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Lunes 25 de Noviembre de 2024 - 15:41 hs

Según una revista británica este es el sitio más embrujado de Argentina

Existe en Buenos Aires un lugar considerado el más tenebroso de todo el planeta por las historias que fueron comprobadas por sus visitantes

Actualizado: Lunes 25 de Noviembre de 2024 - 15:54 hs

A lo largo y ancho del planeta, existen lugares que, envueltos en mitos, leyendas y fenómenos inexplicables, despiertan tanto fascinación como temor. Entre ellos, un sitio argentino se ganó el título de ser “el más embrujado del mundo”; se trata del Cementerio de la Recoleta, ubicado en la Ciudad de Buenos Aires.

La prestigiosa revista británica Time Out, conocida por destacar destinos turísticos y culturales, publicó en el mes de Halloween su ranking anual de los lugares más embrujados del mundo. Este año, el icónico cementerio porteño se posicionó en el primer lugar y superó a sitios emblemáticos como la Casa de Lizzie Borden en Estados Unidos y Lawang Sewu en Indonesia.

Inaugurado en 1822, el Cementerio de la Recoleta es conocido por su imponente arquitectura neoclásica, sus mausoleos de gran valor artístico y por ser el lugar de descanso de figuras significativas de la historia argentina, como Eva Perón, Bartolomé Mitre y Adolfo Bioy Casares. Sin embargo, son su aura de misterio y las leyendas que lo rodean las que lo convirtieron en un destino fascinante para los amantes de lo paranormal.

Mausoleo de Facundo Quiroga, Bóveda Salvador María del Carril y Tiburcia Dominguez de Carril  en el Cementerio de Recoleta.

Entre las historias más famosas que lo envuelven están las apariciones fantasmales, los ruidos inexplicables y las sombras que parecen recorrer sus pasillos. Una de las leyendas más populares es la de la Dama de Blanco, un espíritu que, según cuentan, vaga por el cementerio en busca de un amor perdido.

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Luz María, la enamorada inmortal

En 1925, Luz María, hija del dramaturgo Enrique García Velloso, murió de leucemia a los 15 años. Su madre, inconsolable, pasó meses velando su tumba. Cinco años después, un joven afirmó haber encontrado a una muchacha llorando cerca del cementerio. Tras acompañarla, descubrió que la chica era Luz María, cuyo espíritu parecía seguir atrapado entre los vivos. Pero esta no fue la última vez que la verían, gran cantidad de visitantes y trabajadores a lo largo de los años sintieron su presencia, siendo considerada la cuidadora eterna de este lugar.

Rufina Cambaceres y la tragedia de la catalepsia

Rufina Cambaceres, hija del escritor Eugenio Cambaceres, murió trágicamente a los 19 años en 1902. Tras ser declarada muerta por síncope cardíaco, fue enterrada en la Recoleta. Sin embargo, días después, su ataúd apareció abierto. La versión popular asegura que Rufina sufrió un ataque de catalepsia y despertó dentro de la tumba. Su estatua, que la muestra intentando abrir la puerta de su bóveda, es un recordatorio de su trágico destino.

Liliana Crociati, la novia eterna

En 1970, Liliana Crociati falleció en un alud mientras estaba de luna de miel en Austria. Extrañamente, su perro, Sabú, murió el mismo día en Buenos Aires. Su estatua en el cementerio la muestra vestida de novia, junto a su fiel compañero canino, y consolida una imagen conmovedora y atemporal. Se dice que la mujer deambula en las noches con su velo blanco en compañía de su compañero fiel.

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David Alleno, el cuidador obsesionado con su propio descanso eterno

Entre las historias que envuelven al Cementerio de la Recoleta, la de David Alleno destaca por su obsesión por la eternidad. Este joven, que trabajó como cuidador del cementerio entre 1881 y 1910, no solo dedicó su vida a mantener el lugar impecable, sino que también se empeñó en construir su propia bóveda, un proyecto que lo llevó a la ruina y, finalmente, a la muerte.

Durante años, David ahorró hasta el último centavo, privándose de alimentos y lujos, para adquirir un lote dentro del exclusivo cementerio. Sin embargo, el costo era prohibitivo, especialmente con su modesto salario. Determinado a cumplir su sueño, decidió construir la bóveda con sus propias manos. Pero las estrictas normas estéticas del cementerio le impidieron completarla por su cuenta.

Sin embargo, la obsesión de David iba más allá de ver su bóveda terminada: deseaba ocuparla. A los 35 años, se suicidó ingiriendo veneno. Se dice que por las noches pueden escucharse ruidos en su tumba, que serían los trabajos que continúa realizando su espíritu inconforme aún con su lugar de descanso.

 

Fuente: lanación