La NBA era consciente de que la temporada, fuera de una burbuja, iba a tener momentos muy delicados. Ya han llegado. El aumento de los contagios por COVID-19, los rastreos de contactos y los protocolos de salud establecidos están haciendo que algunos equipos se vean muy mermados en cuanto a efectivos para afrontar sus partidos.
La Liga ha decidido aplazar el partido que esta madrugada debía enfrentar a los Celtics y a los Heat en Boston. Es el segundo encuentro que se suspende esta temporada después del Rockets-Thunder del 24 de diciembre. Los protocolos de salud han sido de nuevo la causa.
Los Celtics iban a afrontar el partido con sólo ocho jugadores disponibles, el mínimo exigido por la NBA, aunque cinco de ellos midieran 1,90 metros o menos. Los Heat, en los que Avery Bradley había sido aislado, se han topado con un test no concluyente a otro de sus jugadores y el equipo no dispone de los jugadores necesarios después de los correspondientes rastreos de contactos.
Este sábado, los Sixers ya se vieron obligados a medirse a los Nuggets con sólo con siete jugadores disponibles entre aislados y lesionados. Y en los Mavericks ya son cuatro miembros de la plantilla los que guardan cuarentena.
En los últimos días se han vivido hechos insólitos, como que Seth Curry, escolta de los Sixers, se entere de su positivo por coronavirus mientras estaba en el banquillo en el primer cuarto de un partido o que Bradley Beal, escolta de los Wizards y máximo anotador de la NBA, deba abandonar el calentamiento previo a un encuentro por ser considerado contacto directo de Jayson Tatum, alero de los Celtics al que defendió la noche anterior y que ya estaba en cuarentena. Los de Washington llevan cuatro partidos seguidos en los que un rival la noche anterior fue descartado al día siguiente por los protocolos de salud. El último, Avery Bradley, de los Heat.
Pese a lo mermadas que pueden quedar las plantillas, la NBA no se plantea por el momento detener la competición.