La ansiedad nocturna se puede definir como una condición angustiante que causa conmoción, intranquilidad o preocupación, y que impide conciliar el sueño.
El problema puede ser puntual o aparecer muy de vez en cuando; sin embargo, hay quienes la sufren por extensos períodos. Puede obedecer a distintas causas. La persona se siente somnolienta, pero sus pensamientos negativos la mantienen despierta. Así, entra en un círculo vicioso, en el cual mientras más se preocupa, menos logra relajarse.
Causas y síntomas más comunes:
En la mayoría de las manifestaciones hay una o varias razones subyacentes, entre las cuales podría encontrarse:
Estrés. La acumulación de problemas sin resolver es una de las causas más conocidas del insomnio. Todos esos eventos se presentan con fuerza cuando bajamos las defensas y nos preparamos para dormir. Ya no hay nada con lo cual distraerse.
Preocupaciones irracionales. Muchas veces lo que nos causa ansiedad no ha sucedido, ni es probable que acontezca en un futuro próximo. Pero, igual sigue dando vueltas sin parar en la mente. Son las preocupaciones ficticias o anticipadas.
Asociación de eventos. En ocasiones la ansiedad hace su aparición por asociación de ideas, y entonces la experimentamos, aunque los acontecimientos no se den. Por ejemplo, si en las noches el padre llega irritado y castiga a los hijos, estos sentirán el temor aun en los días en que no acontezca. Sencillamente, lo están esperando.
Respuestas corporales. Las molestias físicas nocturnas son muy conocidas; por ejemplo, dolores de estómago o de espalda, acidez, artritis, etc. Así que, las mismas, al no haber otras distracciones, nos permitirán concentrarnos en su presencia. Esto provoca una ansiedad, real, que estorba para dormir.
Algunos otros síntomas físicos asociados a la ansiedad nocturna son taquicardia, temblores, entumecimiento, calor o frío en exceso y sudoración. También se puede sentir mareos, vértigos, náuseas, dolores musculares generalizados, presión en el tórax que impide respirar y fatiga.
Hábitos para prevenirla y superarla
Hacer ejercicio: la actividad física es saludable para cuerpo y mente, ya que contribuye a la liberación de neurotransmisores que producen bienestar, como las endorfinas. Ayuda a reducir el estrés, por la disminución en la circulación de cortisol. Y al estar más cansados, podremos dormir con mayor facilidad. Pero no debe hacerse en la noche porque esto estimula el sistema nervioso. Tampoco debemos excedernos, a ninguna hora, o podríamos sufrir de síndrome de sobreentrenamiento.
Comer bien: la sana alimentación está relacionada con el bienestar general. Una vida saludable traerá consigo buenos hábitos de sueño y ayudará a la prevención del insomnio.
Evitá acostarte con el estómago vacío o comer en exceso. Una ingesta pesada dificultará la conciliación del sueño y si se une a algunos motivos de preocupación en la mente, aparecerá la ansiedad.
Prestar atención al consumo de estimulantes: si sos sensible a la cafeína es preferible que no tomes té ni café después de la 6 pm. Las sustancias estimulantes, como teobromina y taurina, activan el sistema nervioso y dificultan la conciliación del sueño.
Mindfulness: ha resultado positivo para combatir el estrés. Se trata de una metodología de meditación y relajación, que trabaja la concientización del estar aquí, en el momento presente.
Establecer un horario diario: levantarnos y acostarnos todos los días a la misma hora permite que los ritmos circadianos se estabilicen y, por ende, el sueño de calidad se genere de manera natural. Una forma de lograrlo es manteniendo un control estricto sobre el uso de los aparatos electrónicos. Aparte del entretenimiento que estos aportan, se ha descubierto que la luz emitida por los mismos es un poderoso estimulante.
Ante esta situación lo primero que se debe hacer es detectar la fuente del problema y así tomar las medidas necesarias para corregirla. Si no se logra descubrir el origen o que mejoren los síntomas, entonces deberías visitar a un psicólogo.