Más de cien mil muertes en sólo nueve segundos causó "Little boy", la bomba atómica soltada por Estados Unidos sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Seis civiles por cada militar fue la proporción de las muertes causadas por el ataque. La intención, golpear a Japón y acelerar la rendición de la isla para adelantar el fin de la Segunda Guerra Mundial, con Alemania ya derrotada.
La orden de lanzamiento fue dada por el Presidente estadounidense Harry S. Truman, que justificó su decisión como una revancha contra los japoneses por el ataque a la base de Pearl Harbor, cuatro años antes. Durante ese tiempo se desarrolló el Proyecto Manhattan, en el que Norteamérica usó todos sus recursos para crear esta "súper bomba".
A las 8:15 del 6 de agosto de 1945, la poderosa arma fue arrojada desde el Enola Gay y en menos de un minuto alcanzó la altura en la que debía explotar, aproximadamente 600 metros sobre Hiroshima. El viento hizo que la bomba se desviara del objetivo principal, el puente Aioi, y terminó detonando justo sobre una clínica.
La explosión fue equivalente a 16 kilotones de TNT, y según indican los historiadores, la temperatura instantáneamente alcanzó más de 1.000.000ºC, incendiando el aire y creando una bola de fuego de casi 300 metros de diámetro en menos de un segundo. El radio de total destrucción fue de 1,6 kilómetros. A pesar de que aviones estadounidenses habían lanzado panfletos que advertían a los civiles sobre bombardeos aéreos, los habitantes de Hiroshima nunca fueron avisados sobre el ataque nuclear.
Cerca del 30% de la población murió en el acto, en su mayoría desintegrados por el calor y la explosión. A los fallecidos durante la explosión o por los daños causados por esta deben de sumarse a los que se vieron afectados por las heridas, quemaduras y efectos secundarios de la radiación.
Alrededor de un mes después de la bomba, muchos de aquellos que habían quedado ilesos de la explosión sufrieron pérdida del pelo, vómitos, diarreas, sangrado espontáneo, las heridas que habían cicatrizado se abrían de nuevo, fiebres superiores a los 41 grados. Casi todos los centros de atención médica de la ciudad quedaron inutilizados. Sólo un diez por ciento de los médicos estuvieron en condiciones de atender pacientes, la fila más larga de pacientes de la historia de la humanidad.
Dieciséis horas después del ataque, el presidente Truman anunció públicamente el uso de una bomba atómica:
Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. [...] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra. [...] El 26 de julio publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra.
El anuncio de Truman fue la primera noticia real que se tuvo en Tokio de lo que había pasado e inmediatamente se formó el Comité de Contramedida de la Bomba Atómica, integrado por personal del ejército, la armada y ministerios del interior.
A pesar del nombre del comité, gran parte de los integrantes dudaban que efectivamente se hubiera utilizado una bomba atómica. Sólo cuando el personal fue a la zona a investigar la destrucción ocurrida, aceptaron que ninguna bomba convencional podría haber causado tanto daño.
Días después de la explosión, los diarios de Estados Unidos describían los efectos letales de "little boy" retransmitidas por las radios de Tokio: "Prácticamente todas las cosas vivas, humanos y animales, se quemaron hasta la muerte", decían los locutores japoneses.
Tres días después del ataque sobre Hiroshima, el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki, lo que forzó la capitulación de Japón seis días después y puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
Hiroshima antes de la bomba atómica
En el momento del bombardeo, Hiroshima tenía importancia industrial y militar. La ciudad era un centro de comunicación, lugar de almacenamiento y un área de reunión para las tropas. Fue una de las ciudades japonesas que fueron deliberadamente preservadas de los bombardeos aliados con el fin de poder efectuar posteriormente una evaluación precisa de los daños causados por la bomba atómica.
El centro de la ciudad tenía varios edificios reforzados de hormigón, así como estructuras más livianas. Fuera del centro, el área estaba repleta por pequeños talleres de madera ubicados entre los hogares japoneses. Algunas plantas industriales se encontraban en las afueras de la ciudad. Las casas eran de madera con pisos de teja y también muchos edificios industriales tenían armazón de madera, por lo que toda la ciudad en su conjunto era altamente susceptible a daños por incendios.
La población de Hiroshima había alcanzado la cifra máxima de 381 000 antes de la guerra, pero antes del bombardeo la población había disminuido regularmente debido a evacuaciones sistemáticas ordenadas por el gobierno japonés. En el momento del ataque se estima que había aproximadamente 255 000 personas.
Actualmente, en la zona que fue epicentro del bombardeo se construyó un Parque Memorial de la Paz y un Museo Memorial que homenajea a las víctimas, y se convirtió en un símbolo del daño que puede causar el ser humano, así como de la necesidad de que nunca más se vuelva a apelar a la violencia extrema.
En un acto celebrado en este punto estratégico de la ciudad al que asistieron representantes de 90 países, el primer ministro Shinzo Abe instó a los jóvenes a no olvidar ni menospreciar la tragedia atómica e hizo un llamamiento a los líderes mundiales, especialmente a Japón, para que suscriban el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares.