Los cerca de 450.000 centros de votación instalados para las elecciones presidenciales, legislativas y regionales de Brasil, -las más imprevisibles de las dos últimas décadas-, cerraron a las 5 de la tarde, hora local, con la única excepción de los estados del poniente, donde las urnas operaron por dos horas más.
Los brasileños sufragaron para definir si la de este domingo era la cita definitiva o si el país más grande y más poblado de América Latina deberá volver a votar dentro de tres semanas, en segunda vuelta, como finalmente sucederá.
El candidato ultraconservador Jair Bolsonaro, con una retórica radical, homofóbica y militarista, llegó a los comicios con un 40% de intención de voto en los últimos sondeos, frente al 25% de su principal oponente, Fernando Haddad, el heredero del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero alrededor de las 21:00, hora argentina, el escrutinio tenía un avance del 93% y Bolsonaro triunfaba con casi el 47%, mientras Haddad obtenía el el 28%. Los resultados sorprendieron incluso a los partidarios del derechista.
Para ser declarado ganador en primera vuelta se requiere una mayoría absoluta, es decir, el 50% más uno de los votos válidos. Desde la redemocratización, esa hazaña sólo fue lograda dos veces, por el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, que derrotó al petista Luiz Inacio Lula da Silva en 1994 y 1998 sin necesidad de ir a segunda vuelta.