Si aún después de dormir varias horas y con sueño profundo, te despertás cansado, con sensación de pesadez en el cuerpo, desánimo y fatiga, algo no está bien.
Lo primero que debemos tener claro es que el cuerpo duerme en ciclos. Por más que los seres humanos seamos muy adaptables, finalmente, el cuerpo y la mente funcionan mejor si llevamos una vida con patrones estables.
Si, por ejemplo, todos los días me levanto a las 7 de la mañana y antes de las 9 de la noche ya estoy en la cama, pero el fin de semana cambio ese patrón, mi organismo va a confundirse. En esos casos, me despierto cansado, independientemente de las horas que duerma.
Lo normal es que tengamos cinco ciclos de sueño, de 90 minutos cada uno, por noche. Cada ciclo, a su vez, se divide en cuatro etapas. El punto es que, si cambio los horarios de descanso, es posible que me despierte en el momento equivocado: antes de completar todo el proceso.
A veces, el motivo más obvio para que nos despertemos cansados son los trastornos del sueño, cuando tenemos dificultad para dormirnos, o nos despertamos varias veces por la noche. Otro es la apnea del sueño, patología por la cual una persona hace pausas en la respiración mientras duerme.
El consumo de algunas sustancias, como el alcohol, provoca somnolencia, pero después impide que podamos dormir profundamente. Algo muy similar ocurre con ciertos medicamentos, especialmente los sedantes. Otro de los enemigos de un buen descanso es el café. Lo mejor es no consumirlo al menos cinco horas antes de ir a dormir.
Si antes de acostarnos nos ponemos a pensar en ciertas cuestiones, se genera “ansiedad nocturna” y daña el descanso. El estrés es un gran problema. Ese malestar hace que permanezcamos alerta, incluso durmiendo. Un consejo es es acudir a técnicas de relajación.
También es muy frecuente que haya cansancio al despertar si no se cuenta con una buena higiene del sueño. Mucha luz, ruidos o altas temperaturas, por ejemplo, lo impiden.
Lo anterior también está relacionado con los malos hábitos diurnos. Mirar pantallas antes de dormir no favorece el descanso. Tampoco ingerir comidas copiosas, especialmente si contienen mucho azúcar. No hacer ejercicio en el día afecta así mismo al sueño tranquilo.
Por otro lado, cuando hay problemas con la microbiota intestinal, esta afecta a la producción hormonas y neurotransmisores, que son necesarios para relajarnos.