Según explicó el sociólogo y primatólogo español Pablo Herreros, los gatos emiten el ronroneo a través de señales intermitentes usando los músculos laríngeos y del diafragma, con una frecuencia típica entre los 25 y 150 hercios.
“De manera sorprendente, estas frecuencias emitidas por los felinos, corresponden con las que se usan en algunos tratamientos con humanos para curar fracturas de hueso, problemas en la respiración y alivio del dolor. De hecho se usa mucho como terapia contra la osteoporosis en humanos”, escribió el profesional en el diario El Mundo.
A su vez, el veterinario Leslie A. Lyons considera que este sonido puede ser un mecanismo que consume poca energía pero que tiene las mismas consecuencias que hacer ejercicio para los astronautas, que pierden masa ósea rápidamente.
En síntesis, son muchos los que postulan que el ronroneo puede incrementar la densidad ósea y acelerar la curación. ¿Esto explicaría por qué los gatos pueden sobrevivir a accidentes tan graves como las caídas y tienen menos complicaciones tras las cirugías?
Pero eso no es todo. Herreros recordó una investigación publicada en el Journal of New Zealand Veterinary en los años setenta por Trevor Cook. El trabajo documentó un caso de un gato siamés con infección en el tracto respiratorio y conjuntivitis severa, que estuvo al borde de la muerte. Ya habiéndole administrado antibióticos, no había más que se pudiera hacer. Hasta que el felino comenzó a ronronear y abrió las vías respiratorias.
La terapia de ronroneo se alargó durante un día. Cada hora era sacado de su jaula para que pudiera “vibrar”. Así volvió a respirar de nuevo y más tarde, a comer. Por ende, según Cook, los gatos se curan más rápido cuando ronronean porque esa emisión les permite respirar por la boca.
Así, por múltiples motivos, se considera al ronroneo como una estrategia de los felinoas para curarse a sí mismos, quizá la clave de sus siete vidas.