No somos pocas personas las que hemos conocido a un gato de lo más cariñoso que parece estar encantado con las caricias que le propinamos y, un minuto después, nos muerde o nos da un zarpazo.
Aunque podamos considerar que 4.000 años es una cantidad de tiempo suficiente para que una especie se adapte completamente a la vida en sociedad, no parece ser el caso de nuestro compañero. Y es que los gatos domésticos muestran una divergencia genética relativamente reducida respecto a sus ancestros. Es decir, sus cerebros todavía están programados para pensar como un gato salvaje.
Estos llevan vidas solitarias e invierten un tiempo y un esfuerzo considerables en comunicarse de manera indirecta, mediante mensajes visuales y químicos, para evitar relacionarse demasiado. Los humanos, por su parte, somos seres inherentemente sociales para los que el acercamiento y el contacto son muestras de afecto.
Aunque a muchos gatos les gustan las caricias, deben aprender a disfrutar de la interacción con humanos durante su corto período de adaptación (de las dos a las siete semanas de vida).
Un felino tolerante no es necesariamente un gato feliz. De hecho, los niveles más altos de estrés se observan en mascotas cuyos dueños afirman que se muestran conformes con las caricias en lugar de demostrar que no les gustan.
La clave para triunfar es conceder al felino la capacidad para elegir y controlar las interacciones. Por ejemplo, es importante que manifieste si desea recibir cariño y que controle la zona de su cuerpo en la que está dispuesto a ser acariciado y durante cuánto tiempo.
También es importante prestar atención al comportamiento y a las posturas que adquiere durante las interacciones para asegurarnos de que está cómodo. Al establecer contacto físico, menos es más.
Como norma general, a la mayoría les encanta que les toquen alrededor de las zonas en las que se localizan las glándulas faciales, como la base de las orejas, bajo la barbilla y cerca de las mejillas. Por el contrario, no disfrutan tanto del contacto en la barriga, el lomo y la base de la cola.
Signos de disfrute:
• Mantiene la cola erguida e inicia el contacto.
• Ronronea y hace algo parecido a amasar con las patas delanteras.
• Mueve suavemente la cola de lado a lado mientras la estira en el aire.
• Exhibe una postura y una expresión facial relajadas, con las orejas apuntando hacia delante.
• Te empuja con cariño si detienes las caricias, para indicar que continúes.
Signos de rechazo o tensión:
• Mueve o voltea la cabeza en tu dirección contraria.
• Se muestra pasivo (no ronronea ni busca el contacto físico).
• Parpadea de forma exagerada, sacude la cabeza o el cuerpo o se lame la nariz.
• Se asea repentina y apresuradamente durante poco tiempo.
• Se le eriza el pelo o contrae la espalda.
• Mueve o agita la cola o golpea con ella.
• Aplana las orejas y las orienta hacia los lados o hacia atrás.
• Gira bruscamente la cabeza para enfrentarte a vos o a tu mano.
• Te muerde, aparta o golpea tu mano con una pata.