Quimsa es famoso por ser un equipo regular –fue el mejor en toda la temporada- y equilibrado, pero seguramente es más famoso por su ofensiva. Porque tiene muchas variantes y un gran juego colectivo. Porque vuela en la cancha y porque, en el fijo, fluye y es devastador con su tiro de tres –el que más anota, con 10, y el de mayor eficacia, con 36%-. Pero, para ganar en grande hoy en día, todos lo sabemos, se necesita de una muy buena defensa, sólida, consistente, eficaz, sacrificada. Y la Fusión demostró, nuevamente, tenerla. Lo hizo ante el equipo con mejor ofensiva de la competencia –al menos el que más anota-, que cuenta con muchas figuras y nombres con puntos en la mano. Más allá de sus buenos momentos ofensivos –que los tuvo-, del gran partido de sus bases –el PT de Copello y el ST de Baralle, de los momentos interesantes de Mainoldi y Cosolito, fue su marca la que por varios lapsos detuvo al Ciclón. Así fue que lo dejó en 68 puntos, con 28-70 de campo dobles y 6-24 triples. Esta fue su llave para ganar el Juego 1 de estas Finales LNB al mejor de cinco partidos y acá desmenuzaremos cuál fueron sus méritos.
En el primer tiempo la defensa fue la principal virtud que les permitió a los santiagueños llegar a tener una ventaja de 13. Había arrancado mejor San Lorenzo con la propia –forzó cuatro pérdidas-, siguiendo el eficaz camino de las semifinales, cuando se puso el overol ante San Martín y se llevó la serie. Pero, de a poco, Quimsa se adaptó rápido y empezó a desplegar su ya famosa ofensiva: más pases y los tiros que debe tomar. Porque, sabemos, anotadores tiene. Pero, lo principal, es que no le dio ninguna opción a su rival en el 5 vs 5. San Lorenzo sólo hizo daño cuando corrió –al principio y al final de la etapa- o cuando llegó jugando, generando en los primeros segundos de la posesión. Así fue que, en 17 minutos, San Lorenzo sólo anotó 20 puntos, con 7-23 de campo y con un devastador 0-7 triples.
Fue entonces cuando sacó 13, con un bloque defensivo muy intenso y ajustado. La alineación con tres ala pivotes fue muy versátil y eficaz. Diez, como en toda la temporada, se bancó a un adversario más alto de la talla de Acuña. Y el resto achicó espacios y contuvo a San Lorenzo, especialmente a Vildoza, el jugador más creativo y peligroso del rival, que sólo apareció por momentos y su equipo lo extrañó, sobre todo en ese primer tiempo.
Pero, claro, San Lorenzo tiene jerarquía. Y la tiró en la cancha en los últimos 2m30 de ese etapa, cuando metió un parcial de 9-2 para achicar a seis (35-29). Esa reacción le cambió la cara. Y el semblante a sus jugadores. La reacción pasó de emocional a deportiva. Aparecieron argumentos colectivos e individuales, como Romano, Vildoza y hasta Defelippo con una bomba. CASLA pasó al frente por 41-40.
Ahí, de a poco, aparecieron los atributos que la Fusión mostró toda la temporada. Personalidad, oficio, lucidez y, sobre todo, su defensa. Con baluartes, desde la experiencia, como Cosolito y Mainoldi. Pero sobre todo respondió como equipo. Primero, con un parcial de 9-0, retomando su defensa colectiva. Quimsa ajustó. Por caso, cuando se dio cuenta que Fjellerup le hacía daño con espacios, se cerró mejor sobre él. Mantuvo aislado a Vildoza, no permitió la generación de Penka y se cerró muy bien cuando la pelota llegó abajo. Desafió los tiros y no permitió que San Lorenzo, un equipo anotador, tuviera una buena noche. Y lo hizo como bloque, limitando las faltas –San Lorenzo sólo lanzó ocho libres-.
Lo otro lo hizo en ataque, claro. Con un Baralle mágico, apoyado por los veteranos que conocen de esto. Está claro que Quimsa es un equipo que tiene todo. No sólo puede ganarte con ataque, sino también con defensa. Los verdaderos equipos son así. Ahora le toca a San Lorenzo responder como tal. Ya lo hizo antes, lo puede hacer de nuevo. Por eso ambos están en esta apasionante final de la Liga Nacional.