Pablo Pérez tuvo un paso intenso por Boca. Terminó siendo capitán del Xeneize y fue campeón varias veces, pero muchos hinchas aún lo señalan. El volante debió enfrentar un fuerte estigma durante su etapa en el club y lo reconoció. «Mi cantidad de amarillas se hizo muy popular en Boca. Pero toda mi vida fue así. Antes de llegar a Boca tenía millones de amarillas. Es mi forma de jugar», dijo en una charla con Infobae.
«No me permito ir a una pelota despacio. Sí me cuido de la tarjeta roja. Pero siempre me gustó ir al límite. Ser agresivo en la recuperación. Y a la hora de jugar, bajar un cambio y leer el partido», aclaró el mediocampista. Y agregó: «Lo que pasa es que Boca es muy fuerte. Cuando te ponen la chapa de algo es muy difícil sacártela. Igual yo sólo debía rendir domingo a domingo. Boca es eso. No me permitía pensar en una amarilla y renunciar a mi forma de jugar».
«Más allá de que todos me criticaban, nunca pensé en cambiar. Yo juego así de chico. Lo traté muchas veces con psicólogos», confesó Pablo y generó sorpresa en muchos. «Llegué a la conclusión de que era parte de mí. Y cambiar una forma de ser es difícil. Si bien se pueden corregir errores, por supuesto. Lo traté desde que llegué a Boca, porque se empezó a hablar mucho eso. Tenía un psicólogo en el club. Siempre lo charlaba. Pero era algo que venía conmigo», sentenció.
Su intento de modificarlo
¿Qué hizo para que no se note tanto su juego intenso? «Busqué cambiar la amarilla tonta por la amarilla que valiera la pena para el equipo. Algunos jugadores después tienen margen porque a la hora de pelear les sacan pocas tarjetas. Yo no», respondió. «Y cuando me sacaban una amarilla tonta se hacía un mundo. Resulta que en Unión de Santa Fe tuve la misma cantidad de amarillas. En España. En Emelec. En Newell’s… Pero no se hablaba como en Boca. Me pusieron esa chapa. Igual no me molestaba. Al fin de cuentas, vienen conmigo», señaló.
Por último, Pérez comentó que esperaba que en un club grande como Boca lo cuiden más con las tarjetas, pero es obvio que no pasó. «Al llegar me dije ‘Ahora en Boca me van a permitir una patada más’. No me permitieron nada… Apenas hacía una falta, tarjeta. Me sacaban rápido la amarilla porque sabían que ahí me tranquilizaba. Decían ‘Vamos a sacarle la amarilla que ahí baja un poco de revoluciones'», cerró.