En julio de 2004 Virus celebró su primer cuarto siglo como banda en el ND/Teatro de Buenos Aires, durante tres conciertos consecutivos aunque diferentes: “Virus rock”, “Virus pop” y “Virus canción-desenchufado”. (“¡Fueron setenta temas en total!”, recuerda hoy Daniel Sbarra, fascinado por aquel tour de force). En 2011 la banda festejó los primeros treinta años de su disco debut: Wadu Wadu. Y ahora se decidió a rendirle el mismo tributo a Locura, el álbum que consagró a Virus como una de las bandas más importantes de este país y de toda América latina.
Marcelo y Julio Moura, Daniel Sbarra, Nicolás Méndez, Ariel Naón y Fernando Monteleone grabaron en vivo, en agosto pasado, su show en el teatro Opera de Buenos Aires, en el mismo escenario donde, en diciembre de 1985, se había presentado Locura, editado en octubre de 1985. Y es diciembre de 2015, ahora, por eso, cuando aparece este disco: Virus, 30 años de Locura, para que los almanaques se terminen alineando (ya Marcelo Moura dará su propia opinión con respecto a la medición del tiempo).
Locura fue el álbum que metió a Virus en un cohete.
¿Es el disco que más les gusta a los Virus? No. El disco que más les gusta es Superficies de placer.
Daniel Sbarra: –Superficies de placer es nuestro favorito. Fue un disco muy sutil, muy musical, muy íntimo; algo, creo, muy “internamente permisivo” (sonríe). Se explaya en los silencios; tiene mucha pausa y descanso, elementos que son tan atractivos en la música... Pero, además, Federico cantó impresionante, ¡impresionante!, aunque las sesiones de grabación se fueron transformando en momentos muy duros para él y para la banda. Fue algo muy intenso, muy intenso, es un disco increíble. Y es curioso que todos pensemos lo mismo...
–¿Por qué le resulta “curioso”? ¿No suelen estar de acuerdo?
Daniel: –No... A veces, en vivo, Marcelo dice: “Vamos a hacer uno de los temas que más me gustan: ‘Mirada speed...’” ¡pero es el que más le gusta a él!, y no coincide con los que más nos gustan al resto... y hay otros miles de ejemplos. Sin embargo, toda vez que hicimos notas por separado y después las fuimos escuchando, cuando se trataba de Superficies de placer resultó que todos decíamos exactamente lo mismo: Superficies es el disco que más nos gusta. Después de tantos años, es maravilloso que tengamos alguna coincidencia (se burla).
–El tiempo, en lugar de divorciarlos, los junta.
Daniel: –Absolutamente (risas).
Marcelo Moura: –No tengo la menor duda de que Superficies fue el punto musical y poético más alto de Virus. Federico ya se había enterado de su enfermedad; cuando les digo a mis amigos: “Si ustedes leen las letras ahora, sepan que él las escribió sabiendo que se moría”, todos encuentran otra lectura. Muchas de las canciones hablan de la muerte, como “Rumbos secretos”: “Veo recorrer un mundo incierto, recostado en mis sueños.” Hay en Superficies un costado emocional muy fuerte: Fede cantaba detrás de un vidrio, consciente de que pronto iba a irse. Y Superficies, que salió en 1987, fue uno de los discos menos vendidos de Virus; veníamos de Locura, que fue nuestro álbum más exitoso, pero Superficies incluso terminó vendiendo menos que Relax (1984) y que los anteriores, porque no tenía hits...
–Virus (y en particular los dos Moura: Marcelo y Julio, quienes también sufrieron la pérdida de su otro hermano, Jorge, desaparecido por la dictadura) jamás cedieron a la tentación del culto a la nostalgia; resistieron conciertos-homenaje, estatuas y murales.
Daniel: –Así es. Cuando hicimos 2km x Sida pusieron un monumento de Federico en Parque Patricios. En lo personal, aunque soy muy respetuoso de esas intenciones, me molesta enormemente ese tipo de homenajes. Yo tengo la nostalgia interna.
Marcelo: –Nuestro tesoro más enorme es la educación que pudieron darnos nuestros viejos: los Moura fuimos a uno de los mejores colegios de la Argentina, el Nacional de La Plata, donde también estudiaron Sabato y Favaloro; es aún mejor que el Nacional de Buenos Aires. Y eso nos marcó un cambio: ahí los códigos y la ética no resultaban “una virtud”, como se los entiende ahora: me parece un espanto que un defecto, o ser corrupto, hoy esté naturalizado. ¿Cómo vamos nosotros, Virus, a lucrar, aunque nos hayan ofrecido un millón de veces hacer un festival en homenaje a Federico: “Van todos los músicos, van a llenar un estadio”? No, flaco: el homenaje que yo le tengo que hacer a Federico es seguir su conducta, su ética; lucrar con su muerte sería la antítesis del homenaje. Y encima el palo que nuestra familia recibió antes de él, con mi hermano Jorge... Yo no sé si puedo hablar de “nostalgia”: cada vez que me acuerdo de Federico me viene una sonrisa a la cara: toda vez que nos juntamos, la familia siempre está presente; toda, toda, con Jorge y con Federico. “¡Te acordás de cuando Jorge!... ¡y te acordás de cuando Federico!” ¡Y si Federico hubiera visto esto, y si Fede hubiera dicho tal cosa!” (sonríe). Porque me parece que, si uno mete las cosas debajo de la alfombra, todo termina siendo como una olla a presión, ¿entendés? Además... ¿quién mide el tiempo de una vida?
Marcelo Moura desconfía de los almanaques. “Nunca recuerdo cuántos años tenía Federico cuando murió: ¿33, 37?; quizá resulten doscientos años para un farmacéutico (sonríe). Yo no mido el tiempo con la cronología; ni siquiera creo en el calendario que nos rige.” Bien. “Si el calendario juliano-gregoriano se fue haciendo así porque Julio César dijo: ‘Yo quiero tener un mes’; y luego lo sucedió Augusto y puso agosto, y entonces septiembre, que quiere decir séptimo, terminó siendo el més número nueve... ¿qué seriedad puede tener algo así? Me pasa lo mismo con el tiempo en general. Me fui un poco a la mierda con el tema, pero la Historia me encanta. Cuánto más lógicos son los tipos que observan la luna...
–Si tanto prefiere la banda Superficies, que cumple los 30 en 2017, y teniendo en cuenta que no se puede andar festejando aniversarios a cada rato, ¿por qué se decidieron por Locura? ¿Decisión de la compañía?
Marcelo: –No, nosotros nunca hemos recibido presiones; casi siempre estuvimos en la misma grabadora, Sony, y tenemos una relación realmente buena. Pero los treinta años de la presentación de Locura en el teatro Opera es algo importantísimo: Locura fue el disco bisagra de Virus; fue nuestra coronación.
Daniel: –Y creo que, al fin, se trata de excusas, excusas divertidas. Locura fue, indudablemente, el disco que catapultó a Virus: fue el más vendido, fue el disco más conocido en América latina... Y, además, ayudó a los álbumes anteriores: luego de Locura empezaron a andar muy bien los otros, que no se habían vendido tanto. Locura fue un disco como más... redondo: fue como una patada bien dada. Fue... ¿cómo te diría?
–¿Concreto?
Daniel: –Concreto.
Virus: 30 años de Locura trae 18 canciones: las ocho del álbum original (más una variación especial de “Pronta entrega”) y otras nueve elegidas del gigantesco repertorio de himnos que la banda supo conseguir. Hay temas de Superficies (“Transeúnte sin identidad”, “Danza narcótica” y “Mirada speed”); de Agujero interior (“Qué hago en Manila”, “El probador”); de Relax (“Me puedo programar”, “Amor descartable”); de Wadu Wadu (esa misma) y, qué duda cabe, “Imágenes paganas”. Y también hay novedades: tres de las versiones son sinfónicas.
–Hay temas de todos los discos de la banda en los que estuvo Federico, salvo de Recrudece. ¿Por qué?
Daniel: –No se dio. Cuando planeamos la lista, y sabiendo que íbamos a tocar todo Locura y las tres canciones sinfónicas, tuvimos que definir el resto, y no es fácil. Si cuando hacés un show te salteás lo que todos están esperando, el público te mata; si vas a ver a los Stones y no hacen “Satisfaction”, pensás: “Escuchame, ¿para qué pagué la entrada?”. Salvando las distancias (se ríe) es un poco la misma historia. Y, claro, no podés meter todo: algunas cosas terminan sin entrar.
Marcelo: –Cuando armamos un show hay al menos diez canciones que están como implícitas; sabemos que las vamos a hacer y que nos gusta hacerlas. A otros músicos quizá no: al Flaco Spinetta le pedías que tocara “Muchacha” y te tiraba un piedrazo en la cabeza, pero cuando entrás a sumar todo lo que querés tocar... (se agarra la cabeza) yo más de 25 temas no meto. Siempre odié a los que tocan para ellos mismos y en un momento, de golpe, la gente piensa: “¡Pibe, por favor, terminá, me quiero ir a casa!” (risas)
–¿Tuvieron que ensayar Locura desde cero, o se acordaban de todo?
Daniel: –Tuvimos que ensayar casi todo lo demás (la segunda parte del show, con canciones de los otros discos), pero con los temas de Locura no hubo ningún problema; en fin: sí hubo un tema que tuvimos que recuperar porque no lo veníamos tocando nunca: ¿cómo es que se llama? (Piensa; se fija en la contratapa del disco.) ¡”Lugares comunes”!; hemmmm, nosotros no le decimos así.
–¿Cómo le dicen ustedes?
Daniel: –¡“Vanidad”! (sonríe). En nuestra lista de escena sólo hay una palabra por canción: “Pronta entrega” es Pronta, “Luna de miel” es Luna, y así: Destino (circular), Pecados (para dos), Lelouch (“Tomo lo que encuentro”). Porque yo soy el encargado de hacer las listas, y entonces así hago las copias finitas, a dos columnas: ¡de una sola hoja salen dos listas!
–No será para ahorrar en resmas...
Daniel: –No, no... (risas). Es para que no haya tanto papelerío pegado en el escenario...
–¿Por qué trabajaron tres canciones en versión de cuerdas?
Daniel: –Era algo que de alguna manera teníamos –y tenemos– pendiente: hacer un disco enteramente sinfónico. Primero me habían propuesto la idea a mí, por mi afinidad con músicos que tienen que ver con bandas sinfónicas, y trasladé eso al seno del grupo, pero bueno, por determinadas necesidades, urgencias o lo que fuere, nunca se concretó; quedó un poco en el aire. Y entonces, cuando surgió lo de 30 años de Locura, ahí sí se empezó a gestar desde ese lugar la idea de trabajar unos temas por fuera de Locura con un cuarteto de cuerdas...
–Y ustedes tres...
Daniel: –Desde hace mucho tiempo, nosotros somos seis (sonríe).
Marcelo: –Nicolás, Ariel y Fernando se autodenominan La Triple porque en los hoteles, de gira, siempre se hospedan los tres en una habitación triple. Y si les llegan a dar dos dobles...
–... Hay un problema.
Marcelo: –¡No, ningún problema; se ve a alguno de los tres pibes en un pasillo, cargando un colchón para llevarlo de una pieza a otra! (risas.) Son muy amigos. Funcionan en Virus como un motor energizante, porque son gente con muchísimo estudio y están maravillados de lo que logramos a pesar de que –hablo por mí– no tengamos semejante nivel, yo he roto muchas reglas musicales, quizá por ignorancia. Y son parte de una nueva camada de músicos que me encanta: gente que se capacita mucho y que –también, como todos– aprende del pasado a tomar lo bueno y quitar lo malo. Creo que la gente joven entendió que ya la droga está... pero que ya pasó y ya fue. O sea: no quieren que les suceda lo mismo que a Charly o a Gustavo.
–Entonces, ustedes seis.
Daniel: –Ariel, Fernando y Nicolás hicieron los arreglos de cuerdas. Marcelo cantó “Transeúntes sin identidad”, yo canté “Danza narcótica” y Julio cantó “Manila”, de Agujero.
–Agujero interior (diciembre de 1983) fue el primer disco de Virus en democracia y otra marca muy fuerte, de las que superan el tiempo.
Marcelo: –Agujero interior fue, en la Argentina, un proceso popular. Al año siguiente, cuando hicimos Relax, siempre recuerdo que el vicepresidente de la discográfica nos corrió por los pasillos gritando: “¡Una vez que encuentran la forma de llegar a la gente, ustedes me cambian todo!”. Por suerte, nosotros corrimos más rápido que él (risas). Al final, Relax vendió ocho veces más que Agujero y al hombre le quedó claro: “Evidentemente, estos flacos saben lo que hacen”. Por eso mismo, no nos pidieron con antelación el master de Locura, nos dieron la plata directamente y... bueno: Locura fue “un antes y un después” en la carrera de Virus: fue un boom, número uno en toda América latina. Yo era muy pendejo todavía; habíamos vivido tantas cosas jodidas.., y estaba en el lobby de un hotel en Colombia y las marquesinas decían Virus y al lado Michael Jackson... y no se me movía un pelo, ¿entendés? (hace una mueca). Yo estaba muy curtido. Locura fue también muy lamentable: de alguna forma supongo que ahí empezó a incubarse la enfermedad de Federico. Tengo el recuerdo visual de la mesa con todos los pasajes de una gira muy grande por los Estados Unidos y México; Federico se enfermó y no la pudimos hacer. Por algo debe haber sido.
–¿Por qué?
Marcelo: –Porque a mí, en algún punto, me gusta el lugar en el que estamos. No sé si me habría gustado ser un artista tan masivo. Ni hablar de que económicamente no me importa, porque ya lo viví: desapareció mi hermano y fuimos con millones de dólares; se enfermó Federico y fuimos a Alemania. No sirve. Es algo peligroso, la plata, en la medida en que se trasforma en una adicción. Me canso de ver a amigos de mis hijos, cuyos padres ni los van a buscar; comen y les dan un ipod para que no conversen; esos pibes no tienen amor. Y, por otro lado, ¿para qué querés tres camionetas, si vas a usar una? ¿Para qué querés cinco casas, si vas a usar una? Entonces... no sé; por ahí, me estoy justificando.
–¿Qué tal quedó el disco, objetivamente, tratándose de una grabación en vivo?
Daniel: –Creo que salió muy bien Objetivamente yo le encuentro algunas fallas, porque si vos estás tocando “pensando en que estás grabando” es una cosa; pero si tocás sin pensar, fluyendo, y de todos modos estás grabando, algún error vas a tener. Hay algunos pifies menores, como en cualquier show. A mí no me gusta toquetear en posproducción: “Che, esto está un poquito no tan afinado”: Dejalo así. Si no, le sacás lo verdadero. No fue una tocada diez puntos, porque casi ninguna lo es. Pero yo soy demasiado obsesivo (se ríe): a mí me molesta si de repente muerdo una cuerda, y quizá el público no se enteró en absoluto, pero a mí me da una rabia tremenda.
Marcelo: –¡Yo ni me enteré de la posproducción! Después del show terminamos cenando y festejando a las 3 de la mañana... y a las 8 me tomé un vuelo al Brasil. Me fui porque, si no me tiraba en la playa, me moría o asesinaba a alguien. Tenía la cabeza hecha un ocho (risas). Así que ellos ni me llamaron por teléfono, lo que también es una señal de confianza muy fuerte para con el resto de la banda. Lo que está cantado en el disco es tal cual lo que canté en el teatro. Y quedó muy bien; justo anoche lo estaba escuchando entero de nuevo, y me mata; me mata la parte de los temas con arreglos de cuerdas. Además, Virus en vivo siempre tiene un alto nivel emocional.
–¿Qué recuerdos guardan de la presentación original de Locura en el mismo teatro, durante un montón de fechas, treinta años atrás?
Daniel: –Me acuerdo mucho del escenario. En aquella época Fernando Bustillo nos hacía la puesta visual y nos armó como si fuera una puesta moderna de una ópera. Era un escenario muy despojado, muy limpio, como nos gusta.
Marcelo: –Yo tengo dos recuerdos grabados a fuego. El primero, de una foto en la que estamos Federico y yo charlando en el camarín antes de salir a escena, con un vaso de plástico que no sé qué contendría; es impresionante la distensión que había en nuestras caras. Y la otra imagen tiene que ver con mi vida personal: poco antes estaba separándome de mi mujer de entonces, fui al cine y vi una publicidad con una modelo; “Guau, nunca vi una mujer tan hermosa”, pensé. Y cuando hicimos el Opera golpearon a la puerta del camarín y apareció esta mina, que era francesa, y me dijo: “Estoy enamorrrrada de vos”. Y vivimos juntos cinco años (risas).
–Mirando hacia atrás, ¿cómo es el Virus que hubo y hay, y qué ha significado desde entonces en la música de todos nosotros?
Marcelo: –Creo que Virus es un grupo de muchísima profundidad y que ha ido mucho más allá de sus raíces. Virus te hace un estadio de River y no te llena el vestuario, pero hace 35 años que las radios lo pasan constantemente; hasta yo mismo sigo encontrándole sorpresas. El otro día estaba hablando con un ejecutivo de Sony y me decía que, de veinte demos que recibe por día, en catorce hay un tema de Virus. Y ninguno de otra banda. Virus es como una planta que cada vez que empieza a aparecer decís: “¡Uy! ¿También le salían flores?” (sonríe). Creo que es un grupo con una disparidad absoluta y una cantidad de poesía tremenda.
–¿Están componiendo algo nuevo?
Daniel: –No por ahora. Creo que tendríamos que hacer este disco sinfónico que hace tanto venimos queriendo pero, bueno, todas estas cosas son motivo de charlas internas... Vamos a ver cómo encarar lo que sigue.
Marcelo: –Y si al final armamos el disco y todo un show sinfónico, me encantaría hacerlo en el Colón, aunque nos quede grande o no rinda. Bueno: nunca hicimos música para hacer plata. Una vez que yo estaba grabando pasó por el estudio un músico muy conocido –no pienso dar nombres– y me dijo: “¡Si acá vos ponés el bombo en 4, el tema va a vender mucho más!”. Me di vuelta y casi le prendo fuego el pelo (risas). Yo no hago la música para venderla.