Las frutas y las verduras son las principales fuentes de vitaminas y representan uno de los componentes fundamentales de una alimentación sana. Pero a los chicos nada de eso parece importarles. De poco sirve insistirles y explicarles cuando ellos sienten aversión por este tipo de alimentos.
Hay varios estudios que explican por qué a la mayoría de los niños los alimentos frescos y coloridos no les resultan tentadores, sin embargo lo cierto es que los especialistas recomiendan que la dieta incluya un gran porcentaje de estos alimentos.
Así, los padres de los niños que les huyen a los frutos de los árboles y de la tierra, se encuentran en la disyuntiva de claudicar la batalla o rediseñar la estrategia.
A la preocupación por los chicos que son selectivos y tienen miedo a incorporar alimentos que no les resultan apetitosos y no quieren probarlos, la doctora Sabrina Gatti, médica de familia y ayurveda, directora de Olilu Talleres dedicados a la enseñanza de la alimentación en la infancia, responde: "Podemos tener la misma actitud que se tiene frente a los chicos que sí comen de todo". A tomar nota:
Algunas recomendaciones que pueden ayudar
Tener frutas y verduras disponibles en casa. Prepararlas de diferentes maneras, y por supuesto comerlas nosotros los adultos. Los chicos tienen que tener la oportunidad de comer frutas y verduras, debemos generarlas comprándolas, preparándolas y ofreciéndolas de manera amorosa. Si lo come o no y cuánto será su responsabilidad y, aunque no nos guste, también su derecho.
- No reemplazar frutas y verduras por golosinas o galletitas. Son alimentos que tienen muchas calorías, pero son vacías de nutrientes.
- No importa la cantidad. Si lo que hay en casa para comer es saludable da lo mismo que coma una banana, unos garbanzos o tomate con aceitunas, almendras o 1 huevo duro. Los niños saben lo que necesitan, se los dicta su biología particular y propia de cada uno.
- Evitar la imposición. Es importante no generar batallas, las frutas y verduras debieran estar dentro de la alimentación de la familia, disponibles para todas.
Aceptar la evolución de cada niño. Todas los niños atraviesan etapas de selectividad y neofobia (no animarse a probar alimentos desconocidos o dejar de comer otros que si antes comían), son momentos evolutivos, que también responden a la biología del ser humano. Cuando empiezan a crecer y son cada vez más autónomos pueden encontrar muchos peligros en la naturaleza desarrollan este mecanismo instintivo que protegen de plantas venenosas por ejemplo.
Nunca, nunca se debe obligar a un niño (a nadie) a comer. Por ningún medio, ni con presión, ni castigo, ni soborno. Está en juego su autorregulación, la que traen "de fábrica", para comer lo que necesitan, ni más, ni menos. Las intervenciones adultas pueden dañar esta autorregulación, empezando con el avioncito para que coma una cucharadita más, siguiendo por el chocolate de premio si se come la sopa y terminado con el castigo del tipo "no hay tele si no te terminás la milanesa". Antes de recurrir a estos trucos es importante recordar que está en juego su vínculo con el alimento, que comer sea un placer o un padecimiento.
Cuándo consultar a un nutricionista
Como adultos responsables de nuestra alimentación, es tarea propia reflexionar sobre nuestro modo de comer, qué lugar tiene al alimento en nuestra vida, qué ejemplo damos a los niños que criamos. No podemos pensar la alimentación de ellos separada de la nuestra.
En ese sentido, es recomendable que a la hora de buscar una orientación nutricional sea para todos los integrantes de la familia y no sólo para el niño que presenta las dificultades más evidentes.