Brasil vota el domingo a su próximo presidente, y la elección no podría estar más ajustada. Los dos candidatos en el balotaje presidencial Jair Bolsonaro y Fernando Haddad aprovechan el último día de campaña.
El congresista de ultraderecha Jair Bolsonaro, que lidera las encuestas, ha descrito un Brasil en guerra: con los delincuentes, con los políticos corruptos, con las ideas izquierdistas y, de alguna forma, con él mismo. La campaña del ex capitán del ejército promete un “gobierno decente, diferente a todo lo que nos llevó a una crisis ética, moral y fiscal”.
El éxito de la campaña de Bolsonaro, que se aprovechó de una oleada de descontento con la política tradicional, tomó a muchos por sorpresa. Se centró en combatir la delincuencia y en cortejar a la comunidad empresarial con la promesa de poner en marcha políticas económicas de corte liberal.
Por su parte, su rival, Fernando Haddad, es considerado por muchos el reemplazo de su mentor y fundador del Partido de los Trabajadores, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El otrora popular Lula fue vetado en la boleta tras una condena por corrupción, por la que está encarcelado. Haddad es el sucesor elegido por él, y el ex alcalde y ex ministro de Educación se ha esforzado para mostrarse como independiente.
Recabó el respaldo de los más fieles al partido, pero un enorme caso de corrupción ha mermado sus filas y Haddad tuvo problemas para convencer a muchos fuera de la órbita de la formación.
Aunque algunos de los rivales de Haddad en la primera ronda de las presidenciales se han unido en torno a esta idea, muchos han decidido mantenerse al margen. Por el momento no ha conseguido convertir esto en un grito de guerra generalizado.