Debe ser uno de los mejores trabajos en Hollywood: estar sentado todo el día imaginando la trama de ficciones políticas que son tan exageradamente disparatadas o bienintencionadamente idealistas -líneas argumentales que jamás podrían ocurrir en la vida real- que se convierten en una fantasía escapista que los espectadores anhelan con desesperación. Pero entonces llegaron las elecciones presidenciales del 8 de noviembre último y, finalmente, el presidente Donald J. Trump . De pronto, los guionistas de series políticas se vieron compitiendo menos entre ellos que con la vida real gracias a un presidente que transformó las tramas ficcionales en no ficción, trastocando la noción política de causa y efecto que solía ser la base de esas series.
Algunos de los más importantes creadores de ficción política de Estados Unidos se reúnen entonces en una sesión de catarsis. Entre ellos están Shonda Rhimes , creadora de Scandal -que aquí se ve por Sony, cuyo romance, repleto de intrigas, asesinatos y jugarretas palaciegas, entre una experta en imagen y relaciones públicas y el presidente de los Estados Unidos parece salido de un afiebrado sueño político-; Frank Pugliese y Melissa James Gibson, responsables de House of Cards-donde las puñaladas por la espalda y la agresión sin miramientos serán cosa de todos los días a su regreso a Netflix , el próximo martes-; Barbara Hall, creadora de Madam Secretary -un muy optimista retrato de la vida cotidiana de la secretaria de Estado que compone Téa Leoni, el único ciclo que no se ve en la Argentina-, y David Mandel, de Veep -la comedia de HBO cuya protagonista, la ex presidenta que compone Julia Louis-Dreyfus, tiene un argumento tan ridículamente absurdo que es imposible pensar que ocurra-.
-Parece que House of Cards tiene una idea clara de hacia dónde se encamina la política en los Estados Unidos, y se sabe que tienen como asesores a estrategas políticos bien informados ¿Tenían algún dato de buena fuente sobre el resultado de las elecciones presidenciales?
Frank Pugliese: -No, no sobre el triunfo de Trump. Pero sí recuerdo que durante el rodaje de la tercera temporada hablábamos de la idea de las fuerzas tiránicas y del populismo y de todo lo que eso implica. Se nos ocurrió lo de America Works ("Estados Unidos trabaja", el ambicioso programa de empleo del presidente Frank Underwood, el artero político interpretado por Kevin Spacey), que era algo que ya flotaba en el aire. No era una idea con la que nosotros estuviésemos coqueteando: parecía imposible.
-En cuanto a Veep, ¿tiene que preocuparse por lo que ocurre en la vida real?
David Mandel: -Sí y no. Dedicamos mucho tiempo a pensar qué es lo peor que un político puede decir o hacer en una situación determinada. Selina Meyer (la protagonista de la serie, interpretada por Julia Louis-Dreyfus) ha dejado la presidencia e intenta construir su legado. Termina en la República de Georgia, como veedora de unas elecciones locales, y dos tipos le ofrecen dinero para su biblioteca presidencial si está dispuesta a mirar para otro lado ante los resultados. Nos pareció lo peor que alguien podía hacer, algo que la hace quedar horrible en un sentido cómico. Pero nos hizo quedar como genios o algo así.
-¿Cuándo escribieron esa parte del guión?
David Mandel: -En mayo o junio de 2016.
-Incluso antes, las series de todos ustedes tenían pocos elementos que presagiaran lo que estamos viendo hoy, ¿no es cierto?
Shonda Rhimes: -Nosotros ya habíamos creado a Hollis Doyle (un maquiavélico magnate del petróleo con ambiciones políticas), un personaje que construimos como la opción más disparatada que pudimos imaginar como candidato presidencial. Resultó ser bastante parecido a Trump. También ya teníamos la cuestión de Rusia. Se suponía que una misteriosa mujer empezaría a hablar en ruso y que ahí uno sospecharía que los rusos estaban tratando de esmerilar al gobierno norteamericano a través de las elecciones. Y un día me di cuenta de que tenía que reescribir toda la segunda parte de la temporada. Hagamos lo que hagamos, y no importa cuántas veces la realidad nos golpee en la cara, los espectadores pensarán que escribimos las noticias.
-¿No quieren que parezca que sacan ideas de los titulares de los diarios?
Shonda Rhimes: -¡No!
Madam Secretary gira en torno a hechos actuales. La serie, por ejemplo, pareció predecir el acuerdo nuclear entre los Estados Unidos e Irán ¿El intento de escribir "al día" es deliberado?
Barbara Hall: -Sí, un poco. Pero la serie transcurre "en un futuro muy cercano". Cuando surgió la idea del acuerdo de paz con Irán, pensamos en la conclusión más dramática posible: el presidente irá a ese país a sellar el pacto. No es exactamente lo que pasó, pero se acercaba lo suficiente como para ser una especie de futurología de la tapa de los diarios. El desafío que enfrenta cualquier serie que no intenta escribir sobre la actualidad ni adelantarse a las noticias es cómo contar una historia verosímil. Todo pasa a tal velocidad que cuando uno terminó de escribir un capítulo, tiene que cambiarlo al otro día para no perder la delantera a manos de los noticieros.
-Hasta 2016, ¿el escenario político era tan impredecible?
Frank Pugliese: -Ahora competimos con los canales de noticias 24 horas. Para mí, la naturaleza misma de escribir para la televisión tiene que ver con dejar tan satisfechos como insatisfechos a los espectadores: frustrarlos y crear cierto grado de ansiedad, dejando cosas sin resolver para que la historia no pierda fuerza. Y lo difícil es que hay canales de noticias que hacen lo mismo, pero con los políticos y durante las 24 horas.
-¿Con Trump eso ocurre más que antes?
Frank Pugliese: -Trump es tan frustrante, confuso e irreconciliable como cualquier personaje de TV. Es el villano por antonomasia. Me hace pensar en Los Soprano o en el Don Draper de Mad Men. Y ahora vive en la Casa Blanca, y no a la vuelta de la esquina.
Melissa James Gibson: -Cuando miro a Trump, veo a un setentón blanco aterrado por los cambios en el mundo que lo rodea. Alguien que intenta aferrarse con uñas y dientes a nociones perimidas, como las fronteras y todas esas cosas.
-Es lo opuesto a Frank Underwood, ¿no? Porque Frank intenta controlar el mundo de manera muy metódica.
Frank Pugliese: -Exacto.
Melissa James Gibson: -Frank es un hijo del sistema, mientras que Trump llega de afuera. Ambos tienen una relación interesante con el sistema.
Frank Pugliese: -Es fascinante ver el modo en que Frank intenta manejar el caos. Y tal vez Trump también. Ya veremos.
-Shonda, tu serie es la más extremista de las que están representadas en esta mesa. ¿Sientes que tienen que redoblar la apuesta para superar ese disparate que es la realidad?
Shonda Rhimes: -Nuestro programa es básicamente una serie de terror. (Risas.) Lo digo en serio. Nosotros decimos que en Washington son todos monstruos y que si la gente supiera lo que pasa entre las sábanas y tras las puertas cerradas, quedaría aterrada. Y como es una historia de terror, nuestras criaturas pueden hacer cualquier cosa. Se la pasan asesinando gente y siempre se salen con la suya. Pero ése era el mundo de la era Obama, cuando nuestro público estaba contento con lo que pasaba en Washington y había optimismo. Con la luz prendida, uno puede contar la peor historia de miedo y no pasa nada. Pero ahora la luz está apagada, y creo que la gente ya no quiere historias de terror, sino que alguien encienda una luz de esperanza en alguna parte.
-¿Creen que entre sus espectadores hay gente que apoya a Trump?
Shonda Rhimes: -Entre el público que mira mis series [N. de la R.: además de Scandal, las series de Rhimes en el aire incluyen a Grey's Anatomy y How to Get Away With Murder) no creo que nadie apoye a Trump. Yo soy negra, abortista, liberal y feminista. No creo que haya muchos seguidores de Trump que sigan mis series.
-¿Las series son criaturas en sí mismas que se desarrollan más allá de la identidad de sus creadores?
Shonda Rhimes: -Claro. Pero el caso de Scandal es distinto, porque era de contenido político y en ese sentido era muy diferente a las otras series que produzco. La ambienté a propósito en una Casa Blanca republicana. Me tenía harta que la TV me mostrara siempre el mismo lado de la historia, así que me pareció interesante intentar humanizar ese otro lado completamente opuesto.
-Barbara, supongo que a ustedes les pasa algo parecido, ¿no?
Barbara Hall: -En realidad, no. Yo quería hacer una serie en la que los personajes hablaran de política sin alienar a la otra mitad de la audiencia. Hace tres años, cuando se estrenó Madam Secretary, ya me parecía que la discusión estaba demasiado polarizada. Nosotros hablábamos de política exterior, que no es tan partidista como la política interior, al menos en los Estados Unidos. La opinión de la gente sobre política exterior suele ser posfáctica, así que cuando pasa algo a nivel internacional se transforma en un problema a resolver: primero soltemos la bomba atómica y después vemos lo que pensamos. Así que en la serie demoramos todo lo posible las identificaciones partidarias y después nos dimos cuenta de que en realidad no había necesidad de hacerlo. La gente empezó a entender lo que hace el Departamento de Estado y cómo se enfrenta con las maquinaciones internas del gobierno de turno sin necesidad de tener que elegir bandos.
-Dave, en Veep ustedes no tienen restricciones de ningún tipo.
David Mandel: -Yo soy "el nuevo", porque me sumé a Veep el año pasado. Cuando Armando Iannucci, que es británico, creó nuestra comedia, evitó a toda costa la identificación partidaria de los protagonistas. Si uno se fija en serio en las posiciones políticas de Selina, se da cuenta de que hay un poco de todo. Toma de los dos lados. Si hablás con la gente de Washington, tanto demócratas como republicanos están convencidos de que Selina y todos los que trabajan con ella -especialmente los más incompetentes- pertenecen al partido contrario.
Shonda Rhimes: -¿Nunca identificaron a qué partido pertenece Selina?
David Mandel: -Nunca.
Shonda Rhimes: -A mí siempre me pareció claramente republicana. Pensé que lo habían dicho en algún momento de la ficción. Fascinante.
David Mandel: -Dicho esto, la idea de convertirla en ex presidenta se nos ocurrió hace dos años, cuando hablé por primera vez con Julia Louis-Dreyfus sobre su papel. Era la era pre-Trump, pre-Hillary, pre-todo lo demás. Y la verdad es que ahora nada me pone más contento que no tener que hablar más de la Casa Blanca.
-Como escritores de comedia, ¿no se sienten tentados por el tema Trump del día?
David Mandel: -No, porque no hacemos un programa de actualidad. Si fuésemos Saturday Night Live, genial: Trump hace algo un miércoles y el sábado sale nuestra versión al aire. Pero si lo que pasa un miércoles recién se ve ocho meses después, no tiene nada de gracia. Veep nunca tuvo que ver con la política del momento, sino con la política en general. Recién alguien habló de mostrar el detrás de escena de lo que pasa en Washington y reflejar cómo son los políticos en realidad. La gente que vive en el ala oeste de la Casa Blanca no es buena: es gente sucia que dice cosas espantosas y que está desesperada por el poder. Lo tomamos desde la perspectiva de una comedia. Pero creo que ustedes enfocan el tema del poder desde una perspectiva dramática y lo hacen muy bien.
Melissa James Gibson: -Lo interesante de Trump, sin embargo, es que ha convertido el subtexto en texto. Cuando Frank Underwood mira a cámara y revela algo al público buscando su complicidad, es lo mismo que hace Trump.
Barbara Hall: -En Washington hay muchísima gente que quiere hacer las cosas bien, yo conozco a varios. Así que nuestros personajes creen de veras en lo que hacen. En ese sentido, nuestra serie es "aspiracional". Queremos que sea realista, que muestre gente que se equivoca, pero a la que la impulsa eso que querríamos que impulsara a todos los políticos en la vida real.
Frank Pugliese: -Es raro cuando la política, el entretenimiento y el periodismo se empiezan a mezclar en una misma cosa. Es un poco triste.
-¿House of Cards no proviene de la idea de que "Washington no es como lo muestran en The West Wing, así que basta de idealismo y vamos con el cinismo"?
Frank Pugliese: -Mi mamá siempre dice: "Yo siempre supe que era así". (Risas.)
Shonda Rhimes: -El único rasgo optimista o aspiracional de Scandal es que a pesar de todas las cosas espantosas que hacen sus protagonistas, la investidura presidencial sigue siendo sagrada y, por lo tanto, no hay peor crimen que meterse con eso.
-¿Hasta qué punto sienten que están compitiendo con ese reality show en el que se ha convertido la política norteamericana? ¿Si hubiese ganado Hillary Clinton su trabajo sería distinto?
David Mandel: -Supongo que todos aquí lo pensamos: ¿no será que la gente está tan harta de todo que prefiere sentarse a mirar una serie ambientada en un basurero que cualquier cosa que tenga que ver con Washington?
-Shonda y Barbara, ¿han notado algo en los ratings que indique que el interés por Trump hace que la gente se interese más por sus series políticas? ¿O ocurre lo contrario?
Barbara Hall: -La única vez que advertimos cierto hartazgo fue cuando nos metimos a recrear unas elecciones que se prolongaron durante demasiados episodios. Para colmo, esa historia salió al aire justamente en la época de las elecciones, y entonces sí empecé a recibir comentarios del público que quería que el asunto de las elecciones en la serie se resolviera de una buena vez. (Risas.)
Shonda Rhimes: -Justo después de las elecciones recibimos un aluvión de tuits para Kerry Washington que decían: "¿Por qué Olivia Pope (su personaje en Scandal) no arregla todo este asunto?". (Risas.)
-¿Escribieron algún escándalo político capaz de terminar con las carreras de sus personajes, que dada la situación actual ya no sería tan grave?
David Mandel: -La protagonista de Veep viene de cinco años de errores constantes que la derrotaron. Ella quería llegar a la presidencia y finalmente lo hace, pero por la puerta de atrás, y siempre haciendo fuerza. Cada vez que se producía una filtración de información, o tuiteaban algo en contra de ella, o un micrófono quedaba abierto, su imagen quedaba por el piso. Y resulta que ahora entramos en un mundo donde esas cosas pasan y donde no sólo no causan ningún efecto, sino que a veces el presidente se siente alentado a llevar la cosa todavía más lejos.
-¿Alguno de ustedes sintió la responsabilidad de intentar hablarle al votante de Trump? ¿Hay algo de verdad en esa idea de que Hollywood no logra llegar al votante de Trump?
Shonda Rhimes: -Realmente me ofendió esa idea de que hay que prestarle más atención en las series a la gente pobre que no es negra. Me parece una locura pensar que lo que necesitan es más TV. Televisión ya tienen. (Risas.) Y pensé que a quien realmente hay que hablarle es a ese 50 por ciento de la población que no fue a votar. Son ésos lo que necesitan comprometerse más.
-Si fueran los guionistas de la presidencia de Trump, ¿para dónde creen que iría la historia a partir de ahora? ¿Qué es lo más dramático que podría pasar?
Frank Pugliese: -Me gustaría saber quién va a educar a Donald Trump y cómo. Y aprovecharía ese rasgo de personaje televisivo que ya de por sí tiene.
Shonda Rhimes: -Lo más dramático que podría pasarle a Trump es que sufriera una transformación. Que se convirtiera en un héroe y que hiciera una excelente presidencia: ésa es la más dramática, loca y bizarra situación que podría ocurrir.
Barbara Hall: -Adhiero a ambas ideas: me gustaría ver tanto su educación como su transformación. Si estuviésemos en Madam Secretary, mi serie, la que se ocuparía de ambas cosas sería su secretaria de Estado, una mujer. (Risas.)
-¿O sea que concuerdan en que lo más dramático que podría pasar, en un guión televisivo clásico, es que ocurriera algo inesperado? ¿Así se hace una serie?
Melissa James Gibson: -Subvertir las expectativas.
-¿Ustedes habrían mostrado una mayor fricción interna en los partidos políticos?
Shonda Rhimes: -Si nuestra realidad fuera una serie, definitivamente lo mejor dramáticamente habría sido que otros republicanos olfateasen la oportunidad de alzarse con el poder. No entiendo cómo todos se encolumnaron detrás de él sin chistar. Yo habría dicho: "Es nuestra oportunidad. Podemos voltearlo, hacerle juicio político, deshacernos de él. Podemos quedar como rectos y valientes, y no como pusilánimes que le tienen miedo a todo".
Traducción de Jaime Arrambide