Un nuevo estudio publicado en la revista especializada Eating & Weight Disorders, recomendó fuertemente no hacer comentarios sobre el peso a los hijos. Los resultados de la investigación demostraron que los comentarios que puedan hacer -aunque sean bienintencionados- los padres a sus hijos normalmente son un factor que puede reforzar estereotipos negativos sobre el peso y predecir comportamientos dietéticos poco saludables como los atracones y otros desórdenes alimentarios.
El análisis incluyó a más de 500 mujeres de 20 a 35 años, a quienes les preguntaron sobre su imagen corporal y también se les pidió que recordaran si sus padres hacían comentarios sobre su peso. Sin importar si las chicas tenían sobrepeso o no, aquellas que recordaban comentarios de sus padres eran mucho más propensas a pensar que necesitaban perder peso, incluso si no tenían sobrepeso.
El autor principal del estudio, Brian Wansink, profesor y director del Laboratorio de Marcas y Comida de la Universidad de Cornell, dijo que los comentarios críticos de los padres tienen "efectos que dejan cicatrices".
"Los padres que tienen un niño que ha sido diagnosticado con obesidad pueden estar preocupados, pero el modo en el que esas preocupaciones se discuten y se comunican puede ser muy dañino. La investigación muestra que puede tener efectos a largo plazo", dijo a The New York Times Rebecca Puhl, directora adjunta del Centro Rudd de Políticas Alimentarias y Obesidad en la Universidad de Connecticut, Estados Unidos.
El efecto en niñas puede ser realmente destructivo, según la especialista, porque "están expuestas a muchos mensajes sobre delgadez y peso corporal, y además la mayoría de las veces el valor de una mujer está muy ligado a su apariencia. Si los padres no cuestionan esos mensajes, se pueden interiorizar".
Investigaciones anteriores ya vincularon los comentarios críticos de los padres con un mayor riesgo de obesidad.Los comentarios hechos por miembros de la familia, además, tuvieron un efecto más fuerte que los dichos por gente externa.
Una investigación de Dianne Neumark-Sztainer, profesora de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, descubrió que cuando los padres convencen a sus hijos adolescentes de perder peso, los jóvenes son más propensos a hacer dieta, tener comportamientos enfermizos para adelgazar y comer sin poder parar. Pero es menos probable que desarrollen esos comportamientos si las conversaciones con los padres se enfocan en hábitos saludables en lugar de enfocarse en el peso.
Neumark-Sztainer explicó que los padres pueden influir en los hábitos alimenticios de sus hijos sin hablar de ellos. "Trato de promover la idea de que hay que hablar menos y hacer más: convertir la casa en un lugar donde sea fácil tomar decisiones saludables en cuanto a la comida y la actividad física, y dejar de hablar del peso", por ejemplo.
Según ella, para los padres eso significa tener comida saludable en casa, sentarse a comer en familia, dar el ejemplo, no quejarse sobre el propio peso o ser activos físicamente y proponer actividades como caminatas en familia o paseos en bicicleta.
Mientras que los hijos sean jóvenes "no es necesario tener una conversación, todo se reduce a lo que se hace en casa", dijo la experta. Si un hijo tiene sobrepeso, "esperá a que te lo comente y apóyalo cuando lo haga". La reacción que ella recomienda es del estilo: "Mirá, yo te amo sin importar cuánto pesás, pero si querés, te voy a apoyar. Te sugiero que no te enfoques tanto en el peso, sino en tus patrones y hábitos nutricionales. ¿Eso te ayudaría?".