Federico Lértora, actual volante de Colón, vivió años intensos en Ferro Carril Oeste, donde llegó a los 10 años y pasó a formar parte de la pensión a los 15. Al aumentar la exigencia, los 100 kilómetros diarios desde Mercedes pasaban factura. La mañana llegaba rápido para ir a la escuela y al mediodía se emprendía viaje a Buenos Aires.
Colectivo hasta Moreno, tren Sarmiento a Morón y otro bondi para ponerse a las órdenes. Tres horas de ida y tres de vuelta, siempre y cuando no existan demoras. De regreso para la cena. La base del sacrificio para alimentar el sueño. Aunque el mal descanso hacía necesario tomar una decisión para llegar a profesional. El “Gordo”, como le decían por esos años, tenía un lugar reservado en la pensión de Caballito y una decisión que tomar.
“Ferro es mi casa. Es el lugar donde me formé como persona y como jugador. Me dio la posibilidad de vivir una pensión y después convertirme en jugador profesional. Mi cariño y mi amor van a estar siempre con el club. Ferro es compañerismo y familia. La mayoría de la gente es del barrio de Caballito y fue mi segunda escuela. Me dejó muchos valores”, responde el volante, actualmente en Colón de Santa Fe, sobre ese vínculo afectivo con el Verdolaga, donde realizó todas las inferiores, debutó como profesional a los 18 años y disputó 114 partidos. Hasta los 21, cuando se mudó a Mendoza para jugar en Godoy Cruz.
Sobre el día del debut, cuando Carlos Trullet lo mandó de volante central en Lomas de Zamora, recordó: “Creo que me pelaron entre el cabezón (Leandro) Testa y (Maxi) Castano, que eran los más viejos del plantel. Después, Testa se convirtió en uno de los mejores amigos que me dio el fútbol. Me marcó mucho. Siempre intenté reflejarme en él, para manejarme tanto en la vida como en el fútbol. Ese día en cancha de Los Andes fue muy loco, porque no me esperaba debutar y menos de titular. Fue toda la familia de canuto a la cancha, porque no se podía ir de visitante, y también dos amigos de Mercedes. Mi viejo, mi vieja, mis dos hermanas, mi tío y algunos amigos después estaban siempre en la platea de Ferro, cada vez que me tocaba jugar en Caballito”.
“Hay millones que han intentado jugar profesionalmente y no se les dio. Y yo por suerte soy un privilegiado de haberme convertido en profesional”, cuenta Lértora, que para cumplir el sueño tuvo que alejarse del pueblo. Dejar de compartir tiempo con su familia y amigos. Resignar la comodidad de su club, Estudiantes, al que vuelve cada vez que puede para contar experiencias a los más chicos y ayudar con material necesario para el entrenamiento. Incluso la escuelita lleva su nombre. Allí, se forjó en sus primeros años como jugador. Y todavía recuerda esas grandes rivalidades con la categoría 90. “El Frontón y Atenas eran los clásicos en Mercedes, muy competitivos”.
Sobre sus tres años en el Pirata, explicó: “En Belgrano me tocó vivir algo raro. Una conexión especial con la gente. Siempre me acompañaron, me apoyaron y me mostraron reconocimiento. Me dieron todo su cariño, más allá de perder la categoría”. De Alberdi se fue hace muy poco, pero ya lo esperan para la vuelta. Como en Caballito, dejó las puertas abiertas.
“Mi número favorito era el 5. Y cuando llegué a Godoy Cruz la usaba (Nicolás) Olmedo, que era un histórico del club. Ahí se me dio por pedir el 14 porque la habían usado referentes como (Diego) Simeone y (Javier) Mascherano que me gustaban mucho. Así que a partir de ese momento me gustó y empecé a elegirlo siempre”. Reveló sobre el dorsal que se repitió después de Ferro, ya en Primera División. Y que denota la admiración hacía dos de los volantes centrales más destacados que representaron a la Selección Argentina en el último tiempo. Por algo, el pibe de Mercedes se ganó el apodo de León. Como al Cholo y a Masche, garra y templanza nunca le faltó.
A modo de conclusión, dejó un mensaje sobre sus fuertes vivencias en el último año, donde sufrió con Belgrano y disfrutó con Colón. Pero, sobre todo, con lecciones que dejó la vida: “Me pasaron cosas antagónicas, tanto en lo deportivo como en la vida. Lo peor que te puede pasar en el fútbol, que es descender, y lo mejor que es jugar la final de una copa internacional. Y en la vida, igual, el nacimiento de mi primera hija y la pérdida de mi viejo, un ser muy importante para mí. Por lo que estos días de cuarentena me permitieron refugiarme en mi casa, con mi mujer y mi hija, para recuperarme de esta montaña rusa de emociones y poder centrarme en lo que tengo que hacer. Ponerme bien y empezar de vuelta. Es una rueda permanente. A veces toca estar arriba, cosas muy lindas, y en otras abajo. cuando toca eso toca aprender y luchar para seguir”.