“La enormidad de lo acontecido, la transgresión a los fundamentos mismos de la especie, provocará todavía aquél ‘¿será cierto?’ con que algunos intentaban sustraerse del dolor y del espanto, pero también de la responsabilidad que nace del saber, del estar enterado, porque a ellos sigue, inexorablemente, el preguntarse: ¿cómo evitar que vuelva a repetirse?”.
Nunca Más.
Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas.
La obra, denominada Autores ideológicos, está conformada por unas 70 piezas suspendidas a poco más de un metro del piso. Se trata del esqueleto de un Ford Falcon, el auto que pasó de ser el vehículo ideal para la familia de clase media en la década de sesenta, a un símbolo de secuestro, tortura y muerte de los años de plomo en la Argentina. Es una instalación impactante que apela a la memoria, que nos interpela y nos recuerda que cuando todas esas piezas estaban ensambladas, adentro, con sus cabezas tapadas, sus manos esposadas, con infinito miedo e incertidumbre, cientos de personas hicieron su último viaje hacia la muerte, o lo que es aún peor, a la desaparición.
Autores ideológicos fue creada por un grupo de artistas conformado por Omar Estela, Javier Bernasconi, Marcelo Montanari, Marcela Oliva, Luciano Parodi y Margarita Rocha, y pertenece a la muestra permanente del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.
Omar Estela, la cabeza visible del proyecto es un artista bonaerense que estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes a fines de los años sesenta, pero se considera un autodidacta. Según el escritor Guillermo Saccomanno, “la obra escultórica de Omar Estela ofrece una corporeidad despojada y una solidez que la vuelve poderosa en los espacios de arte habituados a una liviandad ideológica y estética. No hay abstracción gratuita: la forma termina de completarse en el espectador y la trama, el sentido, conforman una historia que se dispara desde el sujeto a lo social. Nunca lo que Estela muestra es lo que uno advierte a primera vista. Hay que mirar fijo para ver más. Y entonces se accede a una multiplicidad del sentido”.
La obra fue presentada en marzo de 2008 y antes de su inauguración el Museo expresó: “Volver a desplegar su presencia frente a nuestros ojos, es hacerlo objeto de una reflexión sobre nuestra historia que nos permita la sincera asunción de responsabilidades. Ir más allá del camino ya transitado en busca de los autores materiales de la tragedia, para reconocer en nuestra sociedad a sus autores ideológicos".
De acuerdo con la descripción de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, “el Falcon es la materia de la cual emerge una crítica expresada en el despiece. Es, también, el nexo temporal que nos aproxima a ese pasado que intentamos alcanzar para lograr interpretar. El despiece es una acción reflexiva que podría ser leída como autopsia, entendida como acto de mirar con los propios ojos. Es un examen sobre la máquina que busca encontrar causas para poder comprender aquello que, más allá de lo narrado, se nos escapa: el dolor sufrido. La desaparición de cada una de las piezas es el resultado de esta persistente búsqueda de respuestas que se nos resisten, así como las partes de la máquina se oponen a su aislamiento”.
La obra impacta desde todos sus ángulos. Su carga simbólica y los recuerdos que transmite encierran una densidad tal, que el blanco fantasmagórico que recubre todas las piezas, ni siquiera necesita tener visible el color verde asociado al terror, para que la memoria haga su camino inexorable hacia la Verdad y la Justicia.