Los disturbios empañaron hoy, por segundo día consecutivo, la cumbre del G20 en Hamburgo, una cita que el anfitrión alemán y la ciudad que la acoge deseaban que fuera impecable.
Coches ardiendo, 159 policías heridos, jóvenes encapuchados enfrentándose a vehículos antidisturbios, lanzamiento de cócteles molotov y agentes tratando de dispersar a los alborotadores eran las imágenes del día, en contraste con el correcto primer cara a cara del presidente estadounidense, Donald Trump, y el ruso, Vladímir Putin.
El diario Der Spiegel afirmó, citando fuentes policiales, que las autoridades de esta ciudad del norte de Alemania han pedido refuerzos al contingente actual, formado por unos 19.000 efectivos.
Las manifestaciones violentas contra la cumbre son "inaceptables", condenó la canciller alemana, Angela Merkel, en una comparecencia al término de las reuniones plenarias, y lamentó las agresiones sufridas por agentes policiales.
"Las manifestaciones violentas ponen en peligro vidas humanas", añadió, en su calidad de anfitriona de la reunión de los líderes de las principales potencias industriales y países emergentes.
En sentido parecido se pronunció el presidente del país, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, quien como Merkel agradeció la labor desarrollada por los agentes.
La canciller reiteró su "comprensión" hacia las marchas de signo pacífico que se desarrollan estos días en Hamburgo.
Desde su Gobierno se ha insistido en que la crítica al G20 es "bienvenida" siempre que sea pacífica, en un claro mensaje de normalidad democrática en un país donde se garantiza la libertad de expresión, frente a la situación de otros miembros del grupo.
A falta de lo que ocurra hasta el final de la cumbre, mañana sábado, el balance deja dudas acerca de la oportunidad de elegir el centro de una ciudad como Hamburgo, con 1,7 millones de habitantes y barrios conflictivos o con tradición de combativos, como St Pauli, para acoger la cita de los más poderosos.
Estaba claro que la cumbre suponía un desafío logístico y policial, con invitados incómodos para la izquierda radical como Trump y una veintena de actos de protesta de distinto orden, desde imaginativas acciones en formato artístico o festivo a la posible presencia de hasta 8.000 extremistas o antisistema.