—¿El Diario de Adán y Eva es "tu" obra?
—Me siento muy feliz de hacerla y sé lo que le pasa a la gente, sé cómo se siente acariciada, cómo entra de una manera y se va de otra. Es una historia de amor, nada más y nada menos. Pero es una hermosa obra y es inusual para la cartelera. Me gustaría despedirme del teatro haciendo esta obra. Tengo más ilusiones por dirigir, quizás a actores puntuales, que ganas de trabajar ya.
—¿En serio?
—Sí. Es que es mucho 17 años fuera de un país. Te quedás en tierra de nadie y a nadie le gusta no ser lo que fue, siéndolo. Hoy en día yo ya no soy garantía de que pueda llenar un teatro, entonces, o me tienen que contratar, cosa que a mí no me gusta mucho, porque dependo de las frustraciones ajenas, o sigo inventando cosas. Trato de producir, pero no es fácil. Entonces, me gustaría probar por otro lado, tratar de dirigir cosas que me interesen y seguir escribiendo por otro lado.
—No es que no seas convocado...
—No, no, no se trata de que no sea convocado. Una cosa es hacer lo que uno quiere hacer y otra cosa es trabajar por encargo. Yo estoy muy mal acostumbrado, siempre elegí hacer lo que quise hacer. No es un problema de convocatoria, es un problema de que la gente no llena la sala de teatro. Aun dando esta obra, que creo que es lo más bello que hay en cartelera, 17 años fuera de un país es una... todo el mundo sabe que estoy en el teatro, si no vienen, es porque no vienen. Punto.
—Pensando en la obra, justamente, me gustaría que charlemos de algunas frases que dice tu personaje como: "Nadie más me ha regalado el paraíso". ¿Qué es el paraíso para vos?
—El paraíso es la patria de uno. Es lo que eligió amar. No estoy hablando de territorio en mi caso. Mi paraíso, mi patria, mi lugar, mi agua, mi cerradura, mi todo, es el amor que siento por una mujer.
—Hay un momento en que él pregunta: "¿Has amado o te has dejado amar?"
—Al comienzo, porque ella se va, entonces le recuerda una frase que ella le dijo: "Tendrías que pensar muy seriamente si alguna vez has estado enamorado de verdad o simplemente te has dejado querer". Y él le replica con la misma frase, porque ella se va y él no sabe por qué se va.
—¿Y Miguel Ángel? ¿Ama o se deja amar?
—Las dos cosas. Quizás soy más entregado en ese sentido, soy más activo que pasivo, pero creo que las dos cosas. Si no sentís el amor del otro, entonces no estás con el otro, estás con vos mismo, estás con lo que vos suponés que es el amor.
—Hay un momento de mucha angustia en que tu personaje pregunta: "¿Qué voy a hacer conmigo sin vos?". Ese momento en el que uno no sabe qué va a hacer de su vida sin el otro. ¿Te ha pasado? ¿Te podrías imaginar la vida sin amor?
—Sí, la he imaginado varias veces. Lo que pasa es que hasta ahora tuve suerte y el amor vino a rescatarme del dolor muchas veces y de la angustia, de la desesperación. No es que yo no sepa estar solo, a mí me gusta estar solo; pero una cosa es solo sabiendo que alguien te espera y otra cosa es saber que estás solo, solo. Ese sentir lo tuve dos veces muy fuertes en mi vida; pero el amor viene a rescatar.
—Tu mujer trabaja con vos en el teatro y en la ficción que grabaron el año pasado. ¿Quedan temas para hablar a la noche después de trabajar tanto juntos?
—Claro que quedan temas. Tenemos una hija de 2 años, que es un tema largo que recién empieza y que ya estamos pensando en la facultad; y en la desesperación de lo que significa aprender a ser padres. Yo tengo dos hijas, una de 19 y otra de 16, hermosas, pero yo ya me olvidé lo que era un bebé y ahora lo estoy viendo. Esta no es un bebé, es una enana que tiene una sabiduría, una forma de expresarse y de querer ya subir al escenario...
—¡Saluda con ustedes!
—Antes se tiene que maquillar para salir a saludar. Es un personaje. Es alucinante. ¿Si hay temas para hablar? Sí. Pensá que tiene 31 años mi mujer, yo tengo 65, además hay muchas cosas por hacer juntos. Además del amor, además de hacer teatro, de hacer televisión, están los planes. El futuro, quizás algún día tener un techo juntos.
—¿El plan es quedarse en la Argentina?
—Por ahora sí. Nosotros siempre iremos donde esté el trabajo que nos pueda mantener, que nos pueda dar de comer.
—¿Un actor con tu trayectoria sigue necesitando trabajar, económicamente hablando?
—Yo no tengo nada. Tenía una casa; cuando me separé, la jueza se la dio a mi ex mujer para que pudieran vivir las niñas hasta que terminen la facultad. Somos nosotros tres.
—En el imaginario colectivo un actor de tu prestigio tiene que estar salvado.
—Pensar eso es estar en medio de los prejuicios. Es como pensar que todos escondemos un coche debajo de una parva de heno para no pagar lo que tenemos que pagar. O como que todos tienen un yate como el que le veías manejar a Lorenzo Miguel.
—Volviendo a la obra, hay un momento en el que tu personaje dice: "No soy más triste que alegre". ¿Vos cómo sos?
—Yo soy de todo, soy mucho de lo que piensa ese personaje. A mí, por lo general, me llamaron para hacer personajes que no tienen nada que ver con mi forma de ser o con mi forma de pensar. Soy un tipo tranquilo, de bajo perfil, soy un tipo al que no le gustan la noche ni las fiestas. Me gusta mi casa, me gusta la tranquilidad, charlar, leer, escribir, me gusta estar con plantas. Me gusta la tranquilidad.
—Te referís a tu personaje en La leona, que es un malo, malo, medio sádico.
—Medio si lo mirás con un solo ojo, es un inmoral, es un asesino. Esas caras son las que siempre me ofrecen. Dar ese tipo de personajes, que los hago muy bien. Pero vos te emocionaste y reíste conmigo en el teatro. No hay ningún porqué en el hecho de que me den ese tipo de personajes. Yo creo que saben que, por un lado, los hago bien y, por el otro lado, saben que la gente confunde mucho persona con personaje. También es una manera de mantener a un cierto tipo de actor colocado en un lugar donde el bueno es siempre otro.
—¿Arriesgan poco los productores?
—Bueno, tendríamos que entrar en una larga charla sobre lo que es la producción... Por lo general, te dicen: "Es que yo quiero un estilo tipo House", "porque esta historia sería tipo...", "¿Vos viste a tal en tal cosa?". Me pregunto: ¿es que necesitan tanto para poder llegar a tener una idea, desarrollarla y que sea propia, sin necesidad de copiar, sin necesidad de imitar, sin necesidad de repetir siempre la misma gansada?
—Nunca te manifestaste a favor del kirchnerismo.
—Yo no soy kirchnerista, ni siquiera soy peronista. No tengo ningún partido político. No me apadrina nadie. Me juego solo. Me dirán las cosas que me dirán por las cosas que pienso, pero no tengo nada que ver con ninguna de estas formas de pensar. Ni con la forma de pensar que guía hoy en día al país, ni con la forma anterior, ni con la anterior, ni con la anterior. La de los noventa es más o menos ésta que arranca recién.
—Al único que has rescatado en algún momento es a Raúl Alfonsín, ¿no?
—A Alfonsín y al doctor Allende.
—¿Y hoy cómo te sentís? ¿Cómo estás viendo al país?
—Es un país consecuencia de todas las formas de países que se han intentado implementar, en un lugar que no está hecho para eso. Este país tuvo un crecimiento muy particular, se puede ver en la construcción y ahora se puede ver en la destrucción de toda la construcción de esta ciudad, por ejemplo. Ya te acostumbraste a una tierra donde la convivencia es espantosa y donde las formas de educación se han mezclado tanto y de tal modo que cualquiera parece tener derecho a insultar a cualquiera, a vejar a cualquiera, en nombre de supuestas anteriores vejaciones de clase, digamos. Una cosa rarísima. Creo que la educación se ha transformado en algo mal visto. Eso va a generar mucha impotencia en esta sociedad, en el otro siglo el que no hablaba tres idiomas tocaba tres instrumentos. Y eso se paga.
—¿Nos empobrecimos?
—Sí, nos empobrecimos de espíritu, nos empobrecimos de palabra, nos empobrecimos de necesidad de hacer bien al otro, nos empobrecimos de ganas de hacer juntos una fuerza que haga que un país esté adelante. No, el país está detrás de los intereses mezquinos de cada uno. De una clase dirigente que realmente es pobre en ideas, en cultura, en educación, y muy llena de vicios y de "bueno, lo hace todo el mundo, total".
—¿Estás hablando en general o de algún partido o referente en particular?
—No hablo en particular de cada uno. Quizás hay gente honesta. Quizás hay gente muy laburadora. Quizás hay gente que piensa en la gente. Pero la mayoría de los que conozco, de los que veo, de los que he escuchado en otra época y vuelvo a escucharlos ahora, no son de mi agrado.
—De esta discusión que se ha planteado nuevamente sobre la ley de actores, ¿tenés opinión?
—Hay amigos productores que dicen que no es viable. Que además es retroactiva, que es imposible para la gente, para la producción. Que eso es facilitar la entrada de latas, que es lo único que se ha querido durante todos estos años en este país; sólo algunos han defendido la producción nacional. Está hecha con las mejores intenciones, no me cabe la menor duda, pero todos me dicen que es mayor el error que el acierto. Ya los mismos actores empezaron a darse vuelta y a protestar contra esa ley. La verdad es que el papel higiénico tiene una ley que lo protege, el actor no la tiene. Ahora, cómo implementar la ley para que sirva para producir más, no para producir menos. Tendría que haberse elaborado con más tiempo, con más consenso. Pero claro, ya terminaba el mandato presidencial, había que tratar de meter la ley en el Congreso y supongo que el apuro no es bueno para nadie.