Cultura - Biopics

Lunes 03 de Octubre de 2016 - 09:46 hs

Miles Davis y Chet Baker, dos músicos excesivamente geniales

Miles Ahead y Born to be Blue, respectivamente, acompañan con distintas dosis de realidad y ficción momentos puntuales en la vida de ambos trompetistas. Aunque las dos películas tienen aspectos rescatables, la de Baker resulta mejor lograda.

Ethan Hawke interpreta a Chet Baker en Born to be Blue

Vidas paralelas. Miles Dewey Davis III nació en Saint Louis en 1926. Tocó con Charlie Parker durante un par de años a mediados de los 40 y hacia fines de esa década dio inicio a lo que más tarde se conocería como cool jazz, corriente de la cual sería el máximo referente. Diez años más tarde inventó el jazz modal y en los 60 rompió con el jazz acústico, electrificándose y fusionando su música con el soul, el funk y el rock. Todo esto tenía lugar mientras Davis se casaba y separaba en varias ocasiones, en algunos casos entre denuncias y batallas judiciales. A ello se sumaban las alzas y bajas en un consumo de cocaína que atravesó prácticamente toda su vida. Chesney Henry Baker Jr., conocido como Chet, nació en Oklahoma en 1929 y fue elegido también por Charlie Parker como ladero durante una gira por California, constituyéndose desde comienzos de los 50, junto a Gerry Mulligan y Stan Getz, en uno de los pilares del cool jazz de la Costa Oeste. Como Davis, el sonido de Baker en trompeta era liso, contenido, sin accidentes. Lo contrario de su vida personal, más movida aun que la de su colega y referente, ya que su droga no era la cocaína sino la heroína. Baker era un junkie, lo cual trajo por resultado arrestos, deportaciones y retiros ocasionales.

Biopics paralelos. En marzo de este año se estrenó en Estados Unidos Born to be Blue, biopic en la que Ethan Hawke hace de Chet Baker y que transcurre durante los sesenta. La película empieza con Baker en prisión en Italia (el episodio es verdadero), regresando a Estados Unidos para filmar una película inspirada en su vida, lo cual es bastante sorprendente y no tan verdadero. Lo más parecido a eso es una película de Hollywood llamada All the Fine Young Cannibals, que es de ese año y que tiene a la parejita Robert Wagner-Natalie Wood por protagonistas, con Wagner haciendo de un trompetista algo problematizado llamado Chad. En Born to Be Blue, durante ese rodaje Baker conoce a una actriz, pianista y cantante llamada Jane (Carmen Ejogo), a quien le echará los galgos y quien eventualmente terminará siendo su pareja.

En abril se estrenó Miles Ahead, que al mismo tiempo era, con cierta exageración, la elegida para cerrar el Bafici. La dirige el actor Don Cheadle, que también la protagoniza y coescribe. Miles Ahead también se circunscribe a un brevísimo período en la vida del biografiado, el inmediato a su “desaparición” de cinco años, entre 1975 y 1980. El propio Miles no tiene problemas, en su autobiografía, en reconocer que el motivo de ese agujero negro fueron las drogas (y el sexo, que Davis admite como una segunda adicción en ese momento). Miles Ahead, que está mucho más ficcionalizada que Born to be Blue, imagina la llegada de un periodista free lance (Ewan McGregor) al bunker de Davis, que primero le echa flit como a todo lo que se le acerca y después termina aceptándolo, como indica el esquema de las buddy movies. Miles Ahead es una buddy movie, incluido el factor action movie del asunto. Un empresario inescrupuloso y custodiado por guardaespaldas le roba una cinta y Miles, que está pintado tan salvaje como uno se lo imagina, se “calza”, se baja un par de líneas y sale a recuperarla, con el periodista por escudero. ¿Hacía falta esta ficción? Seguramente no.

¿Hay música en Miles Ahead, además de esa aventurita de tres por cuatro? Sí, en flashbacks que jaspean la narración, mostrando a unos Bill Evans, Coltrane y Cannonball Adderley de ficción, grabando Kind of Blue. O a Gil Evans y la big band que grabó Sketches of Spain. Lo otro que hay son las batallas matrimoniales con la exquisita bailarina Frances Taylor, su primera esposa, con la que el autor de Birth of the Cool llegó a intercambiar trompadas y denuncias después de que ella lo pescó in fraganti. El bomboncito de regalo de Miles Ahead son unos outakes del rodante final, en los que aparecen tocando Herbie Hancock, Wayne Shorter y Esperanza Spaulding. Pero la película no está a la altura, por más que la familia de Davis le haya dado su aval y Don Cheadle hable con el susurro cavernoso indicado.

Espíritus paralelos. Debe reconocérsele a Miles Ahead que, lo pretenda o no, resulta tan distanciada como lo era el arte de su biografiado. Algo tiene que ver con ello la forma elegida, en la que los flashbacks tienden a interrumpir el hilo del relato, generando distanciamento. De modo semejante, Born to be Blue es, como Chet Baker, más dolorida. No sólo por lo que muestran las fotos de los últimos tiempos sino por lo que transmitía la música. Sus solos, los arreglos del resto de los instrumentos y, más que nada, las partes vocales: aunque no fuera su rol primordial, Baker cantando era la voz definitiva de la quebradura emocional. Tanto o más que Billie Holiday. Anulaba la melodía, parecía estar siempre rogando, llegaba a los agudos como quien se arrastra en el desierto. El dolor de Born to Be Blue nace del momento más terrible en la vida de Baker, cuando unos matones al servicio de un dealer al que le debía plata lo dejaron sin dientes. Un trompetista sin dientes es como un futbolista sin piernas. De ahí en más Baker debe habituarse al uso de una dentadura artificial, soportar terribles dolores de encía, cambiar su embocadura. Todo eso mientras entra y sale de la adicción. No es poco mérito que Born to Be Blue, dirigida por el canadiense Robert Budreau, logre abordar ese material sin rebajarse a un sensacionalismo de melodrama barato. Mejor todavía, que lo haga generando legítima empatía.

Fuente: www.pagina12.com.ar