El síntoma debe ser interrogado y no suprimido antes de entender qué es lo que está expresando. El analista no busca ser idealizado ni dar indicaciones, sino favorecer el conocimiento de sí mismo y el encuentro con los deseos propios.
La cantidad de jóvenes profesionales interesados en la formación psicoanalítica, la profusión de valiosas investigaciones y publicaciones que profundizan aspectos de la teoría y la clínica no dan cuenta de una crisis en la concepción psicoanalítica de la enfermedad y de su curación.
El psicoanálisis se ha posicionado en relación a otras ofertas terapéuticas y a las modificaciones que los cambios de época y las distintas condiciones sociales imponen al encuadre tradicional.
La inclusión de la psicoterapia en las obras sociales y el empuje que las crisis sociales hacen hacia los medios hospitalarios gratuitos donde las condiciones de espacio y tiempo difieren de las del consultorio privado, han estimulado a los psicoanalistas a adecuar su técnica. Y es fundamental tomar conciencia de que el discurso analítico es convocante, los analistas que trabajan con la teoría psicoanalítica, aún en ámbitos físicos poco propicios y “cara a cara”, conservan sus pacientes a lo largo del tiempo y son especialmente solicitados.
Por otra parte el psicoanálisis ha aprovechado los desarrollos tecnológicos para poder brindar terapias a distancia con excelente resultado, solucionando situaciones de pacientes con difícil acceso.
La idea de que el psicoanálisis es “lento” en lograr cambios, no es más que un prejuicio debido a que los cambios estructurales requieren su tiempo de elaboración. Desde el momento mismo en que una persona entra en análisis y se dispone a revisar su posicionamiento en la vida frente a alguien que dará importancia y sentido a sus palabras, los cambios comienzan a manifestarse.
Si bien el psicoanálisis busca significaciones en la historia de cada paciente, trabaja con lo actual, ya que aspira a reconducir un conflicto a su elaboración, transformando lo presente del trauma en pasado. El psicoanálisis, por su idiosincrasia, siempre despertará resistencias ya que se opone a las presiones culturales. En una época donde se privilegia la adaptación y la uniformidad, busca liberar el camino propio para cada persona.
En ocasiones, el mismo paciente que busca honorarios reducidos, no vacilaría en invertir en alternativas promocionadas con gran consenso como cirugías estéticas, centros de revitalización. De todos modos, el abanico de honorarios es amplio y aquél que desee comenzar un tratamiento psicoanalítico puede hacerlo con facilidad.
Los libros de autoayuda que ofrecen soluciones puntuales con la promesa de efectividad, figuran entre los más vendidos en todas las librerías comerciales. También surgen religiones alternativas que aseguran felicidades y éxitos diversos recurriendo a la fascinación y la entrega incondicional a una figura fuerte. Algunas terapias utilizan la sugestión a la manera de la hipnosis, proponiendo al paciente un estímulo distractivo mientras ordenan olvidar un dolor; la supuesta mejoría durará solo un breve período.
Otro punto desde donde se augura la “muerte” del psicoanálisis lo constituye la oferta de psicofármacos. Sin cuestionar la necesidad de administrar drogas en casos con indicación precisa, se deposita en “la pastillita” un contenido mágico, la delegación de la cura en algo que viene “de afuera” sin necesidad de un cuestionamiento personal. Si se trata de algo orgánico, se solucionaría con una medicación. Y es que justamente de eso se trata, de acallar el síntoma sin tener en cuenta que será reemplazado por otro, que su eliminación estará inevitablemente acompañada por la eliminación de la subjetividad del paciente.
Cada cual tiene derecho a elegir la forma en que enfrentará el sufrimiento. El psicoanálisis por su parte, promueve la recuperación por parte del individuo de su capacidad de decidir. Frente al facilismo y la inmediatez, el psicoanálisis propone la reflexión y la elaboración. Pensar que en el análisis “se sufre” no da cuenta del interés y entusiasmo con que los pacientes acuden a sus sesiones. Que alguien sin apuros se decida a revisar su vida, que otro lo escuche con interés y sin objetivos a cumplir, constituye un atractivo y un desafío.