Con los nuevos hábitos debido a la pandemia, en donde se pueden alterar el ritmo y los hábitos de sueño, algunas personas sufren de insomnio, otras manifiestan encontrarse sin ánimos de hacer nada y estos factores pueden determinar que se está atravesando un período con trastorno de ansiedad.
“Es esperable en este marco que la gente experimente miedo como una respuesta defensiva normal frente a un peligro que atenta contra la supervivencia de nuestra especie, pero sabemos que este contexto puede cronificar estas respuestas adaptativas convirtiéndolas en verdaderos trastornos mentales, alterando las distintas esferas de la vida”, detalla al portal Con Bienestar el psicoterapeuta Mariano Qualeta (M.N. 23.267).
Entre las características de una persona ansiosa se puede destacar que hablan demasiado sin pensar, les cuesta planificar, descansar y cuidar sus relaciones personales. Las señales pueden empezar en la infancia o la adolescencia y continuar hasta la edad adulta. Si las preocupaciones no se van por sí solas y empeoran con el paso del tiempo, hay que consultar.
Los estados de ansiedad se caracterizan al sentir que no podemos controlar algo y surge esa sensación de agitación, inquietud y angustia. Afecta a la persona en las áreas fisiológica, motora y cognitiva. Hay una bajada significativa del rendimiento, y un sufrimiento destacable.
El ejercicio físico es bueno para la parte emocional y psicológica. Se puede empezar con algo suave, como el yoga, para luego llegar a ejercicios más intensos. Hay que evitar los alimentos procesados o fritos, ya que necesitan más energía para ser digeridos y pueden agudizar las molestias gastrointestinales. La comida chatarra y los atracones de dulces solo dan un alivio efímero y son perjudiciales a mediano plazo.
Cuando el nivel de ansiedad aumenta, lo mejor es intentar una pausa. Salir a caminar, llamar a algún amigo o hacer algún mandado. Con tanta mirada hacia afuera es importante poder respirar con serenidad y evaluar lo que sucede por dentro. Lo recomendable es sentarse unos minutos y respirar profundo. Inspirar lentamente por la nariz y exhalar lentamente por la boca. Bastará con que se haga cuatro o cinco veces. Repetirlo las veces que se necesite, especialmente cuando invaden los síntomas físicos.
También es de ayuda pensar qué es o qué genera angustia, tratar de describir la situación y pensar qué herramientas se tiene para afrontarla. Gran parte de la angustia que sentimos en los procesos de ansiedad se debe a que evaluamos estar en desventaja con respecto a la situación. Si se buscan alternativas de acción, puede servir para sentir que se recupera el control.
El miedo a enfermarse en esta pandemia y a que le pase algo a los seres queridos es uno de los temores principales dentro de los pensamientos catastróficos de los que atraviesan trastornos de ansiedad y pánico. Hablar con personas que también sienten eso que ya lo experimentaron es de ayuda. Escuchar sus recursos para superar la dificultad hace que se aprenda por imitación y también evita el encierro en uno mismo.