Tenemos jet lag, pero no por movernos físicamente de un lado a otro (y menos en tiempos de cuarentena) sino porque han cambiado absolutamente todas las coordenadas de nuestras vidas.
En tiempos normales, que no son estos, el descanso se inicia cuando la mente libera el cuerpo del control absoluto del exterior y deja paso a otra área del aparato psíquico para iniciar la fase de reseteo, relajación y sueño. Todo más o menos en orden afuera, lo pendiente se resolverá mañana y a dormir.
Pero en este escenario nada de eso sucede en muchos casos, porque nada está en orden, y entonces el estado de alerta no permite el pasaje de la vigilia al sueño.
Un elemento que se suma a todos estos es la incertidumbre cierta en relación a lo laboral. Angustia y preocupación por los coletazos en la economía familiar, del país y del mundo que esta pandemia representa .
Tenemos que resetearnos, formatear el disco rígido de otra manera, en todos los aspectos, vivir planificando de un día por vez.
El insomnio provoca entre otras cosas:
- Fastidio.
- Irritabilidad.
- Malestares físicos varios.
- Sensación de angustia.
- Vivencia de fragilidad.
Entonces es el cuento de la buena pipa: insomnio, agotamiento, angustia y miedo por la realidad objetiva, más insomnio y no se termina más.
La sobreinformación: 24 x 7 noticieros, cuántos muertos allá, cuantos por el otro lado, el vértigo de la realidad , las noticias que asustan mucho más de la cuenta, las fake news, etc.
Falta de rutinas claras: no hay rutina en este nuevo escenario que pareciera ser que nos va a acompañar durante varias semanas, o meses quizás. Y sino hay rutina no hay esqueleto que sostenga el ritmo diurno y nocturno, el día es un continuo inquietante y amenazante.
El efecto en masa: potencia todas las señales displacenteras de ansiedad y angustia. Se retroalimenta el miedo desde los medios y redes sociales.
El resultado: “yendo de la cama al living” la noche entera, Como me dijo un amigo: es como “El día de la marmota” pero sin la historia de amor.
Caja de herramientas
Hasta aquí las causas y síntomas, armemos entonces una caja de herramientas para desactivar uno de los efectos sintomáticos de estos tiempos de pandemia.
- Regulemos el flujo de información diario que recibimos sobre la situación. Sugiero fijar una cantidad de entradas a los portales de noticias por día, (así como regulamos el uso de pantallas en los chicos) hagamos lo propio con nosotros mismos.
- Sumemos al fin del día actividades que nos den calma. Cantar, hacer yoga, pintar mándalas, y lo que a cada quien le genere placer y tranquilidad.
- Dosifiquemos las pantallas sobre todo antes del tiempo de descanso. Dejemos el celular en otro ambiente que no sea el dormitorio si es posible antes de acostarnos.
- Elijamos un libro para que nos acompañe en estos días. Yo tengo en mi mesa de luz las “Obras Completas” de Cortázar y leo un cuento cada noche antes de dormir.
- Pongamos en agenda alguna actividad. Que sea temprano por la mañana que nos obligue a salir de la cama, si no están trabajando desde su casas.
- Cambiar el sueño, como con los niños. Si el insomnio es quien gobierna nuestro descanso resistamos un día, no durmamos con la luz del sol, y el cansancio quizás nos venza hacia la noche.
- Desactivar el alerta constante. Darle señales a la mente para que habilite el paso al descanso. Pongamos al miedo indiscriminado en aislamiento total, preventivo y obligatorio.
Busquemos la distracción como somnífero. Una comedia, alguna película que nada tenga que ver con catástrofes (la más vista de Netflix en estos días es ¡¡Virus!!). Demos respiro, eso es.