No debe ser fácil de manejar para un técnico que un jugador se le plante y le diga que no quiere jugar. Hay que estar preparado, tener la templanza suficiente, manejarlo y saber cómo actuar, sobre todo porque el resto escucha, mira y mide. A Julio Vaccari le pasó en el caso de Agustín Sant'Anna, el pibe que eligió River y lo manifestó minutos antes del debut de Defensa y Justicia en el torneo, cuando ya el DT lo tenía como lateral derecho titular y una de las claves del equipo para llegar por esa banda. Luego de un prudencial silencio, Vaccari habló, y dijo...
"El chico me dijo que estaba en una situación compleja en la que no podía jugar, entonces yo no lo puedo exponer a una situación en la cual él no quiere estar", arrancó el entrenador. Y después se despachó en general contra los representantes, aunque apuntándole directamente a la cabeza de los agentes de Sant'Anna, englobados bajo la empresa Patagonia Players. "Más allá de este caso puntual, desde mi punto de vista la gente que maneja a los futbolistas no los aconseja de la manera adecuada. Es difícil si te llaman 35 veces diciéndote que vas a ir a River. La realidad es que, hasta que el pase se concrete, el jugador se debe a la institución en la que está".
Y ya en ese punto, cargó también sobre las responsabilidades del jugador uruguayo de 26 años: "Yo siempre optaría, como manera de reclamo o ante cualquier situación, hacerlo adentro del campo o en un entrenamiento". Y les aconsejó a los jugadores "que sean ellos los que toman estas decisiones y que no actúen por lo que dicen los demás".
Después de varios días de negociaciones, en los que hasta el presidente Diego Lemme se plantó fuerte en sus exigencias y le pegó al pibe ("Tomó la peor decisión, tendría que pedir disculpas"), el defensor está listo para pasar a River (durante la mañana se realizó la revisión médica).
En la goleada de Defensa ante Platense, Vaccari ubicó por ese sector a Nicolás Tripichio, quien además llevó la cinta de capitán y se desempeñó en el puesto sin problemas. Mientras que Sant'Anna, que había estado convocado, ni siquiera fue al estadio en el micro con sus compañeros. ¿La gente? Nada de nada. Ni trapos, ni quejas ni insultos. A veces lo peor es la indiferencia.