Cultura - NAVIDAD

Viernes 25 de Diciembre de 2015 - 19:44 hs

La oferta cultural de París brilla en respuesta a los atentados

“Nada impedirá que los espectáculos existan ni que los artistas compartan su emoción".

Actualizado: Lunes 14 de Marzo de 2016 - 15:09 hs

El viernes pasado todos los espectáculos de Francia, sin perder su nombre, compartieron título: Ma place est dans la salle. Mi lugar está en la sala. Un cartel, un manifiesto y un sitio internet amparaban ballet y teatro, cine y exposiciones, música popular y clásica. “Para clamar al mundo entero que nada ni nadie podrá impedir que los espectáculos existan, que los artistas defiendan la libertad de expresión y quieran compartir su emoción con el público”.

Coincidencia en un año sacudido dos veces por el choque de Estado Islámico (EI) con la cultura, el mismo 18 de diciembre de Ma place est dans la salle era el día de la lengua árabe, la segunda de Francia. También la de À peine j’ouvre les yeux (Apenas abro los ojos), filme tunecino estrenado ayer en París, dirigido y protagonizado por Leyla Bouzid, 31 años, tunecina formada en la escuela cinematográfica de Francia.

Bouzid tiene problemas, en su país, el pionero de la primavera árabe, por un desnudo masculino y seis o siete tacos. Pero fue asistente de dirección de La vie d’Adèle, el filme del franco-tunecino Abdellatif Kechiche que a pesar de su triunfo en Cannes en 2013 acaba de ver su permiso de explotación anulado en Francia. Lo consiguió André Bonnet, católico tradicionalista, ex miembro del Front National. Bouzid lo tiene claro: “La libertad de expresión es un bien precioso y frágil”.

Y con dificultades financieras, que lo hacen estornudar y lo tumban cuando un acontecimiento exterior sobreviene. Sobre todo si los tiros abaten dibujantes o resuenan en una sala de espectáculos. Así, la semana del 16 de noviembre registró un descenso del 40% en taquillas, duplicado en la región parisina. Un mes más tarde, el ministerio de cultura soltaba 4,5 millones de euros para paliar daños.

El retorno de los Eagles of Death Metal (el grupo que actuaba en el Bataclán el 13 de noviembre) o el homenaje de Madonna fueron señales parisinas de que el espectáculo debe continuar. Más fácil lo tienen las llamadas músicas actuales, rock y compañía, cuyo público, militante, nunca falló. En cambio, el familiar, o mayor, es el primero que renuncia a salir. Pero Frédéric Saint-Dizier, vicepresidente del Prodiss –340 empresarios de espectáculos de Francia– auguró lo que ya sucede: “Tras su reacción normal frente al horror, el público volverá. Sobre todo para ese regalo, ya clásico, de Navidad: las entradas a un espectáculo”.

Porque otras dos peculiaridades que repercuten en las finanzas del espectáculo son las compras conjuntas de los comités de empresa y la costumbre de recibir Navidad y Año Nuevo en una butaca.

Este año, con el detalle de que otro hábito de las fiestas, el del circo, permite alzar los ojos al cielo durante dos horas sin interrupción para seguir a los 22 acróbatas alucinantes del colectivo XY, coreografiados por Loïc Touzé, en La Villette y, más fuerte aún, rezar la misa del Gallo bajo la carpa del circo Gruss, en el Bois de Bou­logne.

La granadina Blanca Li, de regreso a su París tras un año en Nueva York, donde trabajó con alumnos de la escuela de Martha Graham y presentó su Robot y su filme ElectroKif, pasa las fiestas en el Théâtre des Champs Elysées, con Déesses et démones, dúo que interpreta con Maria Alexandrova, del Bolshoi.

Ya no hay billetes para el Romeo y Julieta dirigido por Éric Ruf en la Comédie Française de la que es nuevo administrador ni, tampoco, para el ritual de cambiar de año en butaca o palco de la Ópera Bastilla o Garnier.

Detalle: si las balas de noviembre asustaron, en las anulaciones de turistas y la fuga de espectadores habrían influido más el estado de urgencia y la insistencia con la que el primer ministro Manuel Valls reiteró el “estamos en guerra”. Sobre todo porque poco después Robert Menard, alcalde de ultraderecha de Bézierz, le citó para justificar la creación de una milicia, batallón de autodefensa de siniestra memoria en Francia desde las horas negras del gobierno colaboracionista.

Gilles Kepel, que publica Terreur dans l’Hexagone, Genèse du djihad français (Terror en Francia, génesis de la yihad francesa; Gallimard) prefiere recordar que “las legislativas del 2012 vieron emerger cuatrocientos candidatos de confesión musulmana”, puntualizar que “la escisión es más clasista que religiosa o de orígenes”. Y, terminante: “Creo que no hay que hablar de guerra salvo si queremos caer en la trampa que nos tienden los yihadistas de tercera gene­ración”.

En fin, la vuelta a la normalidad se refleja en la abundancia de unipersonales de humor y espectáculos de jóvenes compañías de teatro. Tal vez porque en las palabras del manifiesto del espectáculo del 18 de diciembre resonaban las que improvisó un mes antes Tomas Jolly, el más prometedor de los jóvenes directores, cuyo Enrique IV desembarca sus casi cinco horas en el Odeón Teatro de Europa.

El 14 de noviembre, programado su Shakespeare en Caen, Jolly precedió el telón con un breve discurso, “en este día negro y antes de pasar el fin de semana juntos”.

Jolly aseguró no haberse planteado la suspensión en ningún momento. “Queríamos clamar que estamos vivos, en un mismo lugar y al mismo tiempo. Y, tras lo de ayer, vivir más fuerte, reír más fuerte, amarnos más fuerte. En el teatro, ese lugar en el que los humanos se reúnen desde hace 25 siglos para reflexionar y reflejarse en el mundo, con el mundo y por el mundo”.

Fuente: Diario de Cultura