La mía y la de tantos argentinos. Aunque, más que la vida, la pasión que mueve muchas almas es la que vuelve a rodar, esa pasión de la que se alimentan en sentido literal y figurado una gran porción de los varones de esta patria.
Desde este fin de semana -y vaya uno a saber hasta cuando- la redonda deja el papel tristemente secundario que vivió las últimas semanas allá lejos de su hábitat, entre escritorios, oficinas e hipocresías varias para retomar su protagonismo. Sus caprichos y sus poderes tan incorruptibles como ilógicos definirán quiénes comenzaran la semana con una sonrisa y quiénes no.
No es placentero mirar hacia atrás, pero debemos hacer el esfuerzo para superar con la mirada el pantanoso verano que se va, para observar, allá lejos, el punto desde el cual Tatengues y Sabaleros deberán seguir tejiendo su realidad. Porque más allá de que solo un tercio de los entrenadores continúen en sus cargos, más allá de que se produjeron deserciones importantes de futbolistas que se han ido de nuestro fútbol por diferentes posibilidades de crecimiento -económicas, deportivas y otras- y más allá de que el paréntesis entre el último partido oficial y este allá sido eterno, lo que viviremos de aquí en más no es un torneo nuevo, sino una continuidad de lo vivido desde agosto hasta diciembre.
A partir de ello el análisis se modifica, porque lo pasado en el último trimestre de 2016 es una herencia que nadie puede rehusar. El punto de partida se encuentra a mitad de camino y esto complejiza las conclusiones parciales que podamos esgrimir.
Los objetivos en nuestra ciudad se enfocan en el día a día. Ningún protagonista osa decir una palabra de más. Nadie se atreve a prometer nada y es entendible porque en este deporte todo puede pasar y porque pronunciar objetivos con firmeza puede ser un arma de doble filo en nuestro enfermo fútbol. El deseo apunta al cielo seguramente en el Barrio Centenario y en la Avenida -al cielo que sus realidades y sus planteles permiten apuntar-, pero asumir públicamente ese deseo seguramente se emparentará erróneamente con una promesa de campaña, y en caso de no arribarse a la meta apuntada los protagonistas serán tildados rápidamente de fracasados y algunas cabezas rodarán en consecuencia. Cosas que ocurren porque el pueblo coloca a este deporte, que más allá del negocio es un deporte ya que el azar y la redonda juegan cartas vitales en cada mano, en un lugar equivocado.
Amén de todo esto, las expectativas se han adueñado de la pasión y la razón de rojiblancos y rojinegros. Y hay razones deportivas para hacerlo por el manifiesto hecho que si bien estos planteles no están por encima de todos, tampoco están por debajo de la mayoría.
Unión a partir de la continuidad y el crecimiento de una idea que lleva tiempo consolidándose en el club y a partir de la aparición de pibes que llegaron para quedarse, para hacer más largo el plantel y para transformarse en refuerzos silenciosos y gratuitos, sustenta un equipo equilibrado y un armonioso andar que hoy lo tiene en una zona de confort muy meritoria. Una zona a la que ha arribado por méritos propios.
Colón es una ingógnita. Pero goza de buena salud por el colchón de puntos que dejó la etapa de Montero, y genera ilusión por el cambio de timón. Una apuesta diferente, a un entrenador que busca enfrentar los partidos desde el protagonismo. Un entrenador que además ha recuperado jugadores y que ha devuelto a piezas vitales a su lugar preferido del campo. Y un entrenador que contará con incorporaciones que prometen potenciar lo existente.
Las realidades fueron diferentes el semestre pasado, pero en puntos ambos están, por poco, a un lado y al otro del gran sueño de competir internacionalmente. Y en un ámbito tan inexacto, tan desconcertante e irregular como el torneo argentino todo puede pasar, aunque claro está, que no clasificar a alguna copa no debe ser el parámetro para definir las campañas. Hay otros frentes que considerar, algunos son internos y tienen que ver con cosas difíciles de cuantificar, como la construcción de identidad y la consolidación de productos genuinos. Pero hay otros visibles, como por ejemplo el promedio, ese que probablemente en pocos meses se lleve a muchos clubes puestos y que tanto los de Domínguez como los de Pumpido deberán reforzar permanentemente. Las conclusiones serán a final de campeonato, pero para que sean positivas los planteles santafecinos vienen preparándose desde hace largo rato.
La pelota ha regresado, pero nadie puede asegurar hasta cuando seguirá rodando. El tiempo dirá. Por lo pronto, disfrutemos del juego. Porque así como yo no sé dónde va a parar la pelota, tampoco creo que sepa usted.