su oficio. Si un actor o actriz realiza un papel pequeño en una serie que tiene solo diez episodios al año (porque quizá la estrella central no tiene tiempo para más), deberá buscar otras ficciones porque de lo contrario no podrá subsistir económicamente con tan poco trabajo. Esta situación incluso genera lógicas fricciones en el set de rodaje, porque cuando un artista no reconocido trabaja más que un nombre famoso (pero que carga con menos escenas por episodio), y encima ese nombre famoso obtiene 50 mil dólares y el desconocido apenas 5 mil, se presenta un desequilibrio tan violento que termina resintiendo la lógica del trabajo.
Para muchos ejecutivos y productores, los abultados salarios que están recibiendo las estrellas televisivas tienen los días contados. Por lógica, las ganancias no siempre permiten esos números y de seguir obedeciendo los caprichos de las celebridades, cada vez quedaría menos margen no solo para el resto del elenco, sino también para piezas clave del equipo creativo como los guionistas o directores. Algunos consideran que tarde o temprano, la televisión deberá volver a confiar en historias sólidas que puedan interpretarse sin grandes nombres, a fuerza más de talento y menos de grandes nombres, porque para los pesimistas, son justamente esos grandes nombres los que podrían poner en jaque el futuro de muchas series.