La productora Mirta Romay, hija del célebre Alejandro Romay, creó la plataforma Teatrix, que define como "la traducción de una obra de teatro al lenguaje audiovisual" y donde se puede ver vía streaming versiones filmadas de puestas como "La omisión de la familia Coleman", "Yiya, el musical" o "Nada del amor me produce envidia", entre decenas de títulos.
Aunque la palabra “teatro” en su origen etimológico haya sido sinónimo del verbo mirar, hoy perdió ese significado y todos estaríamos de acuerdo si dijéramos que para que se suceda la magia teatral hace falta al menos un actor, un espectador y una historia que contar.
Ahora bien, ¿qué sucede, entonces, si esa noche de función ningún espectador acude a sala y los actores sin saberlo realizan la obra? ¿Estarnos seguros de que no es teatro? Los debates se abren y no dan tregua. ¿Qué pasa, por ejemplo, con el teatro ciego en donde allí no está incluido siquiera la acción de mirar? Parece que los elementos teatrales no alcanzan para definir al hecho.
Pensar entonces en el acercamiento del teatro a otras áreas puede resultar en principio confuso pero no por eso desechable.
Cuando apareció la radio nació con ella el radioteatro, cuando apareció la televisión unos cuantos ciclos intentaron llevar el teatro a la pantalla chica y ahora no es de extrañar que con el auge de los servicios de streaming el teatro pida pista.
En esta dirección, hace unos años, nació Teatrix. Esta plataforma creada por Mirta Romay, hija del célebre productor teatral Alejandro Romay, propone mirar teatro filmado.
Sí, es cierto: es raro. Pero, ¿por qué no? Pensemos en el teatro como fenómeno vivo, como aquella rama del arte que muere en su mismo proceso de creación, que se despliega solo para un puñado de espectadores y que aquellos que no la ven quedan irremediablemente confinados a la imposibilidad. Muchos podrán decir que no vieron nunca a Alfredo Alcón actuar en teatro. Y ni qué hablar si nos referimos a actores de otras latitudes.
Para Mirta Romay está claro que Teatrix no es teatro. “Es, en todo caso, la traducción de una obra de teatro al lenguaje audiovisual”, aclara.
El catálogo todavía no es muy extenso pero sorprende su buena curaduría. Se busca calidad, aclara Romay, y también se nota el éxito de taquilla. Están las obras que son fenómenos como “La omisión de la familia Coleman”, de Claudio Tolcachir, que hoy transita su decimotercera temporada, y “El loco y la camisa”.
Obras que ya no están en cartel como “Bajo terapia”, el interesante thriller “El principio de Arquímedes” y el anuncio de que próximamente estará disponible “Todas las rayuelas”, un estreno reciente que lo tiene a Hugo Arana como protagonista en una obra tan sensible como inteligente.
Pero hay más, perlas, joyitas que andan por ahí, en el teatro alternativo, como “Nada del amor me produce envidia”, el unipersonal interpretado por María Merlino que dirige Diego Lerman (director de cine además) y “Claveles rojos” de Luis Agustoni. Marca “Tolcachir” está también “Tercer cuerpo”; algunos musicales como “Yiya”, y una lista que se va ampliando y que ofrece propuestas para todos los gustos, incluso para los más pequeños como el “Homenaje de Héctor Presa a María Elena Walsh”.
Diego Faturos, actor de “La omisión de la familia Coleman”, cuenta al respecto: “Teatrix me parece un proyecto interesante. He sabido de muchas personas del interior y del exterior que lo ven y encuentran ahí una forma de mantenerse cerca de nuestro teatro. Pero además, y esto me resulta muy importante, es una forma de registro; un documento de algo tan volátil como es el teatro. Personalmente, me gustaría ver obras que nunca pude ver, una buena filmación a cuatro cámaras como es en este caso de obras del Periférico de Objetos, por ejemplo”.
Para Nelson Rueda, actor en “El principio de Arquímedes” si bien en un comienzo lo vio como una amenaza, un lugar de competencia y temió que quitara algo de público, “rápidamente me di cuenta de que el público de teatro va a seguir yendo al teatro porque es una experiencia diferente verlo en una sala que en televisión. Pero con la calidad con la que está filmada la obra en Teatrix creo que mucha gente que consume series o televisión, al contrario, se va a acercar al teatro”.
Aquí la mirada está dirigida, hay primeros planos, hay montaje, hay movimiento de cámaras, elementos que se acercan muchísimo más, claro, al lenguaje cinematográfico, ya que Teatrix no intenta en absoluto convertirse en teatro, al contrario, lo explora, lo respeta y con ese material busca generar una nueva versión, una transposición.
El resultado es bueno, si se tiene en cuenta que sentado en la butaca el espectador tiene completa libertad para dirigir la mirada a donde le plazca, mover su cuerpo, intentar alcanzar la vista a lugares lejanos, aquí la dinámica que se logra siendo espectador activo se consigue mediante el montaje.
Los directores de las puestas son consultados y forman parte de las decisiones. Corina Fiorillo, la directora de “El principio de Arquímedes” cuenta sobre el proceso: “En todo fui consultada. Incluso estuve presente durante el rodaje de las escenas que no fueron tomadas de la función en vivo. Me refiero sobre todo a los primeros planos, por ejemplo, y a las imágenes y sonidos que hay en el medio de cada secuencia”.
Jorge Montiel, crítico y especialista en teatro, realizó en los años 90 junto con el crítico teatral Ernesto Schoo, fallecido en el 2013, un programa televisivo por cable, “Las musas”, de entrevistas a personalidades consagradas del arte y la cultura argentina y del mundo que estaban de paso por Buenos Aires. Todavía conserva aquellas grabaciones con la esperanza de ser consideradas material de archivo. Es que este asunto atraviesa lo teatral. Su esencia viva e irrepetible impide que podamos conservar documentos y “revivir”, si se acepta el término, aquel acontecimiento pasado. De esa manera, se acercaría no solo a la experiencia teatral sino al contexto de producción, a los diferentes modos de actuación, a las escenografías, vestuario e iluminación a través del tiempo.
“El teatro y la ópera son acontecimientos escénicos —afirma Montiel— cuya esencia fue y será siempre de carácter efímero. Afortunadamente, a mediados de los años cincuenta, comenzó la bienvenida costumbre de registrar funciones en formato audiovisual, o concebidas directamente en un estudio televisivo, lo cual resulta invaluable como acervo y fuente de información para las generaciones actuales y futuras”.
El antecedente más claro lo podemos encontrar en aquellos programas televisivos (en el 63 un ciclo llamado “Teatro como en el teatro” con protagónicos de Darío Vittori; y en el 97 el “Homenaje al teatro nacional contemporáneo” de Alejandro Romay), ambos tenían la intención de llegar a audiencias masivas con obras teatrales de gran calidad. Por supuesto, los radioteatros fueron padres de estas mixturas de formatos.
Los debates dicen presente y no faltarán quienes vean en Teatrix una copia demasiado alejada de su “original”. Mientras tanto, podremos asistir aunque sea virtualmente a aquellas obras que nos han quedado pendientes. Viajar a una sala teatral remota y darnos una panzada viendo actuar a China Zorrilla.