Hasta hace seis meses, Verena era una adolescente común que iba a clase, quedaba con sus amigas los fines de semana, leía y practicaba danza a diario. Sin embargo, el pasado mes de octubre, el coronavirus cambió su vida por completo. La joven de San Javier (Murcia) dio positivo en covid-19 y, a causa del virus, comenzó a toser de manera persistente cada dos segundos, una extraña secuela que ha truncado su vida durante el último medio año.
Ahora, cualquier actividad cotidiana le supone «un mundo» a la joven, que se contagió tras un brote en su centro educativo. «Llevaba tres días encontrándome mal, a la mañana siguiente me desperté y no podía parar de toser, hasta ahora», relata Verena. Esta secuela ha provocado que ya no pueda asistir a clase, ni seguir el ritmo de sus compañeros.
Sin embargo, aunque le propusieron dejar las clases hasta su recuperación, Verena se planta cada mañana frente al ordenador y sigue todas las clases online, «aunque lo que antes me estudiaba en media hora, ahora me cuesta más de tres». Además, todas las tardes acude a clases particulares para ponerse al día ya que la joven lo tiene muy claro: «Quiero sacarme el curso al igual que el resto de mis compañeros».
La adolescente tan solo es capaz de controlar la tos mientras duerme o bebe agua, por lo que, algo tan sencillo como comer, es una odisea para ella. «Tardo cerca de tres horas cada día porque me cuesta masticar con la tos», apunta. Además, aunque tenga control sobre este síntoma mientras duerme, «muchas noches me desvelo, comienzo a toser y ya es imposible volver a dormirme», explica Verena.
Pero, si hay algo que echa de menos es su plan favorito de los viernes, cuando la joven acudía al cine con sus amigas: «Ahora apenas salgo de mi casa», asegura.
Mientras tanto, los médicos no le dan ninguna solución a su problema. Durante estos meses, Verena y sus padres han visitado a diferentes especialistas en Madrid y Navarra, que le plantearon varias hipótesis; desde un problema oído y laringe, hasta un tic nervioso. Ahora, los médicos apuntan a que lo más probable es que su cerebro esté mandando una señal errónea a su cuerpo, aunque nadie les asegura nada y continúan haciéndole pruebas.